Maestro del cine político
Apasionado del cine criminal y artista comprometido con la realidad, no es extraño que Damiano Damiani se convirtiera en azote de mafiosos y políticos corruptos, empleando un tono de cine negro. Director de El caso está cerrado, olvídelo; Confesiones de un comisario, y ¿Por qué se asesina a un magistrado?, siempre con el popular Franco Nero como protagonista, el cineasta murió el pasado jueves en Roma, a los 90 años, a causa de una insuficiencia respiratoria. Su última película, Ángeles de negro, comedia donde actuaba Carmen Maura, la había rodado en el 2002.
Damiano Damiani siempre lo tuvo muy claro: “Si el compromiso político existe en mi vida, mis películas tendrán que testimoniarlo”. Nacido el 23 de julio de 1922, antes de dedicarse al cine cursó estudios de pintura. Una pasión, la de pintor, que nunca le abandonaría. Sus primeros trabajos fílmicos los realizó en 1946 como director artístico, desempeñando después funciones de guionista y realizador de documentales.
En 1960 dirige su primer largometraje de ficción, El lápiz de labios. Era una trama policiaca de tono neorrealista, no en vano su guión fue escrito por Damiani en colaboración con el gran Cesare Zavattini, guionista de las obras maestras de Vittorio De Sica. Al año siguiente filmaba El sicario con Sylva Koscina y Belinda Lee, dos estrellas de la época.
A partir de este momento, el cineasta –en la imagen dirigiendo a Rosanna Schiaffino– encadenó los rodajes de numerosas películas, saltando del cine de denuncia a las adaptaciones literarias y el western con resonancias sociales. En todos los casos tuvo frecuentes encontronazos con la censura imperante en aquel tiempo en Italia.
En una entrevista mantenida en 1973, Damiani recordaba que sus problemas con los censores empezaron con el thriller El día de la lechuza (1968). Porque era la “primera película italiana donde se veía a un jefe de la mafia entrar en la sede de la Democracia Cristiana, para recibir o dar órdenes. Debía estrenarse en un año en el que había elecciones, así que estuvo retenida por la censura. Sé que hubo una proyección especial para el secretario general del partido y otros políticos. Finalmente pensaron que provocaría más escándalo prohibirla
Sus problemas con la censura italiana empezaron con el thriller ‘El día de la lechuza’
que autorizar su estreno”.
Los infortunios con la censura de aquel director que no ocultaba su militancia comunista se repitió al principio de la década de los setenta con Confesiones de un comisario, donde en formato de thriller reaparecía el tema de la mafia y la corrupción política. Damiano Damiani fue el descubridor de Ornella Mutti, a la que con apenas quince años hizo debu- tar en Sola frente a la violencia, otro drama criminal de alto voltaje social.
En 1974 su guión de La sonrisa del gran tentador, una parábola abiertamente anticlerical, sedujo a la gran dama del cine británico Glenda Jackson, que se puso a sus órdenes en esta película rodada en inglés y en la que también aparecía Francisco Rabal interpretando a un obispo. Rabal había actuado anteriormente en El recibimiento (1963), que algunos consideran una de las obras más ambiciosas y logradas de Damiani.
Entre sus adaptaciones literarias cabe mencionar La isla de Arturo, basada en la novela de Elsa Morante; La noia, donde adaptaba a Alberto Moravia y con un reparto internacional que incluía a Bette Davis, Horst Buchholz y Catherine Spaak. Aunque premiado en 1985 en el Festival de Berlín por Pizza connection, la carrera de Damiani fue diluyéndose un poco en el cine comercial y en 1982 rodó en Estados Unidos la secuela Amityville II: La posesión.
LLUÍS BONET MOJICA