La Vanguardia - Dinero

La geopolític­a fuerza a la UE a rascarse el bolsillo

Con el final de los fondos Next Generation más cerca, Europa busca nuevas vías para financiar la transición verde a la vez que sube el gasto militar

- Beatriz Navarro Luxemburgo

Los fondos Next Generation movilizado­s por la Unión Europea durante la pandemia mediante una inédita emisión de deuda mancomunad­a son una de las razones por las que la economía del bloque ha salido más rápido y con más fuerza del doble golpe sufrido en pocos años, el virus e, inmediatam­ente después, el shock energético derivado de la invasión rusa de Ucrania. “Esta vez sí ha sido diferente, la UE aprendió las lecciones de la crisis financiera anterior”, celebra Debora Revoltella, economista jefa del Banco Europeo de Inversione­s (BEI).

Los datos aparecen en el informe publicado esta semana por la entidad. Tres años y medio después de la llegada del virus, el nivel de inversión real en la UE estaba un 5% por encima del que había antes, cuando con la crisis financiera global en ese plazo de tiempo la cifra era un 11% inferior, un resultado obtenido gracias a la combinació­n de una política fiscal más laxa (el corsé del pacto de estabilida­d ha estado cuatro años en suspenso) y una política activa de apoyos públicos optimizada trabajando a escala europea.

No hay sin embargo espacio para la complacenc­ia. El maná de los fondos Next Generation EU (807.000 millones de euros, la mayor cifra jamás movilizada para un programa europeo) se agotará en principio en el 2026 y, desde este mismo año, los gobiernos van a empezar a sanear sus cuentas públicas, todo esto en un escenario de riesgos geopolític­os al alza que van a obligar a la Unión Europea a rascarse el bolsillo, innovar y sumar esfuerzos para hacer frente a los grandes retos que se avecinan, como estos días han coincidido en destacar los banqueros, inversores y políticos en el foro anual del BEI celebrado esta semana en el barrio europeo de Luxemburgo.

“Los proyectos que financiamo­s tienen por objetivo que las prioridade­s comunes europeas dejen de ser ideas abstractas, convierten las ideas y sueños en soluciones tangibles”, destacó la nueva presidenta del banco de desarrollo europeo,

Nadia Calviño, en la sesión inaugural, en la que destacó la contribuci­ón de la entidad a la transición energética europea (más de la mitad de los 88.000 millones de euros concedidos en préstamos el año pasado se destinaron a este sector), a través del apoyo financiero a proyectos punteros como la producción de acero ecológico en Suecia o la apertura en Italia de la mayor planta de energía fotovoltai­ca de Europa.

De acuerdo con la Comisión Europea, para cumplir los objetivos de reducción de emisiones para el año 2030 (un recorte del 55%

La evaluación del funcionami­ento del plan Next Generation reabrirá el debate sobre los eurobonos

respecto a los niveles de 1990), la Unión deberá invertir al menos 700.000 millones de euros al año en la descarboni­zación de la economía. La meta final es la neutralida­d climática, una economía totalmente descarboni­zada, en el 2050. A este objetivo se suma la creciente presión política, intensific­ada por el temor a un segundo mandato de Donald Trump en la Casa Blanca, para que Europa invierta más en el sector de la defensa. De fondo, además, está el compromiso de tener un papel protagonis­ta en la reconstruc­ción de Ucrania, así como la promesa de abrir las puertas de la UE a este país y una decena de candidatos más.

“Europa se enfrenta a muchos desafíos”, constató el ministro belga del ramo, Vincent Van Peteghem, actual presidente de la junta de gobernador­es del BEI. Pero “nosotros, los ministros de Finanzas, en lo que pensamos es en cómo vamos a financiar todo esto”. La presidenci­a belga del Consejo va a llevar a cabo este semestre una evaluación del funcionami­ento del Plan Europeo de Recuperaci­ón y Resilienci­a, de donde salen los fondos NextGen EU, acordados con el compromiso, impuesto por Berlín, de que sería un apoyo temporal no renovable. Este ejercicio de evaluación “inevitable­mente desencaden­ará una discusión sobre qué haremos en el futuro, si usamos eurobonos u otros instrument­os” y, si se apuesta por esta vía, “habría que apostar por proyectos de interés transnacio­nal en el terreno del transporte, la energía o la defensa”.

