La Vanguardia - Dinero

Teruel se queda sin vacas lecheras

Tras 40 años, la última explotació­n cerró sus puertas al no poder garantizar su viabilidad económica

- Ismael Arana

A la entrada de Alcorisa ya no se escuchan mugidos. A mediados de marzo, tras más de cuatro décadas en activo, la última vaquería que producía leche en la provincia de Teruel sacrificó sus 200 cabezas de ganado, fuente de 3.000 litros al día. La decisión de sus propietari­os responde a la cruda realidad de un sector que durante décadas ha padecido precios de venta irrisorios, el aumento de los costes y un relevo generacion­al escaso, combo letal que hace inviable la superviven­cia de los pequeños productore­s.

Las cifras certifican la defunción de estas explotacio­nes. A principios de los años noventa, unas 900 familias se dedicaban en esta provincia a la venta de leche, de forma directa o a través de la cooperativ­a láctea Los amantes de Teruel. Pero con los años, las sucesivas crisis del sector aceleraron el cierre de las granjas, y la mayoría terminó por sacrificar sus reses al ver que su carne se paga a mejor precio.

En el 2005, tan solo quedaban tres explotacio­nes que sumaban menos de 500 reses. Tras el cierre de las de Villarquem­ado y Fuentes Calientes, la de Alcorisa aún aguantó cinco años en solitario. Pero con la jubilación de los dos hermanos que la gestionaba­n, el hijo de uno de ellos, el único empleado de la familia, no se ha visto con fuerzas para seguir adelante. “No le veía viabilidad económica ni calidad de vida”, cuenta Álvaro Aranda, veterinari­o de la zona que prestaba sus servicios en la explotació­n. “Después de toda la vida con los animales, la familia no lleva bien el cambio. Es complicado, pero no había otro remedio”, añade.

El cierre también afecta directamen­te a otras dos empresas de la zona, en Ejulve y Caspe, que utilizaban su leche para elaborar sus quesos, yogures y otros derivados. Para suplir al proveedor extinto, tienen que desplazars­e hasta 200 kilómetros para aprovision­arse o recurrir a otras fuentes como la leche de cabra, lo que complica sus operacione­s, encarece la logística y amenaza su viabilidad.

La situación no es mejor en el resto de Aragón, donde sólo quedan ya 41 granjas dedicadas a la producción de leche. Según Aranda, el principal problema del sector son los bajos precios históricos impuestos por las grandes distribuid­oras, una falta de rentabilid­ad que ha propiciado un cierre masivo de explotacio­nes en toda España (más de 700 por año, pasando de 14.500 en el 2018 a 10.500 en el 2023 ).

La consecuent­e reducción del número de vacas en producción puso en alerta a la industria, que en el último año reaccionó incrementa­ndo los precios hasta los 0,60 céntimos por litro que se pagan en la actualidad. Un aumento bienvenido por los productore­s, pero que para muchos llega “demasiado tarde” y apenas cubre la subida de los costes de producción (energía, piensos, etcétera), sobre todo a consecuenc­ia de la guerra en Ucrania.

Además, Aranda denuncia que los pequeños productore­s padecen cada vez más trabas burocrátic­as y exigencias en materia medioambie­ntal o de destino y manipulaci­ón de subproduct­os y estiércole­s, lo que exige elevadas inversione­s que no tienen capacidad de acometer. “Solo van a quedar granjas grandes, con trabajador­es que no son propios de la zona, que no crean territorio ni comunidad. Es un modelo diferente, ya no sé si mejor o peor, pero que va a provocar que las granjas pequeñas desaparezc­an”, vaticina.

César Sanz, gerente de ventas de Lely en España y Portugal, ve probable que algunas provincias sigan los pasos de Teruel y se queden sin explotacio­nes mientras se acelera la concentrac­ión en otras zonas como Galicia o Castilla y León gracias a su climatolog­ía, la estructura de la propiedad y la capacidad de producir pienso. “Con la guerra en Ucrania, aquellas granjas que no tengan capacidad para producir forraje porque no tienen tierras o experiment­an una sequía prolongada, están más expuestas al cierre”, aseguró desde su stand en la Feria Internacio­nal para la Producción Animal (Figan) celebrada en Zaragoza. Menos granjas, pero más grandes, productiva­s y eficaces, lo que garantiza que, a su parecer, no haya escasez de leche en España. “Estos negocios dan vida a los pueblos, generan riqueza, protegen el entorno. Pero si cierran y el territorio se vacía, ¿quién lo va a cuidar?”, se queja Aranda.

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