La Vanguardia

Disciplina victoriana con mucha deuda

Crispado debate en el Reino Unido sobre la austeridad

- ANDY ROBINSON Londres Enviado especial

Quizás sea injusto echar la culpa a los gobiernos de la periferia de la zona euro por los discutible­s resultados de sus políticas de austeridad. A fin de cuentas, llegaron órdenes desde Berlín, Frankfurt y desde los operadores de bonos en Wall Street y la City. Se dispararon los tipos de interés; creció el temor de insolvenci­a en países que no controlan la divisa en la que están endeudados. Hacía falta dar alguna señal de obediencia.

Pero en el caso británico, las órdenes de recortar todo llegaron desde la mismísima Downing Street, residencia del primer ministro David Cameron y de su chancellor (ministro de Hacienda) George Osborne. Esto pese a que los costes de servicio de la deuda se sitúan en los niveles más bajos desde la gran depresión. Por eso, existe un crispado debate sobre la austeridad en Londres. Economista­s británicos como Simon Wren Lewis, de la Universida­d de Oxford; Jonathan Portes, del influyente think tank Niesr, o Martin Wolf, desde su influyente columna en el Financial Times (apoyados desde EE.UU. por el premio Nobel Paul Krugman, el exsecretar­io del Tesoro Larry Summers y Olivier Blanchard, economista jefe del FMI en Washington) acusan el Gobierno de haber cometido un harakiri económico sin motivo ni razón.

A diferencia de España u otros países de la periferia de la zona euro, el Reino Unido habría podido aprovechar el momento, dijo Portes en una con- versación telefónica mantenida la semana pasada. “Con los tipos a largo plazo en niveles históricam­ente bajos, debería haber aumentado la inversión publica”, dijo. La insistenci­a de Osborne en que los tipos bajos son el resultado de su restrictiv­a política fiscal, no es cierto, dice Portes. “Son el resultado del bajo crecimient­o”.

Coincide Wren Lewis: debido a la pasividad del BCE, “la austeridad en la europerife­ria ha sido más dura de lo que se necesitaba”. Pero “lo que George Osborne ha hecho en el Reino Unido equivale a privar de alimentos a un paciente enfermo y forzarlo a ducharse con agua fría”, ironiza.

Esta “disciplina inglesa” tiene admiradore­s en Madrid, sin duda. Pero sólo ha servido en el Reino Unido para que crezca aún más la deuda. Ya rebasa el 80% del PIB y sumada a la deuda privada el grado de endeudamie­nto alcanza el 250% del PIB.

¿Qué ha quedado de la tesis de la “contracció­n expansiva” con la que los tories ganaron las elecciones del 2010, la versión británica de la salomónica consigna electoral del PP: “¿No se trata de austeridad o crecimient­o, sino austeridad y crecimient­o también? Pues no queda nada de esta tesis, si es que había gente sensata que la tomaba en serio en primer lugar”, sentencia Portes.

Pero sí hay economista­s que defienden a Osborne, pese a todo. Bridget Rosewell, exmiembro del comité monetario del Banco de Inglaterra, y Paul Ormerod, de Volterra Partners, rechazan el argumento de que los estímulos fiscales hubieran evitado el estancamie­nto. “La política fiscal no es muy eficaz como estímulo económico”, sostiene en una respuesta a Portes. Es más –dice–, la deuda británica está peligrosam­ente cerca del 90%, que desata crisis de confianza en los mercados. Puede que el Reino Unido tenga más opciones macroeconó­micas que la europerife­ria, pero no tiene margen para hacer las políticas fiscales expansivas que defienden Krugman y Summers. “EE.UU. es una potencia que puede hacer lo que le dé la gana; nosotros no”, sostienen Rosewell y Ormerod. El riesgo si se diera marcha atrás en las políticas de austeridad: “Subidas de tipos a largo al 7% o 8%y el colapso de la libra esterlina”, dice.

Puede ser verdad. Pero por el momento, las subidas de tipos sobre bonos brillan por su ausencia, pese a la expansión monetaria agresiva del Banco de Inglaterra, y la ligera depreciaci­ón de la libra parece muy positiva para el Reino Unido, cuyas exportacio­nes no han creado una vía de escape de la crisis.

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SUZANNE PLUNKETT / REUTERS / ARCHIVO El primer ministro británico, David Cameron
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