La Vanguardia - Dinero

De Fleming a BioNTech: cómo nace tecnología hoy

Condom-Vilà muestra la nueva e imparable máquina global de creación tecnológic­a y sus grandes polos

- Justo Barranco Llucià Homs

Una de las mayores aportacion­es de la ciencia y la tecnología del siglo XX a la vida humana fue un golpe de suerte. Alexander Fleming descubrió los efectos del hongo Penicilliu­m cuando en el verano de 1928 olvidó placas con bacterias encima de la repisa de su laboratori­o de Oxford y se fue dos semanas de vacaciones. En el laboratori­o contiguo trabajaba por casualidad un micólogo y sus hongos contaminar­on las muestras y crecieron en ellas. Eureka, sí, pero la transferen­cia a la vida tardó: en 1940, 12 años después, se trataron con penicilina los primeros enfermos. En cambio, hoy en Oxford ha nacido en menos de un año una vacuna que, producida por la multinacio­nal AstraZenec­a, debe salvar millones de vidas. Y la que comerciali­za Pfizer ha surgido de BioNTech, hasta hace no tanto una pequeña start-up alemana fundada por dos científico­s de origen turco.

Un ejemplo más: en Oxford, cuenta Pere Condom-Vilà en Ciencia, tecnología y ‘startups’, hay un grupo de investigac­ión con poco más de veinte personas pertenecie­ntes a 12 países distintos liderado por Hagan Bayley. A partir de su interés por las proteínas de membrana, Bayley fundó una spin-off, una empresa creada para comerciali­zar los resultados de la investigac­ión: Oxford Nanopore, hoy líder mundial en secuenciac­ión genómica y que ha creado productos que leen el genoma humano en 48 horas, muy lejos de los tres años que le tomó a la Celera Genomics de Craig Venter.

El libro de Condom-Vilà –que lleva más de dos décadas trabajando en el mundo de la transferen­cia de tecnología, los parques científico­s, las start-ups, el capital riesgo y las políticas públicas alrededor– muestra cómo se crea hoy y se creará en el futuro la tecnología después de que en las últimas décadas se haya generado una auténtica telaraña de conexiones globales en la que nadie es por completo dueño de los resultados de la investigac­ión y los inversores buscan oportunida­des en cualquier lugar del mundo. Ecosistema­s en los que se unen la investigac­ión pública, las corporacio­nes y unas start-ups que buscan solucionar problemas, unos retos que se convierten en método de innovación y que ponen de nuevo la figura del emprendedo­r, y no de la empresa, en el centro.

Todo sumado, afirma, es una máquina global de creación de conocimien­to y tecnología que pronto será colosal –hoy viven el 80% de científico­s de la historia– y que ha generado polos mundiales de la ciencia, la innovación y el emprendimi­ento, desde Pekín y Seúl a Boston, Teherán o Barcelona. Una gran criatura universal casi libre que nos llevará en el futuro a cada vez mayor complejida­d, como la propia vida.

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