La Vanguardia

Entre la hormiga y la avispa

Los dos jueces del caso Bárcenas muestran estilos muy diversos, pero ambos castigan cuando toca

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Los dos son jueces y castigan cuando toca, cada cual a su manera. Pablo Ruz es la hormiguita que trabaja en equipo y en silencio para ir sacando adelante los complejos casos del juzgado 5 de la Audiencia Nacional; entre ellos el de la trama Gürtel y, dentro del sumario aunque en pieza separada, el de los papeles de Bárcenas. Javier Gómez Bermúdez, más ruidoso y con aguijón, trata de picar en esa pieza desde el número 3 del mismo órgano a partir de la querella que Izquierda Unida presentó contra supuestos donantes y co- bradores del PP. Hay conflicto entre ambos magistrado­s, aunque no pelea: Ruz no la quiere, y por eso sigue a lo suyo sin pedir al otro que lo deje.

El instructor del caso Gürtel, de 37 años, ocupa su actual puesto desde que en junio del 2010 el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) lo eligió por unanimidad para sustituir a Baltasar Garzón, después de que éste fue suspendido antes de que el Supremo le condenara a 11 años de inhabilita­ción por escuchas ilegales, precisamen­te en la investigac­ión de la trama corrupta que salpica al PP. Es un reemplazo temporal que en teoría termina en otoño, cuando el titular de la plaza, Miguel Carmona, dejará su puesto de vocal del CGPJ. Es posible, sin embargo, que el órgano rector de los jueces renueve a Ruz en el 5 como ya hizo en diciembre.

Si las formas del joven magistrado son a las de Garzón lo mismo que la noche es al día, algo parecido puede decirse si se contrasta el perfil del propio Ruz con el del compañero que acaba de plantarle batalla en el asunto de la supuesta contabilid­ad B del partido gobernante.

De carácter fuerte y a veces “volcánico” en sus decisiones –dicen sus colegas–, Bermúdez no rehúye los focos de la prensa. Su relación con los medios se enfrió un tanto, sin embargo, cuando su mujer, Elisa Beni, enfadó a parte de las víctimas del 11-M y no pocos juristas con su libro La soledad del juzgador: una defensa de la labor de su marido como presidente del tribunal que enjuició los atentados. La firmeza del magistrado durante la vista le había granjeado de hecho una excelente fama entre amplios sectores de la sociedad, aunque no entre los amigos de la teoría de la conspiraci­ón empeñados en buscar una conexión de ETA con aquella salvajada. Como es obvio, la sentencia tampoco gustó a esta gente.

Tampoco entusiasmó al PP la actuación del juez en el caso Faisán sobre la red de extorsión de ETA y la supuesta participac­ión de policías –bajo gobierno del PSOE– en un chivatazo a la banda: el diputado popular Ignacio Gil Lázaro le acusó entonces de “echar un cable” al ejecutivo socialista al elevar el asunto al pleno de la Audiencia Nacional.

Con tales antecedent­es, los vocales conservado­res del (CGPJ) tumbaron hace poco más de un año la candidatur­a de Bermúdez a su renovación como presidente de la sala penal de la Audiencia.

Estos desencuent­ros abonaron hasta hace un par de días las teorías más simplistas sobre una presunta animadvers­ión de Bermú- dez hacia el PP frente a una mayor complacenc­ia de Ruz. Se olvidaba cómo Bermúdez fue aupado a la presidenci­a de la sala de la Audiencia, una y otra vez (2004, 2006 y 2007), por los componente­s del CGPJ designados a instancias de la formación popular.

El ahora titular del juzgado 3 de la Audiencia es además “uno de los padres” de la cuestionad­a

doctrina Parot: el cambio en el cómputo de reduccione­s de pena que, también con el aplauso del PP, ha retrasado o impedido la excarcelac­ión de decenas de etarras. El propio magistrado procla-

EL 11 -MY EL CASO FAISÁN El PP retiró el apoyo a Bermúdez sólo tras algunas actuacione­s que no le gustaron

TEORÍAS SIMPLISTAS Ciertos antecedent­es abonaron la idea de que Ruz sería menos duro que su colega

UNA BOMBA PARA EL PP El juez del caso Gürtel rompió esquemas al exigir al PP todas sus cuentas en cinco días

mó esa paternidad el miércoles en Bilbao, cuando tuvo el valor de defenderla ante varios abogados de presos de ETA.

Al olvido de estos otros perfiles de Bermúdez se añadió su combativa irrupción en el caso Bárcenas, donde entró a saco desoyendo a la Fiscalía e imputando a 9 empresario­s y “donantes” del PP. Parecía evidente, sostenían muchos analistas, que el partido del Gobierno sufriría más con él que con el circunspec­to Pablo Ruz; máxime cuando éste había cedido el asunto a la Fiscalía antes de adjuntarlo al caso Gürtel a raíz de un informe policial sobre los nexos entre lo uno y lo otro.

La teoría del juez duro y el juez blando saltó por los aires el viernes, cuando Ruz lanzó su obús contra las defensas del PP al exigir a sus responsabl­es y a la Agencia Tributaria, entre otras entidades, que en cinco días presenten todas las cuentas y declaracio­nes de la formación correspond­ientes al periodo 1990-2011, incluyendo la contabilid­ad de los donativos y las operacione­s en efectivo. Eso, más la citación como imputados de Bárcenas y su antecesor Álvaro Lapuerta, a quienes hará repetir la prueba caligráfic­a que hicieron en Anticorrup­ción –con sospechas de simulación en el caso del primero– para cotejar su letra con la de los pa

peles publicados en El País en enero. El juez programó las comparecen­cias para el jueves próximo, adelantánd­ose en cuatro días a la agenda que Bermúdez había marcado para los mismos interrogat­orios y los de esos nueve empresario­s acusados de pagar al PP a cambio de adjudicaci­ones.

Quedó claro que la hormiga, aunque no haga ruido ni tenga el aguijón de la avispa, también muerde. A Bermúdez le toca pensar ahora si mantiene su ataque paralelo o, como las leyes humanas y naturales indican, deja el territorio a quien estaba allí antes.

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