El mito del teletrabajo
Vamos a ser claros.
A eso de que el teletrabajo ha venido para quedarse me gustaría ponerle algunos matices. Porque el teletrabajo ni va a ser universal, ni habitual, ni necesariamente positivo. Ha venido para unos pocos, de vez en cuando y con tantas ventajas como inconvenientes.
Un reciente estudio de Randstad demuestra que apenas poco más de uno de cada cinco profesionales en España podrá teletrabajar. El resto, dada la naturaleza y condiciones necesarias de su prestación, simplemente, no podrá hacerlo nunca. Durante la pandemia ha teletrabajado mucha gente que, en el momento en que pase esta pesadilla, no podrá volver a hacerlo nunca más.
“Me acuerdo de cuando teletrabajaba. ¡Qué tiempos aquéllos!”. Eso dirán cuatro de cada cinco profesionales.
Respecto a la habitualidad, este es otro mito que se caerá dentro de unos meses. La ley del teletrabajo establece que no puede aplicarse la ley si el desempeño desde casa es debido a la pandemia. Y que cuanto ésta termine, para que se pueda aplicar la ley, el trabajo desde casa ha de ser, como mínimo, del 30% de las horas. Unos dos días a la semana o cuatro medios días, en casa. En caso contrario, todos los acuerdos de reparto de gastos de internet, electricidad, equipos informáticos no podrán aplicarse. A las empresas estos costes adicionales solo le serán rentables si acaso pueden ahorrárselos en espacio de oficina y mobiliario.
La persona que combina el teletrabajo con el lugar físico, por tanto, no produce apenas ahorro, a no ser que se diseñen mesas de trabajo no fijas y rotatorias, cosa que no siempre puede hacerse. Tanto por la disposición de los trabajadores como por las características de los espacios de trabajo.
Y por lo que respecta a la positividad, más de lo mismo. No está nada claro que la gente prefiera teletrabajar. Las recientes encuestas y estudios sobre tal cuestión desvelan que, si bien hay un ahorro de tiempo de desplazamiento y mejor conciliación, un 30% de las personas que han teletrabajado afirman que no repetirían nunca esta experiencia. Hay personas que están literalmente hasta la coronilla de trabajar en casa y de relacionarse a través de pantalla.
Lo que sí se ha abierto es la mentalidad empresarial para diseñar un posible esquema de teletrabajo. Digamos que la predisposición a intentarlo ha arraigado. Pero hasta mediados del 2022 no podremos realmente valorar cuánto de todo esto quedará y si lo del teletrabajo fue un cambio real o un mito que solo la pandemia consiguió sostener.