A la sombra del ‘moto sharing’
‘La Vanguardia’ se adentra en el cerebro del servicio de moto compartida de Acciona en Barcelona para descubrir el preciso engranaje de toda la operativa en tiempo real
En el mapa dinámico de Barcelona, proyectado en la pantalla gigante de la sala, se aprecia lo que puede ser algo anómalo en tiempo real. No es una sospecha, rápidamente se confirma. “Esto es algo poco habitual que debemos seguir con atención para reaccionar rápidamente llegado el momento”, alerta Jordi Cuevas al cronista. Un punto azul se ubica fuera de los límites de Barcelona, cuando la práctica mayoría se sitúa dentro de la superficie de la ciudad. El punto azul es un usuario en ruta con una moto eléctrica. Y es una situación permitida, pero poco habitual, porque el usuario se encuentra a varios kilómetros de distancia de la zona contractual del servicio y la carga de la batería es baja. “Quizá el usuario no pueda llegar a su destino, de vuelta, y tendremos que informarle e, incluso, asistirle”, confiesa Cuevas. Él es el City manager de Acciona en Barcelona, el máximo responsable del centro de control de moto compartida de la compañía en la ciudad. Dirige el cerebro y las tripas del servicio. El hogar de jockeys, swappers y recolectores. Bienvenidos a lo que, en muchas ocasiones, no se aprecia a simple vista del líder mundial en motos eléctricas compartidas. Bienvenidos a la sombra del moto
sharing en Barcelona. Arrancamos.
El contexto es relevante para entender el auge de la movilidad multimodal, compartida y sostenible. En el albor aún de la década en la que se aspira a cumplir los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU –entre ellos, el 13, de Acción por el Clima– las ciudades siguen inmersas en una situación problemática por la contaminación ambiental. Según una reciente investigación publicada en
The Lancet Planetary Health, y liderada por el Instituto de Salud Global de Barcelona junto a un equipo de investigadores suizos y holandeses, grandes ciudades de España, Bélgica, Francia o Italia acumulan los peores datos de mortalidad asociada al dióxido de nitrógeno, un contaminante derivado, entre otros, del tráfico rodado. A esto se añade la concentración de la población mundial en los núcleos urbanos. En España, por ejemplo, el 80% de la población vive en áreas urbanas, lo que genera parte de la citada contaminación ambiental –y acústica–, pero también un mayor número de atascos. La crisis sanitaria de la covid-19 también juega un papel importante en el creciente uso de los servicios de moto compartida.
Son ya un elemento integrado en las urbes como Barcelona, Madrid, Valencia o Bilbao. Están ahí, aparcadas.
‘Jockeys’, ‘swappers’ y recolectores se encargan de atender las dudas de los usuarios y resolver todas las incidencias