La Vanguardia

¿Regreso al pasado?

Un panel de expertos analiza las posibilida­des de que la crisis desemboque en un escenario como el de los años treinta

- CARLES CASTRO Barcelona

Algunos recuerdos históricos pueden ser mortalment­e persistent­es”. Y algunas de las noticias que llegan hoy día de Grecia recuerdan otras que se producían en la Alemania de los años 30: ciudadanos desesperad­os que pierden su empleo y ven hundirse su bienestar, ascenso electoral de un partido totalitari­o que culpa de todos los males a unos determinad­os grupos étnicos, violencia organizada contra esos mismos grupos… Por eso resulta inevitable preguntars­e si sería posible que la crisis y el empobrecim­iento abocasen a algunos países europeos a un escenario como el de los años 30.

Por ahora, los populismos han adquirido una fisonomía más bufa que trágica. Pero nadie sabe lo que se oculta tras un camino plagado de decepcione­s. Y para responder a esa cuestión parece lógico preguntar a historiado­res, politólogo­s y expertos en la materia. Este es el análisis de Xavier Casals, Ferran Gallego, Joan Anton Mellón, Jordi Serra del Pino y Enric Ucelay-Da Cal.

¿UN PARTIDO TOTALITARI­O? Xavier Casals advierte que “Grecia demuestra que la ‘vieja ultraderec­ha’ de los uniformes y las milicias es capaz de regresar de nuevo”. Y añade: “Como la Alemania de Weimar, Grecia se enfrenta a un diktat económico ruinoso”.

Ferran Gallego recuerda, a su vez, que “en 1984 creíamos que Le Pen era un fenómeno pasajero curioso”. La clave es si puede surgir “un movimiento aglutinado­r de experienci­as e ideologías autoritari­as” como “resultado de la destrucció­n de las clases medias y su conciencia de que nadie las representa políticame­nte”.

Por su parte, Joan Antón Mellón no ve “factible la aparición en la Europa actual de partidos al estilo fascista de los años 30”. Sin embargo, no descarta que “si la crisis se descontrol­a en grado superlativ­o” aparezca “una especie de fascismo tecnocráti­co light, avalado en las urnas por sectores de la población asustadas por la magnitud de la crisis”.

Jordi Serra del Pino indica que “cualquier sistema que entra en la fase final de su ciclo” tiene tres opciones: superar los límites del diseño actual, realizar reformas internas o replicar fórmulas del pasado. Y “sólo la primera es una verdadera opción de futuro”, pues las otras dos “pueden provocar una crisis aún peor”.

Finalmente, Enric Ucelay-Da Cal recuerda que el fascismo “clásico se colapsó en derrota mundial”, en 1945, y el comunismo europeo “se desmoronó en 1991”. Pero las “formas híbridas mediante las que ambas corrientes se combatiero­n todavía nos acompa-

ñan, reforzadas por el ambiente de crisis desde el 2007”.

¿EXPULSIONE­S MASIVAS? “Para producirse un fenómeno de este tipo –subraya Casals en alusión a eventuales medidas contra los extranjero­s–, un partido de derecha extrema debería llegar al poder con un amplio apoyo”. Claro que en Grecia el propio centrodere­cha ya “ha propuesto que sólo los griegos de nacimiento accedan a academias militares y de policía”.

Para Gallego, “las medidas de exclusión no tendrían por qué ser producto de una referencia fascista que se tomara como modelo”. Y recuerda “la desdichada frase de Mitterrand: ‘Le Pen hace las preguntas correctas y da las respuestas erróneas’”, lo que supone achacar a los inmigrante­s “la responsabi­lidad de la crisis”.

Mellón no duda de que “si la crisis se agudiza y persiste la aplicación de políticas neoliberal­es de austeridad” que hacen recaer “sus mayores costes en los sectores populares”, se canalicen “las frustracio­nes sociales contra los inmigrante­s”. Lo que Mellón llama un “liberalism­o etnocrátic­o”.

Serra del Pino admite que “ante una situación de tanta incertidum­bre, las soluciones simplistas pueden resultar muy atractivas, pues ofrecen respuestas simples a cuestiones complejas y facilitan cabezas de turco”.

Por su parte, Ucelay recuerda que “el estado de Bienestar fue más bien una adaptación socialdemó­crata o democristi­ana del incipiente aparato desarrolla­do anteriorme­nte por los fascismos”. Pero ese “ciclo político” se “ha acabado, aunque sobrevivan en el imaginario muchos de sus encantos”.

¿RETORNO DEL BELICISMO? Casals señala que las “intervenci­ones militares en estados fallidos (amenazados por el islamismo) ya se están produciend­o, aunque posiblemen­te no crecerán por su escasa popularida­d y las limitacion­es presupuest­arias”. Y Gallego no cree que “las sociedades occidental­es puedan permitirse la jugada” de usar “la guerra como distracció­n” ante una crisis tan dura. A su vez, Mellón considera que “la manipulaci­ón de la opinión pública tiene límites en las sociedades democrátic­as”. Aun así, Serra del Pino indica “que el recurso al conflicto bélico es una posibilida­d que no puede descartars­e”. Y Ucelay apunta que “a lo largo de los años 30 ningún programa no belicista consiguió terminar con los estragos del desempleo”. Este historiado­r añade una reflexión sobre las amenazas a la modernidad y a las conquistas del individual­ismo sexual: “La oposición frontal y el rechazo en bloque ya no se produce en sociedades cristianas europeas sino en el fundamenta­lismo islámico”.

EL FUTURO DE LOS ANTISISTEM­A Casals destaca que “ya contemplam­os la eclosión de ‘partidos-antipartid­o’, ámbito en el que Catalunya se muestra como el laboratori­o político de España. Y la península ibérica –añade– cada vez presenta más signos de integrarse en este marco políticame­nte mutante”, del que el paradigma es Italia, cuya evolución política “se muestra especialme­nte eficaz en demoler viejos sistemas”.

Gallego también duda que el populismo “haya venido para marcharse enseguida", como “tampoco lo ha hecho la crisis”. A su juicio, aunque la situación mejore, “la población habrá sufrido una experienci­a pavorosa, de la que ya no se olvidará”. Y sobre “este miedo podrán mantenerse proyectos políticos que hoy pueden parecer” coyuntural­es.

A su vez, Mellón cree que “el acceso al poder de nuevas alternativ­as dependerá del mayor o menor colapso del sistema actual de partidos” y “de la calidad de los procesos organizati­vos que puedan desarrolla­r las nuevas alternativ­as”. Más tajante, Serra del Pino considera que el “sistema social, político y económico actual está prácticame­nte agotado”, pero los antisistem­a “aún no han sido capaces de plantear una verdadera alternativ­a ni tienen recursos para llevarla a cabo”.

Finalmente, Ucelay recuerda que “siempre ha existido una oposición antisistem­a, en todas partes, con mayor o menor fuerza”, y “en España ha constituid­o una presencia negativa permanente, más o menos agresiva”. Además, “el concepto de ‘gobierno representa­tivo’, más bien anglófono, nunca ha gozado de feliz aceptación en tierras hispánicas”.

La respuesta, como siempre, la tiene el futuro.

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ARCHIVO Sombras del pasado. Los expertos descartan una vuelta a los años treinta, pero no otros escenarios de corte autoritari­o

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