¿Techo de la deuda norteamericana?
“Bien, excursionistas, arriba, despertad y no olvidéis los descansos porque hoy hace mucho frío”. Esa es la frase que suena una y otra vez en la radio de la famosa película Atrapado en el tiempo.
Las discusiones entre demócratas y republicanos acontecidas esta semana sobre el techo de la deuda y el pequeño logro conseguido por el presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, bien recuerdan al día de la marmota.
¿Habrá entendimiento antes de que expire el plazo al comienzo del verano? ¿O estamos, una vez más, ante la eterna escenificación del desentendimiento entre los dos principales partidos, que bien podría llevar a Estados Unidos a un impago de sus obligaciones?
Desde que en 1917 se habilitara al Gobierno para emitir deuda en nombre del Estado, capacidad que antes exclusivamente recaía en las Cortes, se estableció un límite a la emisión de deuda pública que solo puede alterarse con la conformidad de las cámaras parlamentarias.
De todas formas, fue en
1939, en los albores de otra guerra mundial, cuando se configuró el techo de deuda tal y como lo conocemos hoy, como un límite sobre toda la deuda emitida por el Gobierno americano. Esta barrera se estableció en 45 mil millones de dólares. Sin embargo, se elevó hasta 300 mil millones al final de la guerra, sin ninguna complicación.
Los primeros conflictos en esta espiral comenzaron en 1953, cuando el Senado retrasó la ampliación del techo de deuda tras el creciente endeudamiento provocado por la Guerra de Corea. Para superar este episodio, fue necesario que el Tesoro americano vendiera parte de su oro para evitar el impago. Una situación que, tras arduas negociaciones, se superó en 1954, con la ampliación del techo.
Más recientemente, con Trump, el Gobierno cerró durante dos semanas hasta que, una vez más, hubiera acuerdo para aumentar el límite. El último incremento se produjo en el 2021, hasta los 31,4 billones de dólares, barrera que se alcanzó este 19 de enero. Desde entonces, el Tesoro americano no puede emitir nueva deuda.
Aunque pueda parecer dramático, las consecuencias en los mercados financieros han sido más leves: el S&P 500 cayó un 15% únicamente tras el episodio del 2011 mientras que, en el resto de las ocasiones, la bolsa acabó igual o por encima. No obstante, esta vez las acciones han calado más hondo, pues el seguro de impago sobre la deuda americana a un año se sitúa a niveles no vistos desde que hay datos ante una creciente incertidumbre.
En nuestro caso pensamos que estamos transitando un ciclo más, ya que, tras 70 años de constantes rencillas, la negociación del techo de deuda siempre termina con una nueva ampliación y, como en el día de la marmota, el despertador se vuelve a reiniciar. Eso sí, a la espera de que vuelva a sonar a las seis de la mañana en la ciudad de Punxsutawney.