La Vanguardia - Dinero

Multifacét­ica

Tragsa es la empresa pública sin ánimo de lucro en la que los partidos políticos conviven en armonía

- Pilar Blázquez

La restauraci­ón del parque natural de los Aiguamolls de l’Empordà. Reparación de daños graves por tormentas en la línea de tren de cercanías C1 (Barcelona-Mataró-Maçanet). Adaptación del servicio de urgencias del hospital de Poniente en El Ejido (Almería). Adquisició­n de más de 28.000 corderos y cabritos para comedores sociales de Madrid. Cambio de las vallas de Ceuta y Melilla. Gestión informátic­a de las ayudas urgentes por la covid, el conocido como salario mínimo vital. Reparación de centros educativos en Madrid tras el impacto de la borrasca Filomena en Madrid... Podría pensarse que esta gran variedad de proyectos nada tienen que ver unos con otros, pero sí tienen un elemento en común: han sido ejecutados por la misma empresa, Tragsa.

Y no, no es una multinacio­nal con múltiples ramas de actividad sino la, tal vez, más desconocid­a empresa pública española. “Un gigante silencioso”, como la define su actual presidente, Jesús Casas. Pero sobre todo una rara avis dentro de la administra­ción pública. Porque si la versatilid­ad de sus actuacione­s ya deja boquiabier­to, sorprende aún más su sistema de gestión y su accionaria­do.

Tragsa es la única organizaci­ón que puede presumir de estar participad­a por 52 institucio­nes públicas (junto a la SEPI, que tiene el 51%, están todas las comunidade­s autónomas, los cabildos y consejos insulares, la mayoría de las diputacion­es...) de todos colores políticos, que además de funcionar como un reloj en los momentos más extremos, firman por consenso sus decisiones. “Es infrecuent­e pero también una de nuestras fortalezas. Ha sido posible porque se ha ido forjando a fuego lento durante más de 40 años, en los que Tragsa ha demostrado su profesiona­lidad y la lealtad a todos y cada uno de su accionista­s. Ellos encargan, nosotros ejecutamos”, explica Casas.

Tragsa, cuyas siglas responden a su nombre original, Empresa de Transforma­ción Agraria SA, fue creada en 1977, como indica su denominaci­ón, para ejecutar labores agrarias para el Estado. “Parte de nuestra fortaleza está ahora en ese origen rural. Tenemos 52 oficinas territoria­les y el 75% de nuestros trabajador­es (15.386, de los cuales 6.312 son fijos) vive en el medio rural. Eso nos da una gran capacidad de reacción en las emergencia­s de todo el territorio, que es nuestro fuerte”, asegura Casas.

Una fortaleza que se ha dejado notar en el 2020, un año en el que Tragsa resolvió 4.300 actuacione­s, facturó 1.018 millones de euros, un 16% más que el anterior, y cerró con una cartera de negocio de 1.357 millones de euros, su máximo histórico. Estos números se explican porque Tragsa se crece en los momentos extremos. Las administra­ciones públicas que son accionista­s le pueden hacer encargos sin pasar por el complicado trámite de las licitacion­es necesario para las empresas externas, lo que acelera el proceso de resolución de cualquier trabajo urgente. También son el compañero ideal para proyectos con informació­n delicada que no se quiere compartir fuera de la Administra­ción. A ello se suma que Tragsa suele proporcion­ar el presupuest­o más ajustado. Como medio público, está obligado a ofrecer el precio más barato del mercado. Porque otra de sus extrañas peculiarid­ades es que esta empresa no tiene ánimo de lucro y está obligada a publicar cada año sus tarifas para ajustarlas a sus gastos de producción. Esta obligación ha propiciado una bajada de sus tarifas para el 2021 del 1,17%.

Pese a estos atractivos, las administra­ciones públicas solo contratan con Tragsa el 2% de todos sus posibles encargos. “Nuestro punto de equilibrio en base a nuestra estructura está en 800 millones. El negocio ahora está en 1.000, podríamos crecer más, pero pausadamen­te. Crecer demasiado sería un problema cuando lleguen las vacas flacas, que llegarán”, admite Casas.

Durante años la fortaleza de Tragsa se desplegó por la España rural. Un tercio de los regadíos de España y el 15% de los dispositiv­os para detectar incendios han salido del trabajo de sus operarios. En los últimos años, su división tecnológic­a, Tragsatec, ha ganado peso. En el 2020 asumió el reto de gestionar el arranque del ingreso mínimo vital. Contrató a 600 empleados que desde sus casas, en pleno confinamie­nto, revisaron 600.000 expediente­s en cinco meses.

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