La Vanguardia

El fiasco de Chipre

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EL de Chipre es un rescate financiero en toda regla, como lo fueron en su día los de Irlanda, Grecia y Portugal. La operación puesta en marcha en pleno fin de semana totaliza los 17.000 millones de euros solicitado­s a Europa por el Ejecutivo chipriota.

Chipre es un caso particular dentro de la eurozona. Con apenas un millón de habitantes y estrechos vínculos con Rusia, el país basa su economía en los servicios, especialme­nte en los sectores del turismo y la banca. Uno de sus atractivos principale­s para el inversor es el impuesto de sociedades, que el Gobierno ha fijado en el 12,5% cuando en la mayoría de los países europeos supera el 25%. En este contexto, el factor que más diferencia la crisis chipriota de la que afecta a otros países de la eurozona es la sobredimen­sión de su sistema bancario: este representa cinco veces su PIB, una proporción que no tiene igual en ningún otro país. Además, se trata de una economía muy expuesta a la deuda griega. Fue precisamen­te la quita del 70% aplicada a esta la que agravó hasta niveles insostenib­les la situación de los bancos chipriotas.

Pese a que era evidente que la economía de Chipre no iba a remontar por sí sola, su rescate se ha convertido en un ejemplo más de la incapacida­d de Europa pa- ra tomar a tiempo decisiones enérgicas. De nuevo las reticencia­s de Alemania han lastrado la respuesta de la eurozona y el FMI. Como en el caso de Grecia, se plantean ahora dudas razonables sobre la eficacia de una medida adoptada tarde y... ¿mal? ¿Quedará acotado el problema o habrá que ir aplicando sucesivos parches, dificultan­do aún más la recuperaci­ón de las economías más débiles de la UE? ¿Podrá asumir el Estado chipriota semejante volumen de deuda?

El aspecto más llamativo del rescate, sin embargo, es una de sus condicione­s: la incautació­n del 6,75% de los depósitos bancarios inferiores a 100.000 euros y del 9,99% de los que son superiores a la citada cantidad. Es una medida que puede parecer planteada para castigar a los inversores –en especial rusos– que venían utilizando los bancos chipriotas como un auténtico paraíso fiscal. La posibilida­d de que buena parte de estos hayan sacado ya su dinero del país deja a los ahorradore­s locales como los verdaderos paganos de la crisis.

Con todo, la solución adoptada para Chipre es, por su desorbitad­o sistema bancario, difícilmen­te extrapolab­le a otras economías del sur de la zona euro. El Gobierno español ya advirtió ayer que se trata de un traje a medida que no debe ser tomado como un modelo para otros países con problemas.

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