EE.UU.: redistribuir o ceder el liderazgo
Proliferan los anuncios de desdolarización, que suelen acompañarse de una narrativa acerca del dólar y la pérdida de su estatus como moneda de reserva. La potencia de una moneda no se decreta, se construye. Se necesita haber construido la economía más sólida del mundo, con el mercado de deuda más líquido y abierto del planeta. Y una reglamentación creíble.
Para que el yuan reemplace al dólar, Pekín debería dejar flotar su moneda, admitir la apertura de capitales, poner fin a su autoritarismo sobre sectores clave y demostrar una interpretación consistente de la regulación.
Por otro, la habilidad de EE.UU. para liderar cada revolución tecnológica se ha demostrado, una vez más, con la inteligencia artificial.
Técnicamente, esta habilidad de liderar revoluciones se traduce en riqueza para sus ciudadanos. Efectivamente, hay una discusión pendiente sobre la distribución de esa riqueza. La medida econométrica que mide esa distribución es el índice Gini, un indicador que se mueve entre 0 y 1. Un nivel entre 0 y 0,3 indica una distribución igualitaria de la riqueza; por encima de 0,5, una distribución altamente desigual. Pero no es más que un indicador de distribución, no de cuánta riqueza se reparte. El índice de EE.UU. es de 54, muy por encima de los de Francia (31), España (35), Suiza (31) o China (38). Un nivel alto se asocia a más pobreza. En EE.UU., la pobreza afecta al 11% de la población.
Sirva esto como preámbulo de la cuestión de fondo que planteo. Durante cien años la capacidad de crear riqueza por cápita en
EE.UU. ha sido testamento del desempeño del capitalismo, y es en las últimas décadas cuando el país afronta desafíos derivados de una redistribución defectuosa, por lo que sugiero abandonar la discusión de capitalismo sí o no, tan de moda en Europa, y centrar el debate solo en la distribución.
Fue Stuart Mill el primero en teorizar y demostrar que la redistribución depende de las costumbres de una sociedad. El capitalismo ha aprendido que la distribución es necesaria; sin una distribución suficiente la demanda colapsa. Para evitarlo hay que incurrir en endeudamiento (familiar y público); en caso contrario, a los empresarios solo les quedaría vender sus servicios (y sus activos) en el exterior. Algo que ya ocurre y no es sostenible.
¿Qué sucederá en EE.UU.? Hay tres opciones: 1) Que el sector privado distribuya más y mejor sus beneficios con salarios más altos para que la renta familiar acompañe al PIB. 2) Que no distribuya la riqueza creada pero continúe desarrollando tecnologías punteras tan rentables que puedan asumir las deudas estatales y familiares. 3) Que el sector privado empresarial siga acumulando la mayor parte de la riqueza, no asuma las deudas, y contemple como el dólar va a ir dejando de ser moneda de reserva, y como se va a ir materializando el cambio de liderazgo mundial. Complejo debate, sin duda. Un suizo se estará preguntando hoy: “¿De qué sirve liderar revoluciones tecnológicas si tienes un 11% de pobreza?”. A lo que un norteamericano podría replicar: “¿De qué sirve tener la riqueza tan bien distribuida si como país no lideras en ciencia y tecnología?”. Cuestión de costumbres.