Estrés por tipos de interés

Hace un año, la Reserva Federal de EE.UU. comenzó a subir los tipos de interés para controlar la inflación. El Banco Central europeo siguió sus pasos meses después. En el frente financiero, todo parecía tranquilo. Después de años, los bancos comerciales tenían la oportunidad de ampliar el diferencial entre los tipos de interés de los depósitos y los préstamos. El endurecimiento monetario de los bancos centrales les brindaba la oportunidad de mejorar su margen de interés y sus beneficios.

Sin embargo, un año después, las cosas cambiaron abruptamente con el colapso de los bancos regionales estadounidenses y del gigante suizo Credit Suisse en Europa. Algo se había roto. Las subidas de tipos no son “el curalotodo” y tienen sus riesgos. Ahora estamos experimentando las primeras consecuencias de políticas de tipos de interés extremadamente bajos durante tantos años, reemplazados por un rapidísimo ajuste al alza. Entre ellas, se incluyen la desaceleración de la economía debido a la ralentización del consumo y la inversión. Un mayor coste de financiación implica un mercado inmobiliario más débil y mayores tasas de morosidad en los préstamos. Además, conlleva grandes pérdidas en las carteras de bonos de los bancos, donde habían invertido el dinero de los depositantes, si no han realizado las pertinentes coberturas, y la salida de estos últimos en busca de rentabilidades superiores a las que les ofrecen los bancos en sus cuentas de depósito, como es el caso de Silicon Valley Bank.

Ante el estrés del sector bancario, es probable que se endurezcan las condiciones financieras, reduciendo así la oferta de crédito e intensificando el riesgo de recesión. Los problemas del sector se suman a una inflación obstinadamente alta, y los bancos centrales se debaten entre mantener la estabilidad financiera y la de precios. Es esencial que encuentren un equilibrio .

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