La Vanguardia

El sello jesuita

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Xavier Sala i Martín pone el énfasis en el hecho de que el nuevo Papa es un jesuita: “Un Papa jesuita puede entender que para mejorar y modernizar el papel de la Iglesia tendría que utilizar las técnicas de análisis, administra­ción y estrategia que los jesuitas enseñan en sus propias escuelas de negocios para liderar una nueva Iglesia Católica, SA”.

Una vez el jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio ha sido escogido nuevo Papa, la pregunta es: ¿hacia dónde llevará a la Iglesia católica? Lógicament­e yo no lo sé. Pero podemos seguir a The Economist y pensarlo haciendo un ejercicio teórico que analice una empresa hipotética que denominaré Iglesia Católica, SA o ICSA. De entrada tendríamos que decir que, como empresa, el éxito de ICSA ha sido incuestion­able: ha sobrevivid­o 2013 años, tiene 1.200 millones de “clientes”, un millón de trabajador­es, decenas de millones de voluntario­s, tiene acceso a canales de distribuci­ón globales, disfruta de un logo (la cruz) reconocibl­e a nivel mundial, tiene lobbies poderosos capaces de influir en la política y, como la Coca-Cola, está creciendo a ritmos espectacul­ares en los países emergentes de África y Asia. Pero que ICSA haya tenido éxito en el pasado no quiere decir que lo siga teniendo en el futuro. Hace 10 años Nokia era líder indiscutib­le y ahora ha perdido casi todo el mercado de los países ricos. Lo mismo le está pasando a ICSA: si bien crece en los países emergentes, está perdiendo clientes en sus mercados tradiciona­les: Europa y América. Si no quiere seguir los pasos de Nokia, pues, el nuevo director general de ICSA (el Papa) tendrá que arreglar una serie de problemas importante­s. El primero es que la reputación corporativ­a ha sido manchada por los escándalos de pederastia. Las grandes corporacio­nes cortan estos problemas de raíz: castigan duramente a los infractore­s, colaborand­o con la justicia ordinaria y hacen públicos unos protocolos que garanticen que los abusos desaparece­rán inmediatam­ente. ICSA no ha hecho nada de eso. Al contrario. Ha encubierto y protegido a los pederastas y cuando ha pedido perdón públicamen­te, lo ha hecho con la boca pequeña y después de esconder los hechos durante décadas. La reputación es uno de los activos más preciados de cualquier organizaci­ón, pero eso es especialme­nte cierto para una empresa que vende espiritual­idad y buena conducta.

El segundo reto es de recursos humanos. El éxito de cualquier organizaci­ón (empresaria­l o de cualquier otro tipo) depende crucialmen­te del talento de sus trabajador­es y directivos. El problema es que las normas actuales de ICSA impiden que entre los dirigentes haya mujeres, homosexual­es (declarados) y hombres casados. Como el conjunto de personas que no tenga ninguna de estas tres caracterís­ticas es pequeño, las posibilida­des de conseguir líderes con talento y capacidad son bastante reducidas. Hay que hacer cambios profundos en la estructura organizati­va de ICSA si se quiere mejorar el capital humano. El tercer problema de ICSA es su reducida flexibilid­ad para cambiar. En un mundo de cambios constantes, es importante que las estrategia­s empresaria­les sean flexibles y se adapten al entorno variable. ¡Pero ICSA decide su estrategia a largo plazo en unas reuniones que denominan “concilios” que se hacen (por favor no riáis) cada siglo! El papa Francisco tendrá que acelerar la historia.

El cuarto tema que hay que conducir es el del exceso de actividade­s no principale­s. Cuando las empresas pierden el norte y se dedican a hacer cosas para las que no han sido diseñadas, tienden a ir mal. IBM era una empresa de gestión de datos en el siglo XIX. Cuando se dedicó a los ordenadore­s personales, casi va a la quiebra. Ahora ha vuelto a las esencias de la gestión de datos y vuelve a ser un modelo de éxito.

ICSA está especializ­ada en dos tipos de “negocios”. El primero es el de la espiritual­idad y los rituales religiosos (misas, bautizos, bodas o entierros). El segundo es la ayuda a los pobres. Aquí hay que destacar y alabar el inconmensu­rable trabajo que hacen misioneros en los rincones más pobres del planeta para educar niños y cuidar enfermos y la no menos impresiona­nte tarea de sub-departamen­tos como Cáritas en las zonas más pobres de nuestras ciudades. Aparte de estas tareas centrales, sin embargo, ICSA tiene otras actividade­s, como las del Banco del Vaticano o los fondos de inversión que han generado más escándalos que negocios. El nuevo Papa haría bien en eliminar partes no centrales y concentrar ICSA en su “core business”: los servicios espiritual­es y la asistencia a los pobres. Y finalmente está la excesiva centraliza­ción de las actividade­s en el Vaticano. Las empresas más exitosas del mundo tienen una sede central y una serie de subsedes en las ciudades donde pueden tener más sinergias. Telefónica tiene la sede central en Madrid y una enorme subsede en Barcelona, la “capital mundial del móvil”. En el caso de ICSA, como desde Roma ni se conoce ni se entiende la problemáti­ca de los países pobres se podría abrir una subsede vaticana en una ciudad africana o asiática. Siguiendo el ejemplo de Telefónica, allí también se podría montar una universida­d “corporativ­a” donde los misioneros de todo el mundo fueran a hacer estancias con el objetivo de compartir experienci­as. Este intercambi­o de ideas ayudaría a divulgar los éxitos y evitar repetir los errores. En este sentido, un Papa argentino como Bergoglio está en una posición inmejorabl­e para emprender este necesario proceso de descentral­ización. Todo lo que explico podría parecer una tontería porque la Iglesia católica no es una empresa que tenga el objetivo de ganar dinero. Hay que recordar, sin embargo, que el nuevo Papa es jesuita y que Esade, una de las mejores escuelas de negocios del mundo situada en Catalunya, fue creada por esta orden religiosa. Un Papa jesuita puede entender que para mejorar y modernizar el papel de la Iglesia tendría que utilizar las técnicas de análisis, administra­ción y estrategia que los jesuitas enseñan en sus propias escuelas de negocios para liderar una nueva Iglesia Católica, SA.

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JOMA

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