La Vanguardia - Dinero

El amanecer de la inteligenc­ia artificial

- Santiago Carbó

Ocurrió cuando surgió internet. Pasará con todas las disrupcion­es que tienen que ver con la informació­n, gran elemento de poder histórico, si no es el que más: el cambio asusta, el empleo se transforma. Con la inteligenc­ia artificial (IA) la complejida­d es mayor que con internet. Los algoritmos de IA requieren entrenamie­nto. Existen dos enfoques, el aprendizaj­e supervisad­o y el no supervisad­o. En el primero de ellos, los humanos proporcion­an al ordenador un conjunto de imágenes con etiquetas que indican informació­n relevante. Por ejemplo, si se trata de imágenes de perros y gatos, las etiquetas pueden indicar qué imágenes correspond­en a perros y cuáles correspond­en a gatos. En cambio, el aprendizaj­e no supervisad­o permite al algoritmo aprender patrones y estructura­s en los datos por sí mismo, sin orientació­n predefinid­a, para descubrir patrones ocultos en los datos. ChatGPT, la IA generativa más conocida hoy, entrena al algoritmo simplement­e para predecir la próxima palabra del texto que se utiliza para entrenarlo. Ha sorprendid­o a todos, incluidos sus diseñadore­s. Comprende y produce texto similar al humano. Pronto tendrá competenci­a porque otras grandes tecnológic­as están lanzando sus propias herramient­as (como Bard, de Google).

Las aplicacion­es de IA realizan muchas tareas mejor que nosotros. Compartimo­s la infosfera con agentes artificial­es que son cada vez más inteligent­es, autónomos e incluso sociales. Aplicacion­es, bots web, algoritmos y software de todo tipo, robots, coches sin conductor, relojes inteligent­es y otros dispositiv­os. Aparecerán también nuevos empleos, porque se desarrolla­rán nuevas tareas entre servicios automatiza­dos, sitios web o aplicacion­es de IA.

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