La supercomputación explora el pago por uso
Fujitsu y el Barcelona Supercomputing Center cooperan en impulsar la medicina personalizada
Ninguna empresa va a comprar un Fugaku, el superordenador más potente del mundo, fabricado por Fujitsu para el instituto de investigación Riken, en Tokio. Lo dice, a su paso por España, Vivek Mahajan, director de tecnología de la multinacional japonesa. Las máquinas como las de Fugaku son herramientas para investigación. Las empresas no las necesitan como tales tenerlas en propiedad, pero sí pueden aprovechar sus capacidades y sus servicios.
Parece una contradicción, pero no lo es. El ascenso constante de la supercomputación (también conocida por la sigla HPC, high performance computing) por número de aparatos y capacidad instalada, en un contexto de competencia geopolítica y ante la necesidad de procesar grandes volúmenes de datos para resolver problemas que interesan vivamente a toda la sociedad es una realidad. No obstante, –postula Mahajan– “hay muchas oportunidades aún no explotadas y muchas cargas de trabajo que justificarían el recurso a superordenadores con alta potencia de cálculo”, más allá de las grandes instituciones científicas, sus clientes habituales.
Fujitsu dispone de una familia PrimeHPC –podría clasificarse como de gama media– que usan agencias meteorológicas de Australia, Taiwán y Portugal y, en España, el Centro de Supercomputación de Galicia. Al mismo tiempo, el modelo de negocio de la HPC se va adaptando al régimen de servicio y mediando pago por uso que puede interesar a empresas. “Lo más importante, en todo caso, es acertar en las aplicaciones que podamos ofrecer”. De hecho, el encuentro con Mahajan tuvo lugar al día siguiente de firmar un convenio por el que Fujitsu y el Barcelona
Supercomputer Center (BSC) van a colaborar en un proyecto de HPC orientado a la medicina personalizada, que contempla la explotación masiva de datos clínicos. Con esta iniciativa se espera mejorar la detección precoz de enfermedades, así como desarrollar modelos (gemelos digitales) de procesos biológicos e interacciones celulares.
Como telón de fondo, el auge de la inteligencia artificial y la proximidad de la computación cuántica. “La IA no es una tecnología nueva –dice Mahajan– tanto que ya se trabajaba en ella cuando yo estudiaba en la universidad. Lo verdaderamente novedoso es que haya llegado a captar súbitamente la atención del gran público, aunque no necesariamente este se hace las preguntas adecuadas: ¿cómo y para qué explotar esos volúmenes de datos que somos capaces de generar, pero no de gestionarlos? A propósito: Mahajan se declara convencido de que las plataformas de ChatGPT, ahora mismo en boca de todos, no son más que una etapa, un fulgor en la IA.
En las últimas semanas, Fujitsu ha presentado su propia plataforma de IA, llamada Kozuchi, basada en su propiedad intelectual pero abierta a que los desarrolladores y las empresas puedan diseñar aplicaciones. Los equipos que han trabajado en Kozuchi –puntualiza– son multiculturales: además de Japón, se han repartido el trabajo entre India, el Reino Unido, California y España. Kozuchi ofrece una combinación de soluciones de IA a medida y, según la compañía, el tiempo requerido para montar un modelo de demostración se reduce de tres meses a tres días. Los ámbitos de aplicación incluyen las finanzas, la sanidad y la fábrica inteligente.
Sale a relucir el debate ético, con expertos que proponen una pausa cautelar en el desarrollo de la IA. “No consigo entender de qué serviría ponerla entre paréntesis durante un tiempo, ni conozco a nadie que crea posible detener a China, que técnicamente es brillante (…). Lo que es ético en Europa puede no serlo en China y viceversa, así que alguna forma de regulación es deseable, pero no la veo próxima”.
La explosión de la IA generativa (GPT) es solo una etapa en el viaje de la inteligencia artificial
Poco a poco se va abriendo paso el modelo de supercompu-tación como servicio