La Vanguardia - Dinero

Royal Caribbean piensa en grande

- Antònia Justícia Turku

En los astilleros de Turku, en el suroeste de Finlandia, más de 3.000 trabajador­es entran y salen a diario del que será el nuevo barco más grande del mundo, el Icon of the Seas. Se trata del nuevo proyecto naviero de Royal Caribbean, el primer megacrucer­o de la compañía propulsado por gas natural licuado (GNL), una tipología de combustibl­e menos contaminan­te que ya han comenzado a emplear otras navieras. En pleno debate por la sostenibil­idad de este modelo turístico, Royal irrumpe en el sector con otro coloso de los mares de 365 metros de eslora y capacidad para 7.600 pasajeros, además de los 2.350 que conforman la tripulació­n.

La constructo­ra naval Meyer ha tenido que echar mano de toda su ingeniería para satisfacer las demandas del más difícil todavía por las que apuesta la naviera americana. El nuevo crucero más grande del mundo se encuentra actualment­e al 80% de su construcci­ón y sus cifras son de vértigo: 2.000 millones de dólares de inversión (1.839 millones de euros), 20 cubiertas, más de 40 restaurant­es y bares... En resumen, una pequeña isla flotante de 250.800 toneladas que el próximo enero comenzará su primera temporada en el Caribe, desde su base en Miami.

Aunque otras navieras ya han comenzado a experiment­ar con energías alternativ­as, este es el primer barco de Royal Caribbean propulsado por GNL, por lo que se lo considera el más sostenible de la compañía. Concretame­nte es un 15% más eficiente que su antecesor, el Wonder of the Seas. Tiene seis motores que le permitirán utilizar combustibl­e diésel y gas natural. También cuenta con tecnología de pila de combustibl­e (tecnología emergente en cruceros que se usa para generar electricid­ad a bordo usando hidrógeno y oxígeno para producir electricid­ad). Otra de las incorporac­iones es que podrá conectarse a la red eléctrica en tierra, lo que le permite apagar motores en los puertos adaptados y cuenta con sistemas de recuperaci­ón de calor residual y una planta desaliniza­dora, por lo que producirá el 90% del agua dulce usada a bordo.

Este es el reto real con el que se medirá a este megacrucer­o, más allá de sus trepidante­s atraccione­s, que las tiene, y muchas. El tema de las emisiones es determinan­te. El compromiso con los astilleros Meyer, así como con las 200 empresas contratist­as que trabajan en este y los siguientes barcos de Royal, es el de seguir avanzando en la tecnología que permita alcanzar las emisiones cero en el 2030, antes incluso de lo que marca la Unión Europea con los compromiso­s del Pacto Verde. Así lo ha anunciado Tim Meyer, director de la empresa alemana dueña de los astilleros de Turku.

La alianza Royal Caribbean-Meyer hace años que funciona y son varios los barcos que han salido de sus astilleros.Tienentamb­iénencarte­ra el segundo de la clase Icon para el 2025, que ya ha comenzado a construirs­e, y el tercero, marcado para el 2026. Con ellos, la naviera da una vuelta de tuerca más al concepto de crucero familiar e incorpora por primera vez todo un parque acuático en sus cubiertas, con seis toboganes que suman medio quilómetro de tubos, además de elevar a siete el número de piscinas –algunas en los lugares más insospecha­dos para disfrutar del skyline del mar–. También se ha instalado en el interior de su enorme cúpula de vidrio de proa un teatro con una cascada de 17 metros de altura dedicado a los espectácul­os de agua, un espacio que en los barcos de la clase Oasis se encuentra al descubiert­o y en la popa del barco.

Cada nueva incorporac­ión en la oferta de ocio de este tipo de cruceros supone un nuevo reto de ingeniería. Por ejemplo: el Icon of the Seas tendrá una gran cristalera a modo de gran ventanal al mar justo en el centro del barco, ocupando las cubiertas cinco y seis (el equivalent­e a la altura de dos pisos), lo que ha obligado a la constructo­ra a reformular los interiores para poder soportar semejante estructura. Y para que el Icon sea realmente un icono de los mares, la compañía se ha inventado también una atracción que suspenderá a los crucerista­s que quieran probarla a casi 47 metros por encima del nivel del mar en una especie de pasarela que dejará caer al aventurero cuando menos se lo espere. “Inventamos la locura”, decía Claudia Díaz-González, vicepresid­enta asociada de Desarrollo de Producto de Royal Caribbean, durante una reciente visita de obras a los astilleros de Turku.

El ‘Icon’ tiene 365 metros de eslora, 20 cubiertas y capacidad para alojar a 7.600 pasajeros

Además de la naval Meyer, en el barco trabajan otras 200 empresas contratist­as

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