¿Regreso al pasado?
Un panel de expertos analiza las posibilidades de que la crisis desemboque en un escenario como el de los años treinta
Algunos recuerdos históricos pueden ser mortalmente persistentes”. Y algunas de las noticias que llegan hoy día de Grecia recuerdan otras que se producían en la Alemania de los años 30: ciudadanos desesperados que pierden su empleo y ven hundirse su bienestar, ascenso electoral de un partido totalitario que culpa de todos los males a unos determinados grupos étnicos, violencia organizada contra esos mismos grupos… Por eso resulta inevitable preguntarse si sería posible que la crisis y el empobrecimiento abocasen a algunos países europeos a un escenario como el de los años 30.
Por ahora, los populismos han adquirido una fisonomía más bufa que trágica. Pero nadie sabe lo que se oculta tras un camino plagado de decepciones. Y para responder a esa cuestión parece lógico preguntar a historiadores, politólogos y expertos en la materia. Este es el análisis de Xavier Casals, Ferran Gallego, Joan Anton Mellón, Jordi Serra del Pino y Enric Ucelay-Da Cal.
¿UN PARTIDO TOTALITARIO? Xavier Casals advierte que “Grecia demuestra que la ‘vieja ultraderecha’ de los uniformes y las milicias es capaz de regresar de nuevo”. Y añade: “Como la Alemania de Weimar, Grecia se enfrenta a un diktat económico ruinoso”.
Ferran Gallego recuerda, a su vez, que “en 1984 creíamos que Le Pen era un fenómeno pasajero curioso”. La clave es si puede surgir “un movimiento aglutinador de experiencias e ideologías autoritarias” como “resultado de la destrucción de las clases medias y su conciencia de que nadie las representa políticamente”.
Por su parte, Joan Antón Mellón no ve “factible la aparición en la Europa actual de partidos al estilo fascista de los años 30”. Sin embargo, no descarta que “si la crisis se descontrola en grado superlativo” aparezca “una especie de fascismo tecnocrático light, avalado en las urnas por sectores de la población asustadas por la magnitud de la crisis”.
Jordi Serra del Pino indica que “cualquier sistema que entra en la fase final de su ciclo” tiene tres opciones: superar los límites del diseño actual, realizar reformas internas o replicar fórmulas del pasado. Y “sólo la primera es una verdadera opción de futuro”, pues las otras dos “pueden provocar una crisis aún peor”.
Finalmente, Enric Ucelay-Da Cal recuerda que el fascismo “clásico se colapsó en derrota mundial”, en 1945, y el comunismo europeo “se desmoronó en 1991”. Pero las “formas híbridas mediante las que ambas corrientes se combatieron todavía nos acompa-
ñan, reforzadas por el ambiente de crisis desde el 2007”.
¿EXPULSIONES MASIVAS? “Para producirse un fenómeno de este tipo –subraya Casals en alusión a eventuales medidas contra los extranjeros–, un partido de derecha extrema debería llegar al poder con un amplio apoyo”. Claro que en Grecia el propio centroderecha ya “ha propuesto que sólo los griegos de nacimiento accedan a academias militares y de policía”.
Para Gallego, “las medidas de exclusión no tendrían por qué ser producto de una referencia fascista que se tomara como modelo”. Y recuerda “la desdichada frase de Mitterrand: ‘Le Pen hace las preguntas correctas y da las respuestas erróneas’”, lo que supone achacar a los inmigrantes “la responsabilidad de la crisis”.
Mellón no duda de que “si la crisis se agudiza y persiste la aplicación de políticas neoliberales de austeridad” que hacen recaer “sus mayores costes en los sectores populares”, se canalicen “las frustraciones sociales contra los inmigrantes”. Lo que Mellón llama un “liberalismo etnocrático”.
Serra del Pino admite que “ante una situación de tanta incertidumbre, las soluciones simplistas pueden resultar muy atractivas, pues ofrecen respuestas simples a cuestiones complejas y facilitan cabezas de turco”.
Por su parte, Ucelay recuerda que “el estado de Bienestar fue más bien una adaptación socialdemócrata o democristiana del incipiente aparato desarrollado anteriormente por los fascismos”. Pero ese “ciclo político” se “ha acabado, aunque sobrevivan en el imaginario muchos de sus encantos”.
¿RETORNO DEL BELICISMO? Casals señala que las “intervenciones militares en estados fallidos (amenazados por el islamismo) ya se están produciendo, aunque posiblemente no crecerán por su escasa popularidad y las limitaciones presupuestarias”. Y Gallego no cree que “las sociedades occidentales puedan permitirse la jugada” de usar “la guerra como distracción” ante una crisis tan dura. A su vez, Mellón considera que “la manipulación de la opinión pública tiene límites en las sociedades democráticas”. Aun así, Serra del Pino indica “que el recurso al conflicto bélico es una posibilidad que no puede descartarse”. Y Ucelay apunta que “a lo largo de los años 30 ningún programa no belicista consiguió terminar con los estragos del desempleo”. Este historiador añade una reflexión sobre las amenazas a la modernidad y a las conquistas del individualismo sexual: “La oposición frontal y el rechazo en bloque ya no se produce en sociedades cristianas europeas sino en el fundamentalismo islámico”.
EL FUTURO DE LOS ANTISISTEMA Casals destaca que “ya contemplamos la eclosión de ‘partidos-antipartido’, ámbito en el que Catalunya se muestra como el laboratorio político de España. Y la península ibérica –añade– cada vez presenta más signos de integrarse en este marco políticamente mutante”, del que el paradigma es Italia, cuya evolución política “se muestra especialmente eficaz en demoler viejos sistemas”.
Gallego también duda que el populismo “haya venido para marcharse enseguida", como “tampoco lo ha hecho la crisis”. A su juicio, aunque la situación mejore, “la población habrá sufrido una experiencia pavorosa, de la que ya no se olvidará”. Y sobre “este miedo podrán mantenerse proyectos políticos que hoy pueden parecer” coyunturales.
A su vez, Mellón cree que “el acceso al poder de nuevas alternativas dependerá del mayor o menor colapso del sistema actual de partidos” y “de la calidad de los procesos organizativos que puedan desarrollar las nuevas alternativas”. Más tajante, Serra del Pino considera que el “sistema social, político y económico actual está prácticamente agotado”, pero los antisistema “aún no han sido capaces de plantear una verdadera alternativa ni tienen recursos para llevarla a cabo”.
Finalmente, Ucelay recuerda que “siempre ha existido una oposición antisistema, en todas partes, con mayor o menor fuerza”, y “en España ha constituido una presencia negativa permanente, más o menos agresiva”. Además, “el concepto de ‘gobierno representativo’, más bien anglófono, nunca ha gozado de feliz aceptación en tierras hispánicas”.
La respuesta, como siempre, la tiene el futuro.