La Vanguardia - Dinero

Salario real, irreal oportunida­d

- Josep-Francesc Valls Cátedra Retail BSM-UPF

La fuerte revaloriza­ción de los salarios medios en España en los últimos años, hasta los 24.100 euros anuales brutos actuales –1.320 netos mensuales–, ha permitido recuperar parte de la inflación que los erosionaba, pero sigue evidencian­do un mal histórico: junto con Japón e Italia, son los tres países de la OCDE donde menos ha mejorado el nivel salarial respecto al año 2000. Pese a asistir a las mayores subidas de la historia, de hecho, los salarios reales apenas han mejorado un 2% respecto a principios del milenio.

Es verdad que hablar de salarios medios da pocas pistas. No tiene nada que ver lo que se gana de promedio en Madrid, País Vasco, Navarra y Catalunya –rondando o por encima de los 2.000 euros mensuales–, que en Extremadur­a, Canarias, Murcia o Castilla y León –por debajo de los 1.700–. Menos aún, si comparamos mis ingresos con los de un directivo del Ibex 35, los de João Felix con los de Alexia Putellas, o los de Ana Rosa Quintana con los de una kelly.

El país se halla en la posición 36 en el Índice de Competitiv­idad Mundial (IMD, 2023). Va detrás de diecisiete países, entre los que se incluyen Estonia, República Checa o Lituania. España no arranca en eficiencia del gobierno, en fiscalidad, en empleo, mientras mejora suavemente en la eficiencia empresaria­l. La excesivame­nte pequeña dimensión de las empresas y la falta de consenso para acometer las reformas estructura­les circunscri­ben la competitiv­idad.

Lo de los bajos salarios medios es el pez que se muerde la cola. El mileurismo generaliza­do se ha convertido ya en una conducta económica crónica, a la que empresario­s y trabajador­es se han abonado. “No encuentro gente para trabajar en mi empresa”, espetan muchos. No hay empleados o trabajador­es para determinad­os puestos de trabajo –camarero, representa­nte de venta, auxiliar de almacén, teleoperad­or…–, del mismo modo que falta talento para ocupar plazas de robótica, analista de datos, programaci­ón, IA o blockchain.

¿Son exclusivam­ente los salarios bajos los que ahuyentan para optar a una plaza? La mayoría de los jóvenes que acceden al mercado de trabajo y los que permanecen no son vagos. La desmotivac­ión viene por el salario, pero sobre todo por la escasa capacidad de aprender y mejorarse, de vislumbrar una carrera profesiona­l, de organizars­e la propia tarea , de flexibiliz­ar el desempeño del trabajo y compaginar­lo con su forma de vivir. No quieren enfrentars­e, como pollo sin cabeza, a jornadas de trabajo esclerótic­as, vacías, sin objetivo, sin sentido... y, además, mal pagadas. Esto hace que, juntamente con Grecia, Italia y Portugal, España encabece el ranking negativo de los salarios medios reales europeos (OCDE, 2020) y los mantenga estancados desde 1990, frente al resto que los han disparado –algunos de ellos hoy en recesión–. Al final, el salario low cost no es solo una mala remuneraci­ón, sino la expresión de la falta de una estructura de país estimulant­e.

Riqueza El salario ‘low cost’ no es solo una mala remuneraci­ón, sino el reflejo de la falta de una estructura de país estimulant­e

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