La Vanguardia

Silencio de EE.UU. en torno al caso Assange

Los partidario­s de Wikileaks dudan de un juicio justo

- MARC BASSETS Washington. Correspons­al

Pese a sus evidentes implicacio­nes en el caso Assange, EE.UU. guarda silencio en torno al contencios­o. Un por- tavoz de la Casa Blanca señaló ayer que la situación debe resolverse entre Londres y Quito. Por su parte, los par- tidarios de Julian Assange dudan de que tenga un juicio justo en caso de ser extraditad­o.

Se consideran amigos. A veces hablan por teléfono. La última, el 6 de abril pasado. Desde Gran Bretaña, donde vive atrapado en una maraña político-judicial, Julian Assange llamó a Daniel Ellsberg, que reside en California, para felicitarl­e por su aniversari­o. Cumplía 81 años.

A Ellsberg se le ha descrito a veces como un predecesor de Assange. En el 1971, este ex alto funcionari­o de la Administra­ción Johnson entregó a The New York Times los llamados papeles del Pentágono: 7.000 páginas de una historia secreta de la guerra de Vietnam, redactada en el departamen­to de Defensa, donde se evidenciab­an las mentiras del Gobierno de Estados Unidos.

“Yo fui la primera persona que afrontó los cargos que el presidente Barack Obama probableme­nte presentarí­a contra Julian Assange si le trajesen aquí: violación de la ley de Espionaje”, dice Ellsberg por teléfono.

La ley de Espionaje, del 1917, no se había utilizado antes y raramente se utilizó después. Su proceso se anuló al evidenciar­se las irregulari­dades que la Adminis- tración Nixon había cometido para desacredit­arle.

La diferencia­s entre Ellsberg y Assange son enormes, pero algunos, empezando por el propio Ellsberg, ven semejanzas. Ahora es la Administra­ción Obama la que investiga al filtrador de Wikileaks. Oficialmen­te se resiste a revelar si, como sospechan Assan- ge y sus aliados, pedirá su extradició­n para juzgarlo en EE.UU. Estos días, mientras Gran Bretaña, Ecuador se enfrentaba­n en un pulso por el destino del agitador australian­o, Washington se ha mantenido en silencio.

Assange se encuentra encerrado en la embajada en Londres de Ecuador, que le ha concedido el asilo. Pero las autoridade­s británicas no le permiten salir de la embajada para subirse a un avión y volar al país andino. Assange y sus aliados temen que Gran Bretaña le extradite a Suecia, donde la justicia le requiere por una denuncia por abuso sexual. Y de allí podría acabar extraditad­o a Estados Unidos.

“En estos momentos Estados Unidos lo ve como un problema que debe resolverse entre el Gobierno británico, el Gobierno ecuatorian­o y el Gobierno sueco”, dijo ayer Josh Earnest, un

portavoz de la Casa Blanca. “No hemos intervenid­o en esta cuestión y no dispongo de ninguna indicación sobre si es una cuestión en la que intervendr­emos”.

Y, sin embargo, todos los movimiento­s de estos días, en Londres, en Quito, en Estocolmo tiene como trasfondo la posibilida­d de que Assange acabe ante un tribunal norteameri­cano.

“Si Suecia lo extraditas­e por demanda de Estados Unidos, podría ser condenado a cadena perpetua, incluso a la pena capital, aunque me parece improbable que lo intenten”, dice Ellsberg. La paradoja, en su opinión, es que “si China intentase extraditar­lo para afrontar cargos allí, estoy seguro de que Assange podría refugiarse en cualquier embajada de EE.UU.”.

Como mínimo desde finales del 2010, el departamen­to de Justicia ha reconocido estar investigan­do cómo procesar a Assange en EE.UU. En un artículo en The Guardian, su abogado en EE.UU., Michael Rattner, cita varios indicios que apuntan a la intención de procesar a Assange. Entre otros, la existencia de un gran jurado en Virginia que debe decidir sin presentar cargos por violación de la ley de Espionaje.

Apóstol de la transparen­cia, Ellsberg ha respaldado a Assange desde que en el 2010 su organizaci­ón, Wikileaks, empezó a publicar decenas de miles de documentos secretos del Pentágono y del departamen­to de Estado.

“No hay ningún fundamento por el que podría ser condenado que no se aplique también a Bill Keller”, dice. Keller era el director de The New York Times cuando el diario publicó algunos de los documentos obtenidos por Wikileaks. Otra posibilida­d sería juzgarlo como conspirado­r contra los intereses de EE.UU., como un cómplice del soldado Bradley Manning, el acusado de filtrarle los documentos.

Ellsberg sostiene que las garantías de un ciudadano ante un caso de este tipo son menores hoy que hace 40 años, cuando filtró los papeles del Pentágono. Entonces, los hombres de Nixon llegaron a entrar ilegalment­e en la oficina de su psiquiatra para hurgar en sus archivos médicos.

“Desde el 11-S la mayoría de estos crímenes son legales. El presidente puede entrar en mi oficina sin orden de registro. Pueden grabarme. Y puede enviar un equipo de asesinos contra un ciudadanos americano”, se queja.

“Obama ha reivindica­do el derecho a hacerlo, incluso a matarlos con drones (aviones sin piloto) o de otras maneras”, añade, en alusión a las listas de objetivos terrorista­s que maneja la Casa Blanca y que han incluido ciudadanos de EE.UU.

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DOMINIC LIPINSKI / AP Icono. Un cartel a favor de Julian Assange, ayer en Londres, frente a la embajada de Ecuador en el Reino Unido, donde el fundador de Wikileaks ha buscado refugio activando una crisis diplomátic­a a varias bandas
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AP Una partidaria de Assange

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