La fiesta del trabajo
Festivo de trabajar. Hacer fiesta del trabajo. Tiendo a pensar que el mundo se divide entre aquellos a quienes gusta el trabajo que hacen y a los quien no. Estos segundos solo se sienten satisfechos en la medida en que la falta de utilidad de lo que hacen viene compensada por los salarios que reciben. Para unos, el reloj a menudo no cuenta; para otros, marca el vía crucis. Todo eso depende de los incentivos prevalentes para cada uno, que pueden permitir hacer del trabajo un suplicio o una fiesta. En las escuelas de negocio se dice que la motivación extrínseca, el dinero, tiene que rehacer con creces lo que no dé la motivación intrínseca o
trascendente. Aquello que hace satisfactorio un puesto de trabajo, más allá de unos mínimos de
higiene, es que la tarea efectuada sea enriquecedora, que permita nuevos aprendizajes, encontrando reconocimiento más allá de la retribución. No todos los trabajos contienen estos elementos con las proporciones adecuadas. Con la epidemia hemos visto de las dos clases de manera asimétrica. Aplausos para unos y poco reconocimiento de esencialidad para otros: los de la logística, limpieza, transporte. En estos últimos, la compensación no les ha llegado, pero la sociedad les está en deuda.
El trabajo enriquece en la medida en que acumula capital de conocimiento, y se afana que no se vuelva obsoleto, permitiendo el mantenimiento de la productividad a pesar de la edad. En los trabajos más valiosos, el hecho de que se les amplíe contenido y relación con otras funciones y responsabilidades ( job enlargement) ayuda a su mejora. Como los contenidos varían, así la tarea es más creativa. Aumentándolos en su alcance y amplitud y en los beneficios compartidos, también. Todo eso es más difícil en trabajos rutinarios, desgastadores, aburridos, pero no imposible. Algunos de estos están siendo sustituidos ya por la robótica. Eso no tiene que comportar pérdida de bienestar de los afectados si se acompaña con apoyo público. Que nadie pierda (los compensados) y alguien gane: la productividad y la eficiencia del esfuerzo realizado con medios mejorados. Y la inteligencia artificial ciertamente traerá nuevos trabajos y mejorados.
Mientras tanto, la mejora del salario mínimo es el mejor antídoto, más importante que la llamada renta básica universal (que, en realidad, ni es renta, ni suficiente para los básicos, ni nunca es para todo el mundo). La política pública tiene que pivotar desde el trabajo, ayudando a aquellos a quienes el mercado confina hoy como
working poors, no desde el condicionante de no tener renta para tener derecho a ayuda. Mover el receptor hacia el workfare, a pesar de vivir del
welfare. En el trabajo menos enriquecedor tendríamos que considerar, en todo caso, otros elementos: más libertad de horarios con el fin de conciliar y menos horas de trabajo efectivo organizando mejor las rotaciones, algún complemento de formación y compañerismo para la socialización que lo hagan atractivo.