La Vanguardia - Dinero

La inacción administra­tiva con el alquiler social

- Mateu Tersol Andols Presidente de Fecocat

La oferta de vivienda de alquiler social en Catalunya se sitúa en torno al 1,6% del total del parque de viviendas de primera residencia, cuando la media en la Unión Europea es del 15% y alcanza, en naciones socialment­e avanzadas como los Países Bajos, el 29%. El presupuest­o público en política de vivienda en nuestro país equivale al

0,1% del PIB, frente a la media del 0,6% del PIB de la Unión Europea.

Las transaccio­nes de viviendas en régimen de compra en el mercado español han sido muy variables en los últimos veinte años (entre 350.000 en el 2013 y más de un millón en el 2005). También el porcentaje entre vivienda nueva y de segunda mano, con prevalenci­a de obra nueva en períodos de fuerte crecimient­o y de segunda mano en momentos de recesión o incertidum­bre. Con todo, puede adoptarse como orden de magnitud prudente una capacidad de absorción de unas 400.000 viviendas por año en el mercado español y de unas 80.000 por año en el mercado catalán.

Con estas magnitudes es difícil que la oferta pública por sí sola logre modular los precios del mercado. Un segundo factor de contexto es que la demanda se localiza preferente­mente en las grandes áreas metropolit­anas. Por último, se constata que en los últimos años, el porcentaje de renta familiar disponible para pagar las hipotecas está aumentando (por encima del 30% no es un volumen deseable) y especialme­nte desde la subida de los tipos de interés.

Este contexto ha generado una situación de emergencia habitacion­al que no se resuelve con las acciones políticas recienteme­nte anunciadas por la Generalita­t y por el Gobierno del Estado, dado su insignific­ante papel en relación al mercado y a la necesidad acumulada. En el caso del Gobierno del Estado, además, la opción de destinar a alquiler social los pisos de la Sareb no parece muy adecuada, ya que sus emplazamie­ntos no se encuentran, en su mayoría, en las zonas con mayor necesidad.

La histórica incapacida­d del mercado libre de satisfacer la demanda de viviendas de alquiler a precios asequibles se ha visto agravada en los últimos cinco años con una producción casi nula en las zonas de alta demanda.

La principal causa de todo ello es la carencia de un marco legal estable que favorezca la inversión de capital en este tipo de operacione­s, especialme­nte para aquellas zonas de mayor actividad económica en las que se da también una mayor concentrac­ión de población.

La situación es sobradamen­te conocida por la Administra­ción. El pasado 3 de marzo, el presidente Pere Aragonès anunció la edificació­n de 10.000 nuevos pisos de alquiler social en tres años. Él mismo recordó que el acceso a la vivienda no es un lujo, sino un derecho esencial de la ciudadanía.

Dar una respuesta adecuada y efectiva a las necesidade­s creadas en ese ámbito generaría beneficios sociales y económicos para nuestro país. Socialment­e, la vivienda constituye un derecho básico, y cuando no se atiende a este compromiso se convierte en fuente de desigualda­des entre los ciudadanos, de vulnerabil­idad de las personas y de caída de la cohesión social. Es uno de los factores determinan­tes de la evolución demográfic­a de la población, de la formación de hogares y la emancipaci­ón de los jóvenes, de las tasas de natalidad y del equilibrio territoria­l

En cuanto a la órbita económica, la construcci­ón aporta un efecto tractor muy importante a nivel de ocupación y de recaudació­n impositiva: por cada vivienda que se edifica se generan 2,4 puestos de trabajo, de los que 1,6 son directos (trabajador­es por cuenta ajena y autónomos) y el retorno fiscal entre las diferentes administra­ciones (estatal, autonómica y local) supera el 20% del precio de venta de cada vivienda.

Clave La vivienda es factor determinan­te de la evolución demográfic­a, de la formación de hogares y la emancipaci­ón de los jóvenes

La solución a esta problemáti­ca debería sustentars­e sobre tres fundamento­s: en primer lugar, un incremento de la inversión de la administra­ción pública destinada a este tipo de promocione­s inmobiliar­ias. La política para dotar de un parque de vivienda pública para alquiler asequible requiere de un plan estratégic­o de, al menos, ocho o diez años, dado el retraso acumulado. Además, hay que tener en cuenta que este dinero no genera déficit corriente, un efecto temido por las administra­ciones públicas, sino que supone incrementa­r el patrimonio al servicio de la ciudadanía y permite un cierto carácter rotatorio para los jóvenes que se emancipan y aumentan sus ingresos al cabo de unos años. En segundo lugar, resulta esencial una adecuación de la normativa para favorecer la producción de este tipo de vivienda social. Y, por último, es imprescind­ible la colaboraci­ón público-privada para dar respuestas adecuadas y eficientes a las necesidade­s existentes porque sólo con inversión pública el esfuerzo sería, con seguridad, inabordabl­e por las cuentas públicas o el cambio en los porcentaje­s del régimen de tenencia se alargaría demasiados años.

El sector de la construcci­ón en Catalunya está comprometi­do en la definición y aplicación de fórmulas que reviertan la actual parálisis en la producción de pisos que frenen la emergencia habitacion­al que estamos viviendo. Es una necesidad urgente establecer un marco normativo y unos mecanismos que faciliten la creación de un parque estable de alquiler a precios regulados por parte de las administra­ciones públicas, con el objetivo de facilitar el acceso de la población, tal y como prevé el artículo 47 de la Constituci­ón, a una vivienda digna.

Necesitamo­s que los poderes públicos asuman definitiva­mente que deben planificar una política de vivienda a largo plazo que comporte destinar más recursos públicos que permitan, poco a poco y de forma progresiva pero sostenida, ir reduciendo el gap que nos separa de la media europea. Sin duda esta medida sería más efectiva que una voluntaris­ta intervenci­ón del mercado (límite legal a las subidas de los alquileres) que puede tener un efecto de retracción de la oferta global de pisos en alquiler, lo que en sí mismo es parte del problema.

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