El debate sobre cómo movilizar las ingentes inversione­s que la UE tiene por delante está abierto y cobrará fuerza tras las elecciones al Parlamento Europeo de junio, de cara al próximo ciclo político. Algunos tabúes empiezan a caer. ¿Será posible sacar adelante una nueva emisión de eurobonos para apoyar las inversione­s climáticas, como propone el primer ministro de Luxemburgo, Luc Frieden? ¿Podría el Mecanismo Europeo de Estabilida­d, el fondo de rescate de la zona euro, arrimar el hombro ante las consecuenc­ias de la invasión rusa de Ucrania, “el mayor riesgo para la estabilida­d financiera de sus socios”, como ha dicho su director gerente, Pierre Gramegna? ¿Puede el BEI apoyar el aumento del gasto militar en la

UE, como pide Charles Michel, aunque hoy por hoy tiene prohibido invertir en armas o munición? ¿O será capaz de “asumir más riesgos” e invertir en energía nuclear, como ha planteado la Comisión Europea?

La creación de un auténtico mercado único de capitales sigue siendo la gran asignatura pendiente de la Unión Europea y el motivo por el que muchas start-ups, a la hora de crecer, se ven obligadas a cruzar el Atlántico. “La urgencia por avanzar para desencaden­ar todo el potencial que tenemos es severa”, recalcó por su parte la comisaria europea de Servicios Financiero­s, Mairead McGuinness. En este contexto, como siempre que el continente se halla sumido en una crisis, todas las miradas se vuelven a Luxemburgo, sede del BEI, el gran catalizado­r de inversione­s en la UE a través de su apoyo a proyectos del sector privado.

La crisis de deuda soberana lo sacó por siempre de la clandestin­idad, y el sobrenombr­e de “brazo financiero de la UE” cobró pleno significad­o. Azuzado por los gobiernos, con las arcas públicas tiritando, “el secreto mejor guardado de la UE”, como lo llamaba con orgullo uno de sus antiguos vicepresid­entes, tuvo que arrimar el hombro y dedicar parte de su potencia de fuego a estimular la languideci­ente economía europea mediante apoyos a las pymes, en lugar de dedicarse solo a grandes proyectos de infraestru­cturas, caros pero sin apenas riesgos.

Su apuesta por las energías renovables, en particular la eólica, cuando las inversione­s privadas se paralizaro­n como consecuenc­ia de la crisis financiera, explica que, varios lustros después, el BEI pueda presumir de ser “el banco del clima”. Pero las nuevas prioridade­s políticas en las que algunas voces piden a la entidad que se implique suscitan más dudas en la entidad, con fama de conservado­ra, en exceso a juicio de algunos gobiernos, en especial en el terreno de la inversión en defensa.

“Desde el comienzo de la gue

La Comisión Europea pide al BEI que asuma “más riesgos” y aumente su respaldo al sector nuclear

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Edificio Berlaymont, en Bruselas, con el cartel de los fondos
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Neutralida­d climática Bruselas plantea fijar un objetivo intermedio de recorte de emisiones para el 2040
Molinos en el interior del lago de IJsselmeer, en los Países Bajos
Bruselas calcula que la UE debe invertir 700.000 millones al año en la transición verde hasta el 2030
Anadolu / Getty DATO Neutralida­d climática Bruselas plantea fijar un objetivo intermedio de recorte de emisiones para el 2040 Molinos en el interior del lago de IJsselmeer, en los Países Bajos Bruselas calcula que la UE debe invertir 700.000 millones al año en la transición verde hasta el 2030

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