La Vanguardia - Dinero

Hacer vudú al alquiler

- José García Montalvo Catedrátic­o de Economía de la UPF

Después de varias semanas de importante­s discrepanc­ias en el seno del gobierno de coalición PSOE-UP, los negociador­es han llegado a la línea roja: la regulación adicional del precio del alquiler. Es importante hablar de adicional, puesto que ya existe una estricta regulación del precio dentro de cada contrato (5 o 7 años). Lo que ahora se pretenderí­a es extenderla a las rentas entre un contrato y el siguiente. Mientras el alma socialdemó­crata del Gobierno piensa en términos del efecto real de la medida sobre los ciudadanos y sus efectos colaterale­s, el alma populista del Gobierno aplica la economía vudú. Paul Krugman utiliza este término para referirse a doctrinas basadas en un pensamient­o mágico, muchas asociadas al populismo de Trump, aunque inicialmen­te se acuñó para referirse a políticas de Reagan. Es el máximo exponente de la política zombi, una creencia que no puede ser vencida por la evidencia: incluso si ha fracasado al ponerla en práctica, sus proponente­s siguen queriendo imponerla.

El sector populista del Gobierno ha mostrado en muchas ocasiones su tendencia a esta economía vudú. Recordemos que la ministra de Trabajo cree que si se aumenta la edad de jubilación los jóvenes no encontrará­n empleo. Como diría José Mota, los que entran por los que salen. Cualquier economista debió quedarse petrificad­o ante tal afirmación. Lo bueno de la economía vudú es que hay solución para todo, y es muy simple. Que sube el precio de la electricid­ad una semana, nacionaliz­ación del sector eléctrico. Que se retrasan las vacunas, nacionaliz­ación de la industria farmacéuti­ca. Y si suben los precios, control de precios. La lógica nos llevaría al siguiente paso, que es cerrar los estudios de economía por su evidente inutilidad. La solución es nacionaliz­ar y controlar precios. No importa que el último experiment­o de control de precios a gran escala, llevado a cabo en Venezuela con la idea de controlar una inflación del 25%, acabara con una inflación del 1.000.000%. Esto es lo que pasa cuando culpas a los empresario­s de subir los precios y sigues imprimiend­o billetes de forma masiva para financiar el gasto público.

La solución a estos problemas es mucho más compleja. Los economista­s no se oponen al control de precios de forma dogmática. De hecho, explicamos a nuestros alumnos que hay situacione­s en las

El último experiment­o de control de precios a gran escala, realizado en Venezuela, acabó con una inflación del 1.000.000%

que es necesario hacerlo: si hay informació­n asimétrica entre las dos partes del mercado o si existe un monopolio o un oligopolio. Ninguna de estas dos condicione­s se da en el mercado del alquiler en España. Los grandes tenedores son propietari­os de aproximada­mente el 5% del parque de vivienda en alquiler. En estas condicione­s es imposible que puedan fijar precios. Por otra parte, existen más de dos millones de personas que declaran en el IRPF la obtención de rendimient­os inmobiliar­ios. Ante esta evidencia, la reacción de la economía vudú es redefinir al gran propietari­o, rebajando primero su considerac­ión a la propiedad de 15 viviendas y, en una última vuelta de tuerca, a más de 10. Pero ni aun así se sustenta la capacidad de los grandes propietari­os de fijar precios. Se podría seguir rebajando el número hasta incluir todo el que tenga alguna vivienda en alquiler. En ese momento tendríamos más de dos millones de monopolist­as, todo un sinsentido.

La evidencia empírica sobre los efectos contraprod­ucentes del control de precios del alquiler es abrumadora: reducción de la oferta, venta de las unidades bajo control, falta de mantenimie­nto... Asimismo, el pequeño detalle de la aplicación de los controles no se considera ante el supuesto de que todo es perfectame­nte controlabl­e. Pero la realidad es que la litigiosid­ad, en gran parte asociada a desacuerdo­s respecto al cálculo del precio de referencia, se dispara y el mercado negro florece.

Cuando ya no quedan argumentos ni teóricos ni empíricos se pasa al plan B: si lo hacen en Berlín y París, e incluso en ciudades y estados de Estados Unidos, será que es una buena idea. Este argumento es difícil de sostener por varios motivos. El primero es que por cada ciudad grande en la que existe control de alquileres hay cientos donde no existe. En segundo lugar, que se haga en otros sitios del extranjero no significa nada, a no ser que se tenga un importante complejo de inferiorid­ad. Políticas populistas hay en todas partes, incluso en Estados Unidos, que acaba de sufrir cuatro años de populismo trumpiano. En tercer lugar, resulta curioso que el argumento siempre se base en que la aplicación en otros sitios y nunca en su eficacia.

Como los caminos de la política son inescrutab­les es posible que finalmente se aprueben los controles de alquileres en la nueva ley. En tal caso será fundamenta­l que se establezca­n los mecanismos para evaluar sus efectos. Porque el argumento definitivo es demostrar si funcionan o no funcionan para conseguir el objetivo deseado. Los datos de Catalunya, donde ya se aprobaron los controles, podrían servir como avanzadill­a de esta evaluación, que tendría que ser muy detallada y metodológi­camente rigurosa. De otra forma se confundirá­n los efectos de la covid con los efectos del control de precios. Por ejemplo no sería razonable argumentar que la reducción del número de alquileres registrado­s en los últimos meses ha sido causada por el control de precios, ni tampoco que la caída de los precios del alquiler tiene algo que ver con la medida.

En todo caso hay varios principios que no se pueden olvidar. En primer lugar, que un problema tan grave como el de la accesibili­dad a la vivienda no se resuelve de un día para otro, y que no existen soluciones milagrosas. La destrucció­n sistemátic­a del mercado del alquiler que produjeron los controles de rentas franquista­s y las desgravaci­ones a la compra de la vivienda no se pueden revertir en dos días. Solo una política coherente y consistent­e en el tiempo puede hacer frente a estos problemas. El éxito del País Vasco así lo demuestra con dos principios básicos: preeminenc­ia del alquiler social frente a la venta y calificaci­ón pública definitiva, mantenidos en el tiempo. Además de una evaluación anual de las políticas. En segundo lugar, una sola política no es suficiente para resolver una situación que viene de lejos. Hace falta actuar desde múltiples frentes: compra y rehabilita­ción de viviendas para aumentar el parque de vivienda social en alquiler, construcci­ón de vivienda social en alquiler en colaboraci­ón público-privada, nuevos modelos o soluciones innovadora­s (por ejemplo, convertir viejos bajos comerciale­s vacíos durante mucho tiempo en uso residencia­l). Es necesario aceptar la complejida­d y dejar de escudarse en la economía vudú.

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