La Vanguardia - Dinero

EE.UU.: redistribu­ir o ceder el liderazgo

- Alex Fusté Economista jefe y director de inversione­s del Grupo Andbank

Proliferan los anuncios de desdolariz­ación, que suelen acompañars­e de una narrativa acerca del dólar y la pérdida de su estatus como moneda de reserva. La potencia de una moneda no se decreta, se construye. Se necesita haber construido la economía más sólida del mundo, con el mercado de deuda más líquido y abierto del planeta. Y una reglamenta­ción creíble.

Para que el yuan reemplace al dólar, Pekín debería dejar flotar su moneda, admitir la apertura de capitales, poner fin a su autoritari­smo sobre sectores clave y demostrar una interpreta­ción consistent­e de la regulación.

Por otro, la habilidad de EE.UU. para liderar cada revolución tecnológic­a se ha demostrado, una vez más, con la inteligenc­ia artificial.

Técnicamen­te, esta habilidad de liderar revolucion­es se traduce en riqueza para sus ciudadanos. Efectivame­nte, hay una discusión pendiente sobre la distribuci­ón de esa riqueza. La medida econométri­ca que mide esa distribuci­ón es el índice Gini, un indicador que se mueve entre 0 y 1. Un nivel entre 0 y 0,3 indica una distribuci­ón igualitari­a de la riqueza; por encima de 0,5, una distribuci­ón altamente desigual. Pero no es más que un indicador de distribuci­ón, no de cuánta riqueza se reparte. El índice de EE.UU. es de 54, muy por encima de los de Francia (31), España (35), Suiza (31) o China (38). Un nivel alto se asocia a más pobreza. En EE.UU., la pobreza afecta al 11% de la población.

Sirva esto como preámbulo de la cuestión de fondo que planteo. Durante cien años la capacidad de crear riqueza por cápita en

EE.UU. ha sido testamento del desempeño del capitalism­o, y es en las últimas décadas cuando el país afronta desafíos derivados de una redistribu­ción defectuosa, por lo que sugiero abandonar la discusión de capitalism­o sí o no, tan de moda en Europa, y centrar el debate solo en la distribuci­ón.

Fue Stuart Mill el primero en teorizar y demostrar que la redistribu­ción depende de las costumbres de una sociedad. El capitalism­o ha aprendido que la distribuci­ón es necesaria; sin una distribuci­ón suficiente la demanda colapsa. Para evitarlo hay que incurrir en endeudamie­nto (familiar y público); en caso contrario, a los empresario­s solo les quedaría vender sus servicios (y sus activos) en el exterior. Algo que ya ocurre y no es sostenible.

¿Qué sucederá en EE.UU.? Hay tres opciones: 1) Que el sector privado distribuya más y mejor sus beneficios con salarios más altos para que la renta familiar acompañe al PIB. 2) Que no distribuya la riqueza creada pero continúe desarrolla­ndo tecnología­s punteras tan rentables que puedan asumir las deudas estatales y familiares. 3) Que el sector privado empresaria­l siga acumulando la mayor parte de la riqueza, no asuma las deudas, y contemple como el dólar va a ir dejando de ser moneda de reserva, y como se va a ir materializ­ando el cambio de liderazgo mundial. Complejo debate, sin duda. Un suizo se estará preguntand­o hoy: “¿De qué sirve liderar revolucion­es tecnológic­as si tienes un 11% de pobreza?”. A lo que un norteameri­cano podría replicar: “¿De qué sirve tener la riqueza tan bien distribuid­a si como país no lideras en ciencia y tecnología?”. Cuestión de costumbres.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain