Como el caballo de Atila
Google afronta tres demandas gigantes por su supuesto monopolio
Nueva York
El neologismo googlear se ha convertido en palabra común.
Oxford Languages define el término como “verbo transitivo” y consiste en “buscar información en internet usando el motor de búsqueda de Google”. Cuando alguien no sabe algo, acude al ciberespacio y googlea, o guglea, grafismo preferido por la Real Academia Española de la lengua.
Este discurso lexicológico no hace más que demostrar la expansión lograda por Google en poco más de dos décadas, si bien parece que ha existido siempre.
Su utilidad está más que demostrada. Esta circunstancia le ha dado una posición dominante en múltiples mercados. Plantearse cómo lo ha logrado también ha despertado los viejos fantasmas de las prácticas monopolísticas.
Al tiempo que Google se extiende y controla el terreno, ahoga a la competencia. Como el caballo de Atila, por donde pasa no crece la hierba.
A esta conclusión llegaron la administración de Estados Unidos y una retahíla de gobiernos estatales. Esta empresa, integrada en el conglomerado de Alphabet, afronta tres macrodemandas judiciales en este país, en uno de los ataques más duros contra una de las industrias tecnológicas más poderosas del planeta.
El proceso, en el que se augura una larga y enrevesada batalla jurídica, podría llevar incluso a la disgregación de la firma.
El primero de estos pleitos lo presentó el Departamento de Justicia (DOJ) –se adhirieron once estados–, el pasado octubre en los tribunales de Washington, después de más de un año de investigación a partir de la ley federal antimonopolio.
La denuncia argumenta que Google, que goza del 80% de las consultas de búsqueda en Estados Unidos, estableció acuerdos con fabricantes de teléfonos inteligentes mediante el sistema operativo Android, de manera que se precargara su mecanismo de búsqueda en esos aparatos y obstaculizara a los rivales a la hora de intentar una sustitución.
Entre estos acuerdos figura pagar no menos de 12.000 millones anuales a Apple para hacer que Google sea el motor predeterminado en Safari y en los iPhone.
De esta manera puede obtener más ingresos por publicidad de búsqueda, lo que a su vez le permite mantener el flujo de pagos.
Según el Departamento de Justicia, este andamiaje es un plan ilegal para mantener el monopolio de Google sobre las búsquedas. Al imponer esos contratos para garantizar el dominio, se minusvaloró la competición y la innovación, se reitera.
“La gente utiliza el buscador de Google porque lo elige, no porque se ve forzada o porque no puede encontrar fácilmente una alternativa en la búsqueda de información en internet”, replica la compañía a la denuncia.
La segunda demanda, con Nebraska y Colorado liderando una coalición de 38 estados, acusa a la compañía de abusar de su control sobre la indagación online, así como en la búsqueda de publicidad, para aplastar a los competidores con su conducta y hacer incursiones en nuevos mercados.
Tiene muchas conexiones con la primera –incluso se considera que las dos demandas se pueden unificar–, aunque incide más en la discriminación de otros ingenios de búsqueda.
Este pleito se presentó el 17 de diciembre, el día después de que el fiscal general de Texas encabezara un grupo de nueve estados en su acusación por el control del mercado publicitario. “Este Goliat empresarial está utilizando su poder para manipular el mercado, destruir la competencia y causar daño a todos vosotros, los consumidores”, indica el texto.
Google lo niega casi todo. Sí acepta que se fundó en un garaje de Menlo Park hace 22 años y admite que algunos diccionarios clasifican “google como verbo”.