Un aniversario con sabor agridulce
Fue en esta semana, hace justo un año, cuando la pandemia causada por el coronavirus se expandía fuera de Asia y provocaba la primera gran sacudida de los mercados en el ya conocido como lunes negro. Poco intuíamos entonces el desastre que se avecinaba, sobre todo en el plano humano, con más de 110 millones de contagiados y la friolera de 2,5 millones de fallecidos hasta la fecha. Asistimos entonces a caídas del 35% en las bolsas globales, como el MSCI World y S&P y la huida hacia bonos seguros como el estadounidense, cuya rentabilidad exigida a la referencia a 10 años pasaba del 1,9% al 0,5% en pocos meses. Tampoco pasó inadvertido el batacazo del 70% del crudo, que cotizó en 16 dólares el barril reflejando el parón económico global.
Tras la conmoción inicial, un planeta confinado se ponía manos a la obra. Lo han hecho los gobiernos y bancos centrales, encabezados por EE.UU. y la UE, inyectando al sistema más de 25 billones de dólares, entre políticas fiscales y monetarias, con las que sostener a la economía en estos tiempos difíciles.
Más asombrosa ha sido la respuesta sanitaria que permite, solo 12 meses después, disponer de 11 vacunas ya en fase de comercialización y una expectativa de producción, solo contando las siete compañías con contrato o bajo negociación con la UE, de 9.600 millones de dosis para una población mundial de 7.800 millones. Los 200 millones de dosis ya suministradas y la experiencia piloto de países como Israel, donde el 90% de la población ya está vacunada, y los primeros estudios apuntan a importantes reducciones en las tasas de mortalidad y hospitalizaciones.
Ante semejante reacción, los mercados muestran desde la primavera pasada amplios signos de aprobación. El anticipo de la recuperación económica, que está por llegar, permite así avanzar a las bolsas, entre un 40% y un 90% desde mínimos, y también a las rentabilidades de los bonos, en un movimiento de normalización de unos tipos todavía bajos. En las materias primas, el cobre, cuya cotización depende en gran medida de la demanda china, marca niveles máximos de diez años mientras que el petróleo se acerca a los 70 dólares ante la incipiente recuperación de la demanda y una oferta todavía escasa.
El mundo poco a poco despierta, con Estados Unidos y el Reino Unido liderando el regreso a la normalidad (la expectativa es del 100% de la población vacunada en EE.UU. y libertad para viajar en el Reino Unido a partir de junio). En este camino hacia la reapertura, y tras el positivo trecho ya andado por las bolsas, surgen interrogantes en torno a la posible retirada temprana de estímulos, el regreso de la inflación –en parte inevitable por la desfavorable comparativa del componente energético– o el avance de las rentabilidades de los bonos, que hagan ganar a este activo un atractivo relativo frente a la renta variable.
Aunque no son aspectos que desdeñar, y podrán provocar correcciones sanas y puntuales, la abundante liquidez, tipos de interés muy bajos en perspectiva histórica y el empuje esperado de los resultados empresariales traerán avances adicionales a la bolsa, centrados sobre todo en los sectores más expuestos al ciclo. Un pequeño consuelo para un aniversario con sabor agridulce.