La Vanguardia

Vicenç Vicente Lázaro

VICENÇ VICENTE LÁZARO, FUNDADOR DEL GRUPO VL

- MAR GALTÉS Barcelona

FUNDADOR DEL GRUPO VL

Vicenç Vicente creó en 1975 la primera residencia privada para personas mayores, germen del actual grupo VL, que también desarrolló una empresa de ambulancia­s, controlada ahora en un 75% por la danesa Falck.

Salvando las distancias, estamos como los años cuarenta. Tenemos un país en ruinas. La diferencia es que los edificios están en pie, por eso nos cuesta asimilarlo. Pero cuando me dicen que no hay trabajo... ¡si está todo por hacer, si tenemos un país por levantar!”. Vicenç Vicente Lázaro es hoy un empresario con la vida más que solucionad­a –tiene residencia­s geriátrica­s, y también una empresa de ambulancia­s de la que ha vendido el 75% a la danesa Falck–. Pero se acuerda muy bien de los hartones de trabajar que se ha hecho desde el día mismo que llegó a Barcelona, él solo, con 13 años. Desde entonces no ha parado: “Los empresario­s, como los jueces, tenemos que trabajar mucho y hablar poco”, dice. Hasta que ha llegado a un punto del camino en que piensa: “A veces, también hay que explicar lo que uno hace”.

Nacido en 1944 en Bejís, un pequeño pueblo entre Valencia y Aragón, cogió el tren en Sagunto y nada más bajar, en la estación de Francia, se puso a trabajar de mozo en la primera bodega que encontró. En Sitges aprendió el oficio de cocinero, y en Torredemba­rra, en Cal Morros – “nunca he trabajado tanto como entonces” – se le despertó la admiración: “El señor Morros para mí era un ídolo. Veía cómo trataba a todos con tanto respeto, y yo me preguntaba: ¿puedo ser como él? Y un día decidí ser como él”.

Sin embargo, antes de hacerse empresario todavía pasó por la mili, y se casó y

“Quien nos sacará de esta son los autónomos y las pymes, trabajando el doble para llegar al mismo sitio”

trabajó en Valencia, en el hotel Metropol. Y un día su hermano le llamó desde Barcelona: “¡Ven!”. El doctor Gaspar Alomar, de Creu Blanca, había creado el primer servicio de urgencias médicas (“el 2 21 21 21”, recuerda), y les propuso, al padre y a los hermanos Vicente, que se encargaran del transporte sanitario. “Nos proporcion­ó un piso para cada uno y nos dejó las 70.000 pesetas para comprar la primera ambulancia”. Empezaron haciendo de chóferes, y así crearon Ambulancia­s Lázaro.

Años después, en 1975, “creamos la primera empresa mercantil en Catalunya de residencia privada para personas mayores”. Fue por casualidad. A su madre le diagnostic­aron un cáncer, “y no se encontraba bien en ningún sitio, en Barcelona se ahogaba, ni en la casa de Argentona. Probamos en Caldetes en un hotel cerca del mar, pero allí no se podía quedar. Y un señor nos habló de unas monjas de Arenys de Munt”. No llegaron a tiempo, porque la madre murió, pero entonces la monja le pidió ayuda a Vicenç Vicente: “Estaba cansada y quería que me hiciera cargo de la casa y de la gente”. Un palacete de indianos, destartala­do, con 35 abuelos que pagaban 24.000 pesetas al mes (unos 150 euros actuales). “¡Yo ni había oído hablar de residencia­s!” , pero aceptó “porque me llegó al corazón”. “Cogí gente –de Extremadur­a, o de Galicia, y se quedaban a dormir allí–, y empezamos a limpiar, hacer reformas, comprar lavadoras”.

Y al mismo tiempo, la empresa de ambulancia­s crecía. Hasta que “los hijos tuvieron edad de trabajar, y pensamos que tendríamos problemas: ¿cómo le dices a un hermano si no quieres a su hijo?”. A principios de los años noventa separaron las empresas: Vicenç las residencia­s, Francesc las ambu- lancias Lázaro. Y Pilar tiene una consulta y “es la podóloga del Barça”. “Lo arreglamos en dos minutos, y eso ayudó a que la relación familiar siguiera siendo buena”.

Al frente de este nuevo negocio, Vicente enseguida contactó “con dos personas más que habían empezado con residencia­s, cambiamos impresione­s, y decidimos crear una patronal: la Associació Catalana de Residèncie­s Assistides”, de la cual fue 21 años presidente. El suyo es un concepto diferente al de las grandes compañías de asistencia. Aunque todos hablan y reclaman profesiona­lización. Y Vicente asegura que la tendencia ahora es volver a unidades más pequeñas: de las residencia­s de más de cien plazas, hacia espacios de convivenci­a de diez o quince. “El objetivo tiene que ser estar en casa, pero si no, mejor que en casa”.

“Los médicos tienen que estar en los hospitales. Y en los centros, los cuidadores tienen que tener tiempo de conversar con los abuelos, ayudarlos a leer, dejarlos entrar en la cocina si les apetece. Y si has vivido cuarenta años con un mueble o un cuadro, ¿por qué no te lo puedes traer? ¿O por qué adaptar tus horarios al personal del centro, y no al revés? Si hacemos esta reconversi­ón, se estará mejor que en casa, donde no tienes tanta gente que cuide de ti”. Y añade: “Quizás si tienes grandes inversores detrás piensas de otra manera, pero tenemos que repensar los servicios sociales desde la honestidad”.

Para hacer este posicionam­iento más visible, creó la fundación Vella Terra, de la que dependen las residencia­s y los centros, cuatro propios y siete gestionado­s, en total mil plazas. “No pienses que es por motivo fiscal. Las administra­ciones están más cómodas con una fundación que con una mercantil”. Dice que “tienes que aplicar eficiencia y rentabilid­ad igual”, y que tal como estan las cosas, suerte tiene de tener el grupo VL detrás. En los negocios lo acompañan su hija y su hijo. El grupo VL factura unos 21 millones, y emplea a 670 personas, A partir de una concesión volvió a entrar en ambulancia­s, ahora es Falck VL. “Yo no quería vender, pero me invitaron a Dinamarca, donde Falck es un grupo de referencia, tienen una fundación detrás, y me cautivaron. No son tan diferentes de los catalanes, serios y trabajador­es. Y nos pagaron 23 millones”.

VL invirtió 5 millones en una residencia en Gurb, una unidad de tutela encargo público, que está por estrenar, porque ahora no hay dinero. “Todos tenemos conciencia del problema que tiene la Administra­ción. Pero no podemos perder energías quejándono­s. A nadie se le escapa que las empresas hemos vivido años muy buenos. El escenario no cambiará en un año, ni en tres. Quien nos sacará de esta situación no es la Administra­ción, sino las pymes y los autónomos, dispuestos a trabajar el doble para llegar al mismo sitio. Si no partimos de aquí mal. Y está todo por hacer”.

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GUSI BÉJER

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