La diversidad generacional es de valientes
Los equipos con personas de edades distintas mejoran la toma de decisiones y las competencias colectivas
Francesc Julià acaba de recibir el premio al Joven Empresario de Catalunya, ya que la compañía Kave Home ha experimentado un crecimiento exponencial desde que asumió la dirección general con tan solo 27 años. Estibaliz Urresola, de 38 años, fue uno de los nombres propios de la última gala de los Goya, donde se reconoció su gran trabajo de dirección y guion en la película 20.000 especies de abejas.
A sus 48 años, Míchel se ha convertido en el entrenador de moda de la Liga de fútbol, y ha conseguido llevar al Girona FC hasta el nivel competitivo más alto de su historia. Núria Vilanova, de 58 años, ha cerrado recientemente la adquisición de tres agencias para seguir impulsando su empresa de comunicación (Atrevia), que pronto superará los 50 millones en ventas. Y la doctora Mercè Boada celebró su 75.º cumpleaños con la medalla de oro al Mérito Científico por su incansable labor investigadora sobre la enfermedad de Alzheimer.
Estos son solo algunos ejemplos de una evidencia imperiosa, y es que la excelencia profesional no tiene edad. Exceptuando algunos trabajos que requieren de cierta fuerza física, la fecha de nacimiento no guarda ninguna correlación directa con variables tan determinantes en el terreno laboral como el esfuerzo, la implicación, la adaptabilidad, la ética, la creatividad, la exigencia o la humildad. Sin embargo, la edad sí que puede introducir matices significativos en otros factores relevantes, como el bagaje experiencial, la escala de valores, los intereses, las expectativas o incluso algunas formas de actuar.
En este sentido, existen numerosos estudios que recomiendan introducir e integrar la diversidad generacional en las organizaciones. De hecho, se ha demostrado que formar equipos con personas de distintas edades tiene como mínimo tres grandes beneficios. En primer lugar, mejora ostensible la toma de decisiones, fruto de la mayor riqueza de miradas que participan en el proceso de reflexión previa. En segundo lugar, incrementa la efectividad en la ejecución de los procesos, ya que la complementariedad de conocimientos y aptitudes aumenta las competencias colectivas. Y, por último, provoca un aprendizaje cruzado que acelera el desarrollo profesional, mejora el clima laboral y facilita la retención del talento.
Todo esto parece lógico y sensato. Pero como se suele decir: dato mata relato. Y aquí las cifras de Eurostat son poco alentadoras, ya que España lidera el ranking de paro juvenil en la Unión Europea, con casi un 28% de desempleados menores de 25 años. Al mismo tiempo, ocupa el cuarto puesto en la clasificación de paro sénior, elevando hasta un 30% la proporción de mayores de 55 años que no tiene trabajo. Por lo tanto, aunque se canten las virtudes de la diversidad generacional en los equipos, la realidad nos dice que en los dos extremos del mercado laboral tenemos un problema serio de inserción profesional.
Y es que construir organizaciones diversas requiere siempre de valentía directiva. También en lo que respecta a las diferencias de edad. Se necesitan líderes que no tengan miedo a dar oportunidades a los jóvenes sin experiencia, porque son capaces de detectar el potencial más allá de un currículum. Líderes que entiendan la importancia de capitalizar los últimos años de la carrera profesional de una persona, cuando la sabiduría y la templanza se mezclan de forma extraordinaria. O más sencillo aún: líderes empáticos, que recuerden que ayer fueron jóvenes y que mañana serán mayores.
Hay un 30% de personas mayores de 55 años sin empleo en España, según Eurostat
El primer país con más paro juvenil en la Unión Europea es España, con el 28% del total