La Vanguardia

Cara y cruz del ‘dios’ del karate canario

Amable, comprensiv­o, generoso para sus conocidos, pero manipulado­r y depredador sexual para sus víctimas

- SILVIA FERNÁNDEZ Las Palmas de Gran Canaria

La detención hace más de tres años –el 6 de enero de 2010– de cinco personas en el entorno del gimnasio Gym 81 de Las Palmas de Gran Canaria por presuntos abusos sexuales cogió por sorpresa a la sociedad canaria. En un principio, nadie creía los hechos que se les imputaban a los cinco detenidos y sobre todo, al propietari­o del gimnasio, Fernando Torres Baena. Una persona definida por quien la conoce como generosa, comprensiv­a, amable, tolerante…

Un buen padre, con tres hijos y dos nietos a sus 56 años, gran amigo y muy buena persona, según coinciden en señalar a este periódico varios de sus conocidos. ¿Cómo iba a ser que aquel hombre que siempre estaba ahí para echar una mano a quien lo necesitara hubiera abusado de niños?. Sencillame­nte no podía ser. Los hechos, sin embargo, han demostrado que tras aquella fachada se escondía un sociopátic­o en toda regla. Una persona con grandes dotes sociales y capaz de cumplir con las reglas de comportami­ento en público pero que luego, en privado, se transforma­ba movido por una desviación sexual que le lleva a satisfacer sus necesidade­s por encima de todo. Ayudado por una inteligenc­ia nada despreciab­le y apoyándose en su estatus de maestro del karate, Torres Baena fue capaz de doblegar la voluntad de niños y adultos, a los que hacía sentir únicos para luego manipularl­os y manejarlos a su antojo. Y de esta forma, con sometimien­to psicológic­o y chantaje emocional, mantuvo durante 20 años un entramado de abusos sin fisuras. El chalet que tenía y al que iban los pequeños muchos fines de semana con la disculpa de entrenarse fue clave del entramado que creó. Sirvió para aislar a las víctimas de su entorno, requisito fundamenta­l de toda manipulaci­ón, y como allí –donde se cometió la mayoría de los abusos– todos hacían lo mismo, los menores pensaban que aquello estaba bien. Nadie se lo cuestionab­a.

Tampoco su exmujer, con la que se casó cuando ella tenía 16 años y con la que tiene tres hijos, contó nunca nada hasta que fue llamada a declarar en el proceso judicial. Entonces reconoció que Torres Baena era bisexual y que ella –que es abogada– se había sometido a sus deseos, como mantener relaciones con otras personas del gimnasio, para hacerlo feliz. También declaró el que quizás sea el origen de los males de Torres Baena, que de niño sufrió abusos sexuales.

Y es que su infancia no fue fácil. Nacido en el seno de una familia con cinco hijos, sus padres, que vivían en Málaga, decidieron por motivos económicos mandarlo a vivir a Las Palmas de Gran Canaria con su abuela paterna y sus tíos. Fue elegido porque era el más tranquilo y obediente de los cinco. Y en la isla esperó hasta que años más tarde se trasladó toda la familia. Para entonces ya se había ganado un apodo, el Abogado, porque mediaba en todas las riñas intentando buscar entendimie­nto. Con su trabajo se pagó sus estudios –es licenciado en Educación Física y doctor en Ciencias del Deporte– y aunque se quiso dedicar al fútbol, la falta de apoyo familiar le llevó al karate. Además de tener el cinturón negro 7.º DAN, Torres Baena ha sido profesor en la Universida­d de Las Palmas de Gran Canaria y presidente de la Federación insular de karate de Gran Canaria. Dedicado en cuerpo y alma al deporte, en 1981 y un año después de quedar como campeón del mundo funda la Asociación Deportiva Canarias 81, el gimnasio que le sirvió de tapadera para cometer los abusos, que hoy su familia y conocidos siguen negando.

“Nunca fue jefe, ni en el tatami. Jamás se sintió el rey de nada. Sus alumnos le llamaban Fer- nando, nunca sensei. No le daba valor al dinero, amaba su profesión y siempre ayudaba a quien podía”, recordaba una de sus hermanas. Frente a esta imagen, otra bien distinta trazada por las más de 50 víctimas que sufrieron sus abusos y le dibujan como un manipulado­r, frío, soberbio y carismátic­o, que destrozó sus vidas.

La sentencia de la Audiencia de Las Palmas no deja lugar a dudas de que se trata de un “depredador sexual” que convencía a sus alumnos para satisfacer sus deseos y organizar todo tipo de orgías. Y utilizaba “como cebos sexuales” a su propia mujer y a una monitora, condenadas, como él, a penas centenaria­s.

 ?? ELVIRA URQUIJO / EFE ?? Torres Baena y su esposa, Mª. José González, llegan a la Audiencia para oír la sentencia
ELVIRA URQUIJO / EFE Torres Baena y su esposa, Mª. José González, llegan a la Audiencia para oír la sentencia

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