El impacto empírico de lo social
Las empresas españolas, a través de sus fundaciones o de los propios programas de responsabilidad social, impulsan su actividad ante las adversidades del contexto actual
Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer. Juntos, el indio, la francesa y el estadounidense han estudiado el impacto real de alguna políticas, incentivos y ayudas contra la pobreza. Juntos han avanzado de la teoría a la práctica, con la introducción de la evidencia científica en la lucha contra las desigualdades. En resumen, miden si las ayudas a los más desfavorecidos funcionan. Juntos, con sus ensayos a pie de calle, fueron galardonados con el Premio Nobel de Economía en el 2019.
Porque la solidaridad va de demostrarla y, sobre todo, de practicarla. Pero el reto completo radica(rá) en evaluar su impacto.
En el contexto actual, en plena crisis sanitaria, económica y social, y con la mirada puesta en el 2030 para alcanzar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se acrecienta la necesidad de una profunda labor social de las organizaciones. Las fundaciones juegan, sin duda, un papel crítico con su contribución al progreso humano, económico o medioambiental, si bien muchas compañías plantean su compromiso responsable sin necesidad de crear la figura de una fundación. En España se identifican alrededor de 730 fundaciones corporativas, según un informe de PWC elaborado en el 2020. Y el estallido de la pandemia por coronavirus sirvió para dar un impulso a las actuaciones sociales –en todos sus ámbitos– de múltiples empresas españolas. El impacto se debe medir, pero el compromiso global es innegable.
“Empresas como la nuestra tienen la necesidad y, sobre todo, la obligación, de apoyar proyectos que contribuyan al desarrollo de la sociedad en la que convive”. Así de rotundo se muestra Ignacio Garralda, presidente del Grupo Mutua y de la propia Fundación Mutua Madrileña. E introduce un concepto clave: la interiorización. “Cualquier compromiso hacia fuera empieza dentro”, titulan desde la organización. Son muchas las líneas de actuación de las empresas: salud, protección de colectivos vulnerables, cuidado del medio ambiente, educación, igualdad... En el caso de Mutua Madrileña, la contribución en los últimos años ha sido relevante en la mejora de la salud. Ese es el propósito de nacimiento de la fundación y por el que la organización ha destinado más de 61 millones de euros desde el 2003. Este apoyo económico ha repercutido en el impulso de 1.400 estudios científicos centrados, en su mayoría, en las áreas de trasplantes,
Fundaciones corporativas en España. Quizá sean muchas más, pero según un informe de PWC, desde las primeras apariciones en la década de los 70, el número de fundaciones corporativas sigue en aumento para lograr el bien común enfermedades raras en la infancia, oncología y traumatología. En el 2021, dentro de la convocatoria anual de ayudas a la investigación, Fundación Mutua Madrileña ha incluido una categoría especial para avanzar en los tratamientos contra el coronavirus. Precisamente, en este marco tan desfavorable para algunos colectivos, la fundación ha lanzado una convocatoria extraordinaria con una dotación superior a 300.000 euros. En el cómputo global de ayudas a proyectos sociales, la cuantía asciende al millón de euros, que benefician a 22.000 personas con la puesta en marcha de 36 iniciativas.
La crisis de la covid ha despertado el lado más solidario de muchas organizaciones. Otras, sencillamente han alargado la sombra ya existente de sus actuaciones y centran sus esfuerzos en acometer los retos que deja una situación tan urgente como la vivida este último año. Una de esas empresas es El Corte Inglés, cuya actuación en primera instancia se centró en la donación y distribución de material a centros sanitarios, hasta el punto de reconvertir sus talleres de costura en espacios para producir mascarillas de protección. En una segunda fase, la compañía viró su mirada para dirigirla hacia los colectivos más vulnerables. En este sentido, El Corte Inglés ha colaborado en los últimos meses con la donación de productos de primera necesidad o el desarrollo, entre otras acciones, de un programa de recaudación de fondos para ayudar a personas afectadas económicamente por la crisis de la covid. También El Corte Inglés, como Fundación Mutua Madrileña y otras tantas, dedican esfuerzos a proteger a los jóvenes y erradicar el acoso escolar a través de campañas de sensibilización; a la eliminación de la brecha digital y a la protección de las mujeres víctimas de la violencia de género.
Estas actuaciones, repetidas por centenares de compañías mediante sus fundaciones o programas propios, se suman a otro ámbito de interés: el cuidado del medio ambiente. Fundaciones como la de Repsol han apostado por la innovación y la tecnología para abordar el reto de la transición energética. En su caso, la compañía cuenta con un Fondo de Emprendedores para apoyar a pequeñas y medianas empresas que investigan y desarrollan soluciones innovadoras para lograr un planeta más sostenible. En este sentido, la Fundación Repsol, a través de Repsol Impacto Social, cuenta con una dotación de hasta 50 millones de euros para impulsar empresas focalizadas en una transición energética sostenible e inclusiva.
Serían necesarias muchas páginas para dar visibilidad a todas las actuaciones sociales en España. El compromiso existe. Es palpable. El siguiente paso será evaluar la repercusión de esos infinitos gestos sociales. La llamada inversión de impacto.
Los sectores de la distribución, farmacéutica, sanitario, automoción, telecos, energía, seguros, construcción, textil, restauración, transporte, financiero, turístico, educativo, cultural... y así hasta completar un largo listado. Un año después de la irrupción del coronavirus en el mundo entero, y pese a las dificultades derivadas de la crisis sanitaria, las empresas españolas continúan acelerando su lado más social y muestran a la opinión pública su responsabilidad ante la sociedad.
Uno de los retos del presente es el análisis y la medición del impacto real de las acciones en cada entorno
Destacan la protección de colectivos vulnerables, la investigación médica o el cuidado del planeta