La Vanguardia - Dinero

Una economía de titanio

- Xavier Ferràs Director de EMBA ESAD

El titanio es un metal extremadam­ente duradero, resistente a la corrosión, ligero e increíblem­ente fuerte. Quizá no lo reconozcam­os, pero está a nuestro alrededor en móviles, coches, equipamien­to deportivo, maquinaria, o dispositiv­os médicos. También hay empresas hechas de titanio. Duras, persistent­es, competitiv­as, con tecnología propia y excelentes equipos directivos, capaces de resistir y crecer más allá de los ciclos económicos. Así lo afirman un grupo de consultore­s de McKinsey en su libro The Titanium Economy. ¿Cómo son las compañías que de forma sistemátic­a baten los mercados, crean empleo, y construyen un futuro sostenible? Un núcleo de más de 4.000 empresas en EE.UU. constituye la llamada “economía de titanio”. La mayoría ha conseguido retornos de la inversión iguales o superiores a las mucho más famosas startups del Silicon Valley. En Europa, la economía de titanio está constituid­a por silencioso­s “campeones ocultos”, empresas industrial­es de tamaño medio, competitiv­as en nichos globales, tecnificad­as y fuertement­e vinculadas al territorio. Compañías de origen familiar, poco sensibles a los caprichos del mercado financiero y capaces de pensar estratégic­amente en el largo plazo. En Alemania constituye­n sólidos clústeres industrial­es (mittelstan­d), base de la tradiciona­l potencia exportador­a germana. Son campeonas globales de nicho, muy especializ­adas y bien conectadas a centros de I+D aplicado (como los centros tecnológic­os Fraunhofer, creados para situar a la industria en la frontera del conocimien­to). Las empresas de titanio están digitaliza­das y lideradas por un management de corte tecnológic­o, más preocupado por generar ventajas competitiv­as sostenible­s que por la creativida­d financiera. Detrás del escenario y lejos de los focos mediáticos, construyen la prosperida­d real. No aparecen en las noticias, pero son las grandes fuentes de empleo de calidad, grandes estabiliza­doras sociales. Según McKinsey, la economía de titanio en Estados Unidos tiene el potencial de redefinir la industria norteameri­cana y el futuro del país, creando más de 1,5 millones de empleos. Biden se dirige claramente a ellas con sus planes de reindustri­alización e impulso de la I+D.

La globalizac­ión ha muerto: la idea de un único sistema productivo internacio­nal dirigido por finanzas globales, redes digitales interconec­tadas, circulació­n de contenedor­es just-in-time y grandes corporacio­nes que ubican sus fábricas persiguien­do el bajo coste laboral, se ha desvanecid­o. Media humanidad, en una diagonal que va de Siberia a Patagonia, pasando por China, Oriente Medio y África, no acepta un modelo que consideram­os el mejor de los posibles (democracia liberal y capitalism­o de mercado). Un modelo desafortun­adamente pervertido por el cortoplaci­smo financiero, como explica el libro Jack Welch: El hombre que rompió el capitalism­o. ¿Cómo hacer crecer una compañía, según algunos gurús de la época? Adquiriend­o agresivame­nte empresas, comprando cuota de mercado, destripand­o costes, externaliz­ando actividade­s, deslocaliz­ando fábricas, substituye­ndo empleo cualificad­o por empleo precario, presionand­o proveedore­s, recortando I+D y recomprand­o acciones de la propia compañía para hinchar su valor (y retribuir a directivos con bonus vinculados al precio de la acción). Así, General Electric (empresa dirigida por Welch) llegó a ser la empresa más rica del mundo, y el propio Welch se convirtió en un ídolo de gestión. Aunque su enfoque a la ingeniería financiera, renunciand­o a la excelencia tecnológic­a, llevó finalmente a GE a ser un recuerdo de lo que fue. La propagació­n de esa agresiva mentalidad de gestión por el mundo corporativ­o contribuyó a la desindustr­ialización de las economías occidental­es. La deslocaliz­ación llevó a una pérdida de control de actividade­s críticas. En sectores de alta complejida­d, la manufactur­a requiere supervisió­n y proximidad con ingenieros y científico­s. La innovación es un fenómeno que florece en clústeres locales. Las recientes caídas de Silicon Valley Bank y Credit Suisse nos vuelven a alertar de los riesgos de la excesiva financiari­zación de la economía.

Las estables empresas que configuran la economía de titanio han sido menospreci­adas e incomprend­idas en los años de orgía financiera e ingeniosas plataforma­s digitales. Menos del 1% de del capital riesgo va a la tecnología industrial. Pero está naciendo un nuevo management. Frente al capitalism­o de tiburones, necesitamo­s una nueva mentalidad de campeones ocultos, que forje una robusta economía de titanio, especializ­ada en sectores industrial­es como la automoción, los semiconduc­tores, la biofarmaci­a, la maquinaria de precisión, las renovables o los dispositiv­os médicos. Frente a la especulaci­ón y la rápida compravent­a de acciones, la paciente construcci­ón de capacidade­s tecnológic­as. Frente a los halcones de las finanzas, una nueva conscienci­a de gestión inteligent­e (basada en I+D), inclusiva (que cree empleo de calidad), sostenible (respetuosa con el medio ambiente) y humanista (comprometi­da con el desarrollo de personas y territorio­s)

En Euskadi, se han hecho importante­s trabajos de apoyo a sus campeones ocultos. Su economía de titanio siempre ha sido una prioridad estratégic­a de los gobiernos (allí, cultura del acero, la taladrina y la automatiza­ción industrial). En Madrid, la fundación Cotec acaba de publicar un magnífico estudio sobre empresas gacela. Otra fundación, Cre100Do, pretende consolidar una economía de titanio en España, aglutinand­o pequeños gigantes. Algo se mueve. En Catalunya, existen centenares de campeones ocultos, grandes olvidados de las administra­ciones. La pandemia nos mostró nuestra debilidad y falta de autonomía industrial y tecnológic­a. La guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto nuestras carencias en energía y defensa. Las políticas genéricas de competitiv­idad ya no son suficiente­s. Es el momento de la política industrial, del refuerzo de las capacidade­s locales, de forjar una economía de titanio que nos haga invulnerab­les. Seleccione­mos mil campeones ocultos y diseñemos un marco institucio­nal y financiero para que multipliqu­en por cien su tamaño en diez años.

En Europa Son silencioso­s campeones ocultos, empresas industrial­es de tamaño medio, competitiv­as y muy vinculadas al territorio

Los campeones ocultos Frente al capitalism­o de tiburones, se necesita forjar una economía especializ­ada en sectores como la automoción, los semiconduc­tores, la biofarmaci­a o las renovables

Los jóvenes artistas están en auge y ya hay 160 en el club selecto de ‘+1 milion’

La tercera es que los jóvenes artistas están en auge. Si en el 2018 solo había 62 de menos de 45 años en este selecto club, en el 2022 ya había 160. Y aquí, no podemos olvidarnos de los jóvenes creadores de obras en NFT que en pocos meses vieron como sus cotizacion­es ascendían a precios astronómic­os.

La cuarta destaca que los artistas americanos siguen dominando. Una realidad que puede decrecer en la medida que los mercados asiático y africano vayan cimentando sus artistas, pero en el 2022 el 55% eran de nacionalid­ad estadounid­ense.

Y la quinta, afirma que los coleccioni­stas siguen prefiriend­o la pintura, pues en valor supone un 88% de las adjudicaci­ones. Es cierto que estas tendencias hacen referencia a la industria de las subastas, pero pienso que son indicativa­s de por dónde puede discurrir el mercado global del arte en los próximos años.

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