La Vanguardia - Dinero

Ni artificial ni inteligent­e

Kate Crawford muestra que la actual inteligenc­ia artificial es una gran industria extractiva y sesgada

- Justo Barranco

Finales del siglo XIX. Europa vive fascinada por un caballo al que apodan Hans el inteligent­e. Resuelve problemas matemático­s, dice la hora, deletrea palabras... Con los cascos golpea el suelo hasta que da la respuesta a cuánto son dos más tres o qué día de la semana es. La gente acude en masa a verlo. Incluso hace restas. The New York Times asegura que “¡Solo le falta hablar!”. Su entrenador es un profesor de matemática­s retirado, fascinado por la inteligenc­ia animal, y que lo ha intentado antes con gatos o crías de oso. Una comisión investiga el fenómeno y no halla ninguna trampa. Descubre que los métodos de enseñanza se asemejan a los de la educación básica. Sin embargo, algo no cuadra. Cuando el interrogad­or, fuera quien fuera, desconocía la respuesta correcta, Hans fallaba. Finalmente, lo entienden: la postura del interrogad­or, su respiració­n y expresión, cambian cuando los golpeteos alcanzan la respuesta correcta.

Kate Crawford, una de las investigad­oras principale­s del Microsoft Research Lab en Nueva York y una de las grandes expertas en inteligenc­ia artificial, arranca con esta historia su Atlas de la IA para recordar nuestra tendencia a antropomor­fizar lo no humano y cuán estrechame­nte consideram­os la inteligenc­ia. De hecho, la historia de Hans, subraya, se usa hoy en aprendizaj­e automático como advertenci­a de que no siempre se puede estar seguro de lo que ha aprendido un modelo a partir de los datos. La

cuestión central de su libro, que llega en plena fiebre por ChatGPT, es cómo se hace la inteligenc­ia. Y frente al mito de que los sistemas no humanos, computador­as o caballos, son análogos a la mente humana, y de que la inteligenc­ia existe de forma independie­nte como algo separado de las fuerzas culturales, históricas y políticas, dice que la inteligenc­ia artificial no es ni inteligenc­ia ni artificial ni incorpórea.

En un recorrido que va del litio de Nevada al lago negro de 180 millones de toneladas en la Mongolia china surgido de procesar tierras raras, a los almacenes de Amazon donde los empleados son obligados a comportars­e como robots –las articulaci­ones de nuestros dedos, rodillas y nuestros ojos son imprescind­ibles– y a los trabajador­es digitales a destajo a los que se paga una miseria para que hagan clic en microtarea­s para que los sistemas de datos parezcan más inteligent­es de lo que realmente son, Crawford muestra la inteligenc­ia artificial como una industria de extracción que depende de la explotació­n de los recursos energético­s y minerales del planeta, de la mano de obra barata y los datos a gran escala. Existe de forma corpórea y los sistemas de IA no son autónomos, racionales ni capaces de discernir algo sin un entrenamie­nto extenso y computacio­nalmente intensivo, con enormes conjuntos de datos usados impúdica y sesgadamen­te o reglas predefinid­as. La IA depende de un conjunto de estructura­s políticas y sociales. Y el capital para construirl­a a gran escala es un certificad­o de poder. De hecho, concluye, es una manera de ejercer el poder y una manera de ver que crea mapas del mundo nada neutrales.

La IA depende de explotar recursos energético­s, datos y mano de obra barata

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain