Vinos que no se rinden
Perinet Winery apuesta por una viticultura respetuosa con el medio ambiente cuyos caldos exporta a todo el mundo
En 1998, el cantautor Joan Manuel Serrat compró, junto con otros dos amigos, el que ahora es Perinet Winery. Plantaron 22 hectáreas de viña en la comarca del Priorat, pero cuando empezaban a recoger los primeros frutos y a elaborar los primeros vinos, les sorprendió la crisis del 2008. La situación económica llevó a los tres socios a ponerla a la venta, aunque Serrat aguantó las pérdidas de la empresa hasta encontrar a alguien que tuviera la misma pasión por la uva y el vino que tenía él. Este alguien fue un grupo de once socios de distintos países del mundo, que se hicieron con la bodega en el año 2013.
Tras pagar cerca de cinco millones de euros para la adquisición de la bodega y realizar varias inversiones para su puesta en marcha, los nuevos propietarios salieron al mercado con una producción de unos pocos miles de botellas. “Al inicio, Estados Unidos eran nuestro principal mercado, pero han sido años muy inciertos con el presidente Trump en el gobierno y, por estrategia empresarial, hemos abierto las ventas a más países”, explica Antoni SánchezOrtiz, responsable de la empresa.
En la actualidad, Perinet Winery cuenta con una producción de 70.000 botellas, el 60% de las cuales tienen como destino Estados Unidos. Se trata de vinos de gama mediaalta, con precios de entre 20 y 120 euros la botella. La bodega apuesta por una agricultura respetuosa con el medio ambiente, sin pesticidas o herbicidas, y por la recolección manual, sin maquinaria. Acaban de implantar una instalación solar para el autoconsumo de electricidad, que ha sido financiada en parte a través de la plataforma de financiación colectiva Ecrowd, acreditada por Acció.
Durante el confinamiento por la covid, los padres de Robert Rodríguez sacaban a pasear al perro de una vecina de edad avanzada que no quería salir de casa por temor al virus. Sabedor que no era un caso aislado y de los apuros económicos que sufren miles de autónomos, explica que acudió con Marcos Recolons a la incubadora Bcombinator para crear una solución que pusiera en contacto personas con necesidades cotidianas con profesionales que las llevaran a cabo. Arnaud Delubac fue el encargado de convertir la idea en una app, que el trío de fundadores ha llamado Findo. Desde su lanzamiento en diciembre del 2020, la aplicación ha sido descargada 3.500 veces y cuenta con 1.500 usuarios activos en Barcelona. Los emprendedores ya planean dar el salto a las principales ciudades de España.