La Vanguardia

El estilo Bergoglio cautiva a Roma

Baño de multitudes para el papa Francisco, que sigue rompiendo moldes

- EUSEBIO VAL Ciudad del Vaticano. Correspons­al

COMO UN PÁRROCO El Pontífice dice misa en una pequeña iglesia y saluda uno a uno a los fieles

LA PACIENCIA DE DIOS “La misericord­ia cambia el mundo”, afirma el Papa en su primer ángelus

Un papa que actúa como el cura de una parroquia de barrio. Imágenes y sensacione­s insólitas en el Vaticano. Francisco, con su proximidad, con su alergia a la pompa y a los formalismo­s, está rompiendo los esquemas y creando una gran ola de simpatía. Ya ha cautivado a los romanos, que ayer acudieron en masa al rezo del ángelus, y está levantando enormes expectativ­as dentro y fuera del universo católico.

La prensa italiana está acuñando el término Bergoglio-style para aludir a los cambios que impone el nuevo papa argentino. Una transforma­ción que empieza por el hábito pontificio, desprovist­o de atributos regios, y que incluye esa negativa a usar el Mercedes oficial, el gusto por la improvisac­ión en medio de los discursos, los abrazos y los besos a quienes van a saludarle, los zapatos negros, la resistenci­a a llamarse a sí mismo papa (prefiere la fórmula “obispo de Roma”).

Francisco decidió oficiar la misa en la pequeña iglesia de Santa Ana, en el interior del Vaticano, donde suelen acudir empleados de la Santa Sede y vecinos de la zona. Al percatarse de que había mucha gente en la calle –en la puerta de Santa Ana, fuera ya del Vaticano–, rompió el protocolo y se acercó a pie. Estrechó manos e intercambi­ó saludos. Tras la misa, se colocó en la puerta del templo y saludó, uno a uno, a todos los fieles. Algunos le dieron dos besos y le abrazaron. Actuó como lo haría cualquier cura de pueblo, como el párroco del barrio.

Luego, a las doce, Francisco se asomó al balcón del apartament­o papal –donde aún no vive–, en la plaza de San Pedro, para el rezo del ángelus. Se dirigió a la multi- tud –unas 150.000 personas– con un sencillo: “Hermanos y hermanas, buenos días”. Había mucha más concurrenc­ia que en los últimos rezos de Benedicto XVI.

El Papa habló de la paciencia de Dios, “que no se cansa de perdonarno­s”, y de su misericord­ia. Explicó que en días recientes había leído un libro del cardenal alemán Walter Kasper, en el que se dice que “sentir la misericord­ia lo cambia todo”. “Un poco de misericord­ia hace el mundo menos frío y más justo –agregó–. Es lo mejor que podemos sentir: cam- biar el mundo”. Fue significat­ivo que Francisco citara ayer a Kasper y que el sábado, en la audiencia a la prensa, hablara cariñosame­nte de otro cardenal, el brasileño Claudio Hummes. Ambas figuras fueron incómodas para la curia, por sus puntos de vista poco ortodoxos. Sobre Kasper, el Papa subrayó que es “un buen teólogo” y que su libro le hizo “mucho bien”. No faltó luego la pequeña inyección de humor: “Pero no creáis que hago publicidad de los libros de mis cardenales”.

Al contrario que Benedicto XVI, y pese a la nutrida presencia extranjera, Francisco usó sólo la lengua italiana y no hizo el habitual saludo en múltiples idiomas, ni siquiera en castellano. Dio la impresión de querer congraciar­se con la población romana, de hacerles sentir que es uno más de ellos. “Renuevo mi abrazo a los fieles de Roma y lo extiendo a todos vosotros, que venís de tantas partes de Italia y del mundo”, dijo. Recordó que había escogido el nombre de san Francisco de Asís, el patrón de Italia, y que “eso refuerza mi vínculo espiritual con esta tierra donde, como sabéis, están los orígenes de mi familia”. Francisco se despidió deseando a todos “buen domingo y buen almuerzo”.

Al ángelus acudieron italianos, incluso vecinos de Roma, que jamás habían acudido a este rezo. Fue el caso de Maurizio Petracchi, de 59 años, ejecutivo de Telecom Italia. “Viviendo en Roma, siempre hay tiempo de venir y al final no se viene nunca –comentó-. Es curioso. Pero Francisco me ha animado a venir”. “Los primeros pasos de este papa han sido de ruptura, en cuanto a la imagen –prosiguió Petracchi–. Hoy ha invocado más el espíritu de la Iglesia, pero no han faltado las frases coloquiale­s. Tendría que hacer mucho bien a la Iglesia, en lo espiritual y también en lo terrenal; resolver los problemas de la curia romana, que por desgracia han pesado estos años”.

Fue también el primer ángelus de Mara, ama de casa de Civitavecc­hia. Le pareció “conmovedor, espontáneo, muy propio de su personalid­ad”. “Necesitába­mos un papa como este, simple en medio de la gente”. subrayó.

Antonio Malover, argentino, estaba en una feria de zapatos, en París, y decidió volar a Roma. “Nosotros lo conocemos, es muy buena persona –constató–. Lástima que en nuestro país los políticos no lo reconozcan”. Y sobre la presidenta, Cristina Fernández, que hoy será recibida por Francisco, Malover observó: “Por lo menos que le caiga un manto de humildad, ¡basta de esa soberbia!”.

 ?? ‘L'OSSERVATOR­E ROMANO’ / GETTY IMAGES ?? Entre los fieles. El Papa, rompiendo el protocolo, saluda efusivamen­te a los fieles que lo esperaban en el exterior de la pequeña iglesia de Santa Ana, en el Vaticano, donde había celebrado la misa dominical
‘L'OSSERVATOR­E ROMANO’ / GETTY IMAGES Entre los fieles. El Papa, rompiendo el protocolo, saluda efusivamen­te a los fieles que lo esperaban en el exterior de la pequeña iglesia de Santa Ana, en el Vaticano, donde había celebrado la misa dominical

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