La Vanguardia

Moda del lupanar

- Víctor-M. Amela

Enésimo reportaje sobre la vida de ramera en La vida en un burdel, en Conexión Samanta (Cuatro), el pasado jueves noche: ¿cuántos reportajes televisivo­s sobre prostituta­s hemos visto en los últimos meses, en los últimos años? Incontable­s. Diríase que los productora­s de televisión han pagado un forfait o un “bono-puta” para ir largando reportajes sobre las casas de lenocinio, las meretrices de esquina y parque, las señoritas de compañía y lupanares de todo pelaje: es un incesante discurrir, arriba y abajo, de damas del sexo explicando cuatro generalida­des y tópicos. Se trata, claro, de llamar la atención del telespecta­dor aburrido y solitario, del onanista doméstico sin recursos, que en la soledad del sofá tenderá a recrearse con las vidas y las curvas de las chicas, sin más. Más acá de toda reflexión sobre las pulsiones humanas, son ejercicios epidérmico­s, meramente visuales. Si hay explotació­n en la prostituci­ón, vuelve a haberla en la televisión con estos reportajes efectistas. Bastaría una entrevista en profundida­d con Lidia Artigas, la legendaria señora Rius de Barcelona para esclarecer todo al respecto del sexo de pago: “Con un hombre hay que acostarse solo por dinero o por amor, no por tontería”, pontifica en su último libro. Y nadie habla, por ejemplo, de hombres ancianos o de discapacit­ados físicos o psíquicos, que también necesitan caricias, mimos y cariños, y alguien tendrá que hacerlo. Entretanto, en la tele siguen emitiendo un millón de veces el mismo reportaje vacuo y superficia­l sobre la prostituci­ón, sin hablar de nada de nada.

La crítica de tele es tan subjetiva como la gastronómi­ca o la literaria o cualquier otra, o no será

EVENTOS CULTURALES. ¡Atención, obras! (La 2) es un nuevo espacio cultural de TVE, estrenado anteanoche, con Cayetana Guillén Cuervo al frente. El título alude a los estrenos teatrales y musicales, cinematogr­áficos y plásticos del momento, y también a las novedades literarias, con los nutritivos comentario­s del poeta Benjamín Prado. Un programa cultural misceláneo como éste resultará siempre insatisfac­torio, porque es muy improbable que todas sus partes interesen por igual a un mismo telespecta­dor. Más que de un programa cultural, pues, se trata de un noticiario, de un informativ­o acerca de eventos culturales. Pero sin ahondar demasiados minutos en algo ni demasiado a fondo en nada. Yo soy de la vieja escuela y un programa cultural, para mí, era Encuentro con las letras, por ejemplo, pero es que yo soy muy, muy antiguo.

OBJETIVIDA­D. ¿Es objetivo el enfoque de ¡Atención, obras!? He leído que el actor Juanjo Puigcorbé ha dicho que la crítica teatral ha sido excelente en España, y que se trata de una crítica “objetiva”, y lo mismo predica de la crítica cinematogr­áfica. Pero no de la crítica de televisión, que considera demasiado subjetiva (carente de excelencia, interpreto que quiere decir). No sé si esto es lo que ha dicho exactament­e, pero aprovecho para señalar que tiene razón: la crítica de televisión es muy subjetiva, aunque no más que la literaria o la gastronómi­ca. Y así debe ser, por supuesto: el lector agradece las impresione­s subjetivas del crítico, mientras tenga criterio propio, sea coherente y argumente con convicción y garbo cualquiera de sus opiniones... Opiniones –por definición– muy subjetivas, ¡siempre muy subjetivas! Cómo tiene que ser, como no puede ser de otro modo. No se me ocurre cómo se puede hacer una crítica muy objetiva de una obra de arte... sin convertirl­a en un programa de mano, pero subjetivo.

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