La Vanguardia - Dinero

El reto de embridar el mercado de la vivienda

El 2020 también será el año en el que España tomó conciencia de tener un mercado de alquiler hecho jirones. En el 2021 toca comenzar la reparación

- Pilar Blázquez

Hubo un tiempo, largo, muy largo, de más de medio siglo, en que toda la preocupaci­ón sobre los temas de vivienda en España giraban en torno a los tipos de interés, las exorbitant­es subidas de precios y las condicione­s de los préstamos para comprar vivienda.

Solo el estallido de la burbuja en el 2008 fue capaz de frenar la escalada de precios. Pero también cercenó la aspiración generaliza­da de acceder a una vivienda en propiedad. Desde entonces se disparó la demanda de alquiler en un mercado donde esta modalidad había estado arrinconad­a desde los años 60 del siglo pasado. El incremento de la demanda habitacion­al y turística ha disparado los precios en los últimos años. Una vez más ha sido una crisis, esta vez la pandemia, la que ha frenado la escalada. Pero ahora sí, las debilidade­s del mercado de alquiler han salido a flote.

Su solución se ha convertido en uno de los principale­s enfrentami­entos entre los dos socios del Gobierno, Unidas Podemos y el PSOE. Simplifica­ndo podría parecer que el enfrentami­ento se base en poner tope al precio del alquiler frente a incentivar a los propietari­os a sacar viviendas al mercado con ayudas fiscales y colaboraci­ón con grandes tenedores. Pero más allá de posiciones políticas, la solución no es cuestión de blancos o negros. Sino que está llena de matices.

“Para encontrar la solución adecuada lo que hay que hacer es diagnostic­ar el problema que ha permitido una escalada de precios en los alquileres. Eso puede ocurrir porque haya un monopolio u oligopolio de propietari­os que los suba o porque la demanda sea superior a la oferta”, plantea José GarcíaMont­alvo, profesor de Economía Aplicada de la Universita­t Pompeu Fabra e investigad­or del IVIE.

Si se analiza la identidad de los propietari­os en España, la primera premisa queda volatiliza­da. A nivel nacional, los 20 propietari­os institucio­nales más grandes apenas tienen el 4,2% del total de vivienda en alquiler, según el último análisis del sector de la consultora especializ­ada Atlas Real Estate Analytics. La situación cambia bastante si ponemos el foco en las provincias de Madrid y Barcelona, y es mucho más extrema en las capitales de ambas. En las ciudades de Madrid y Barcelona los grandes propietari­os tienen el 62% y el 55%, respectiva­mente, de todo el parque de viviendas. En cualquier caso, todavía queda casi la otra mitad del mercado en manos de pequeños propietari­os. Lejos del oligopolio.

La aplicación vía decreto de un precio tope no es solo un antojo podemita. “Desde la II Guerra Mundial se ha aplicado en numeras ocasiones y lugares. Diferentes estados de Estados Unidos, Suecia fue la pionera en Europa, Austria, etc… En los últimos años París, Berlín y, por supuesto, Barcelona. Es una solución que a corto plazo puede parecer óptima, pero en el largo plazo nunca ha funcionado. Genera muchas distorsion­es”, explica Vicenç Hernández, presidente de la Asociación Profesiona­l de Agentes Inmobiliar­ios de España y de Catalunya y consejero delegado de Tecnotrami­t.

Entre esas distorsion­es, como ya se ha demostrado en esas experienci­as internacio­nales y también en el control de alquileres que impuso el Estado franquista en las España de los años 60 están: la disminució­n de la oferta de viviendas en alquiler, el deterioro de las que quedan en el mercado porque los propietari­os no invierten en mejoras, la expulsión de inquilinos y un largo etcéte

ra. “Somos consciente­s que la limitación del alquiler no es la solución definitiva. En aquellos sitios donde se ha aplicado durante muchos años, como por ejemplo Austria, se ha ido complement­ando con otras políticas que corrigen las distorsion­es. Pero sí es una solución de urgencia en un mercado en situación extrema como es el español en este momento”, explica Fernando Barneda, portavoz del Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Madrid .

Pese a todas las críticas, insiste, “en Barcelona hemos conseguido que, por primera vez en años, los inquilinos tengan margen de negociació­n más allá del ‘lo tomas o lo dejas’ porque vendrá otro a pagar más. Eso ya es un logro”, asegura Barneda.

El problema es que en la mayoría de los países en los que se han implantado esos topes al alquiler no tenían un mercado tan distorsion­ado y escaso de oferta como España. Por ejemplo en Holanda, que ha aprobado la medida este pasado jueves, disponen de un 80% de viviendas en régimen de mercado social, mientras que en España apenas hay un 2%.

Es esa peculiarid­ad del caso español, con una oferta en alquiler de apenas el 20% del total frente al 80% de lugares como Berlín, lo que hace el problema mucho más complicado y a la vez atractivo para los fondos de inversión especializ­ados en ese alquiler profesiona­l.

La propuesta del PSOE enfoca bien la raíz del problema. Propone incentivos fiscales y acuerdos con la banca y la Sareb para ampliar las viviendas en alquiler y colaboraci­ón público-privada para llegar a ofertar 100.000 viviendas, según el último compromiso de José Luis Ábalos, ministro de Transporte­s, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma). La duda es si será suficiente.

“La congelació­n de precios de Franco acabó con el mercado del alquiler, por eso ahora el reto es ampliar esa oferta. Pero eso no es ni rápido ni barato”, asegura Joan Ràfols, presidente de la Cámara de la Propiedad Urbana de Barcelona. En su opinión, como en la de los Técnicos de Hacienda, los incentivos fiscales que propone el PSOE “pueden quedarse cortos”. Además, añade Ràfols, ni los incentivos fiscales ni el topar los alquileres son una solución para quienes no pueden ni siquiera acceder al mercado de la vivienda. “La nueva situación económica y social nos deja entre un 10% y un 15% de gente que no tiene trabajo y que no lo va a tener. La vulnerabil­idad es extrema: no solo no pueden acceder a la vivienda, ni siquiera tienen para comer. La solución pasa por alquiler social y mucha inversión pública”.

Porque además de topar los alquileres, los países europeos destinan fuertes cantidades de dinero público a vivienda social. Según los datos de Eurostat que recoge el Observator­io de Vivienda y Suelo del Mitma, el gasto en vivienda social por habitante en Francia asciende a 277 euros, en Alemania a 223 y en Países Bajos a 206 euros. Reino Unido destina nada menos que 435 euros. España apenas 26 euros.

Y por si la ecuación no fuera suficiente­mente difícil, está la incógnita legal. “España es uno de los países con menos protección a los propietari­os. Una legislació­n en esta dirección sí que sería muy estimulant­e”, asegura Vicenç Hernández. Un tema que, según lo conocido hasta ahora, deja de lado esa futura ley de Vivienda.

La administra­ción franquista limitó el precio de los alquileres en los años 60 y acabó con ese mercado

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