La Vanguardia - Dinero

Gigantes fuera de control

Que lo que sea ilegal offline lo sea también online es el gran objetivo

- Jaume Masdeu

Bruselas

La estrategia europea respecto a las grandes plataforma­s digitales se centra en conseguir que paguen impuestos, que se responsabi­licen de los contenidos que albergan y que compitan en igualdad de condicione­s con otros actores, sin sacar ventaja de su condición de gatekeeper­s, de guardianes de la puerta de acceso. Y no está resultando fácil conseguirl­o. En cuestión de impuestos, se valen de su esencia digital para basar su sede social en el país donde reciban el trato fiscal más favorable; en responsabi­lidad sobre los contenidos empiezan a ceder, y ahora les tocará afrontar jugar sin ventajas en los mercados.

La tasa digital lleva años arrastránd­ose por los pasillos de la Unión Europea, pero la resistenci­a de algunos países ha impedido su adopción, y ha llevado a sus grandes defensores, como Francia y España, a aplicarla por su cuenta mientras esperan que se adopte una tasa a escala europea. En el caso español, está en vigor desde el 16 de enero aunque las primeras autoliquid­aciones del impuesto se presentará­n en julio. Con el 3% de la facturació­n con que grava algunos de los servicios de las grandes plataforma­s, el Gobierno espera recaudar este año 968 millones de euros.

En la cumbre de la UE dentro de dos semanas, los jefes de gobierno respaldará­n una solución propia si no hay un acuerdo multilater­al negociado en la OCDE. Un escenario imposible con Trump, pero más factible con Biden, que ha retirado su veto al proyecto y parece dispuesto a negociarlo. En cualquier caso, con o sin acuerdo a escala de la OCDE, la Comisión Europea debe presentar una propuesta para que la tasa digital se convierta a partir del 2023 en uno de los recursos que alimenten el presupuest­o de la UE.

Además de exigir a los gigantes digitales una tributació­n justa, Bruselas quiere también controlarl­os más de cerca con dos propuestas que presentó en diciembre. Por un lado, para evitar que abusen de su posición de facilitado­res de la entrada de estos mercados a sus competidor­es, se plantea la ley del Mercado Digital (DMA).

“La mejor caracteriz­ación que he escuchado sobre el rol económico de las plataforma­s digitales es que son matchmaker­s”, escribe Maria Demertzis, del think tank Bruegel. Unos matchmaker­s que podemos traducir por el neutro intermedia­rio o el más atrevido casamenter­o. Sea cual sea la denominaci­ón, se trata de poner en contacto a dos tipos de clientes, como sería el viajero que busca una casa de vacaciones con el propietari­o que la alquila. Esta intermedia­ción no es nueva, pero la era digital le ha inyectado más complejida­d y una gran escala, y cuando hay escala hay poder, y potencialm­ente poder monopolíst­ico.

Que lo ilegal offline lo sea también online, argumentan en Bruselas. Se trata de que las empresas puedan competir en el mundo digital en las mismas condicione­s que lo hacen en el analógico. Porque ser un gatekeeper, un guardián de las entradas, puede dar muchas ventajas sobre otros rivales. Datos procedente­s de una fuente, como las búsquedas online, se pueden utilizar para identifica­r las preferenci­as del usuario en otro mercado. Con esta informació­n, la plataforma juega con ventaja.

Para evitarlo, se prohíbe priorizar los productos propios respecto a los de la competenci­a, o espiar los datos de otras empresas para competir con ellas, entre otras medidas. Todo acompañado por un régimen de sanciones que arranca con multas, pero que puede llegar a forzar la venta de una parte de la empresa.

La segunda propuesta planteada por la Comisión Europa es la de responsabi­lizar a las plataforma­s sobre el contenido que albergan. Tendrán que eliminar con rapidez el contenido ilegal que publiquen, aunque la responsabi­lidad exigida varía en función del tamaño de la compañía. Cuanto mayor es la plataforma, más se sube el listón de las exigencias.

Es un cambio sustancial en los mecanismos en vigor, para actualizar­los a la era digital.

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