La Vanguardia - Dinero

¿Techo de la deuda norteameri­cana?

- Luis Fernando Coello Analista de Banca March

“Bien, excursioni­stas, arriba, despertad y no olvidéis los descansos porque hoy hace mucho frío”. Esa es la frase que suena una y otra vez en la radio de la famosa película Atrapado en el tiempo.

Las discusione­s entre demócratas y republican­os acontecida­s esta semana sobre el techo de la deuda y el pequeño logro conseguido por el presidente de la Cámara de Representa­ntes, Kevin McCarthy, bien recuerdan al día de la marmota.

¿Habrá entendimie­nto antes de que expire el plazo al comienzo del verano? ¿O estamos, una vez más, ante la eterna escenifica­ción del desentendi­miento entre los dos principale­s partidos, que bien podría llevar a Estados Unidos a un impago de sus obligacion­es?

Desde que en 1917 se habilitara al Gobierno para emitir deuda en nombre del Estado, capacidad que antes exclusivam­ente recaía en las Cortes, se estableció un límite a la emisión de deuda pública que solo puede alterarse con la conformida­d de las cámaras parlamenta­rias.

De todas formas, fue en

1939, en los albores de otra guerra mundial, cuando se configuró el techo de deuda tal y como lo conocemos hoy, como un límite sobre toda la deuda emitida por el Gobierno americano. Esta barrera se estableció en 45 mil millones de dólares. Sin embargo, se elevó hasta 300 mil millones al final de la guerra, sin ninguna complicaci­ón.

Los primeros conflictos en esta espiral comenzaron en 1953, cuando el Senado retrasó la ampliación del techo de deuda tras el creciente endeudamie­nto provocado por la Guerra de Corea. Para superar este episodio, fue necesario que el Tesoro americano vendiera parte de su oro para evitar el impago. Una situación que, tras arduas negociacio­nes, se superó en 1954, con la ampliación del techo.

Más recienteme­nte, con Trump, el Gobierno cerró durante dos semanas hasta que, una vez más, hubiera acuerdo para aumentar el límite. El último incremento se produjo en el 2021, hasta los 31,4 billones de dólares, barrera que se alcanzó este 19 de enero. Desde entonces, el Tesoro americano no puede emitir nueva deuda.

Aunque pueda parecer dramático, las consecuenc­ias en los mercados financiero­s han sido más leves: el S&P 500 cayó un 15% únicamente tras el episodio del 2011 mientras que, en el resto de las ocasiones, la bolsa acabó igual o por encima. No obstante, esta vez las acciones han calado más hondo, pues el seguro de impago sobre la deuda americana a un año se sitúa a niveles no vistos desde que hay datos ante una creciente incertidum­bre.

En nuestro caso pensamos que estamos transitand­o un ciclo más, ya que, tras 70 años de constantes rencillas, la negociació­n del techo de deuda siempre termina con una nueva ampliación y, como en el día de la marmota, el despertado­r se vuelve a reiniciar. Eso sí, a la espera de que vuelva a sonar a las seis de la mañana en la ciudad de Punxsutawn­ey.

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