Intensificar para producir más y ser más sostenible

A debate las ventajas ambientales, sociales y económicas de las fincas agrarias y ganaderas de mayor tamaño

Económicamente, no se pone en duda: las explotaciones agrarias y ganaderas de mayor tamaño son capaces de producir más y a unos menores costes gracias a la optimización de recursos (agua, maquinaria, mano de obra, tratamientos, fertilizantes...). El debate gira en torno sobre si son también más sostenibles desde el punto de vista ambiental, como así lo afirma el concepto intensificación sostenible de la agricultura. Uno de los últimos grandes actores en posicionarse ha sido el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en el informe de síntesis de su Sexto Informe de Evaluación, publicado en marzo. En el texto se afirma que “las medidas por el lado de la demanda (ver texto complementario) y la intensificación sostenible pueden reducir la conversión de los ecosistemas y las emisiones de metano y óxido nitroso, y liberarían tierras para la reforestación y restauración de ecosistemas”.

“La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) lleva años advirtiendo que para alimentar a una población mundial cada vez más numerosa no hay más opción que intensificar la producción agrícola”, señala Francesc Reguant, presidente de la Comisión de Economía Agroalimentaria del Col·legi d’Economistes de Catalunya. En concreto,

DATO

la FAO indica que “si se mantienen las tendencias de la población mundial y del consumo de alimentos, para el 2050 el mundo necesitará un 60% más de alimentos de los que se dispone actualmente. Dado que la tierra cultivable es limitada, la mayor parte de esta producción adicional deberá proceder de una intensificación agrícola sostenible”.

Para producir más con la misma extensión de terreno y utilizando menos insumos, los expertos proponen explotaciones de mayores dimensiones por las economías de escala que se generan. Otro gran aliado es la tecnología en forma de agricultura y ganadería de precisión, al permitir reducciones de los costes de producción de hasta el 30% en el caso de la agricultura, por el menor uso de insumos como fertilizantes. Por otro lado, la intensificación sostenible también implica gestionar la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, como el papel que juegan las abejas en la polinización de los árboles frutales o los microorganismos que favorecen que la tierra sea más fértil y sana. Finalmente, cabe mencionar la mejora genética de las plantas, por la mayor productividad y/o resistencia a plagas o sequías, o la expansión de los sistemas de riego eficientes, al ser estos cultivos mucho más productivos que los de secano. “Un invernadero moderno es infinitamente más sostenible que un campo de coles cultivado de cualquier forma”, ejemplifica Reguant. Además, “es más barato para el consumidor y más rentable para el agricultor”, añade el economista.

Pero no todo son ventajas. “Hay un efecto rebote: al intensificar, se incrementa la rentabilidad económica y como los agronegocios responden a intereses financieros, acaban reinvirtiendo los beneficios a ampliar las zonas agrícolas, adentrándose todavía más en los bosques”, advierte Álvaro Fernández Llamazares, del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTAUAB). El científico ha llegado a esta conclusión tras participar en un estudio sobre la deforestación en los bosques secos tropicales del mundo, los resultados del cual fueron publicados en febrero en la revista Nature Sustainability. Por otro lado, Fernández denuncia que algunas grandes corporaciones agroalimentarias utilizan el concepto de intensificación agraria sostenible como estrategia de marketing. Por todos estos motivos, el investigador del ICTA-UAB señala que el IPCC – organismo con el que ha colaborado– es muy cauto en sus afirmaciones sobre la intensificación sostenible.

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