La Vanguardia

La hermana también es austera

María Elena Bergoglio vive modestamen­te a las afueras de Buenos Aires y no viajará mañana a Roma

- ROBERT MUR

La hermana del Papa es tan espartana como él. María Elena Bergoglio vive en una modesta casa de una planta en Ituzaingó, a las afueras de Buenos Aires. Recibe a La Vanguardia en su sencillo comedor el sábado por la noche, después de tres días de atender a decenas de medios en la puerta, donde monta guardia un coche de policía. Está un poco afónica, con frío y cansada, pero su amabilidad con la prensa no se agota.

“No lo sospechaba, no lo imaginaba y no lo soñaba”, cuenta. “No le puedo describir en palabras lo que sentí en ese momento”, añade. María Elena se sentó el miér-

“Sé que no colaboró con la dictadura”, asegura la única hermana viva del papa Francisco

coles frente a su anticuado televisor de catorce pulgadas cuando supo que había fumata blanca. “Llegué a escuchar nada más Jorge Mario”, dice esta mujer, que en sus primeras declaracio­nes exclamó: “¡Pobre hombre!”.

No tiene móvil. “¡Menos mal!”, se alegra. El teléfono fijo no ha parado de sonar desde el miércoles. Aún no ha hablado con el pontífice. ¿Cómo se telefonea a un Papa? “Quería llamar al arzobispad­o para que me digan cómo, pero el fin de semana ya no voy encontrar a nadie”, se lamenta.

Acompañada de su hijo Jorge, su sobrino Mario y un amigo, María Elena tose y fuma. Dentro de la casa, viste un anorak con la cremallera hasta el cuello. La estufa está parada. Se ha fundido una bombilla y hay poca luz. En la televisión dan un programa de coti- lleos. Una vieja mesa con sus sillas, unos cuadros, un calendario en la pared, y una vitrina con viejas copas y algunos santos completan el austero salón.

A sus 65 años, es la única hermana viva de Francisco. Separada y con dos hijos, María Elena viajó en el 2001 a Roma para la creación cardenalic­ia de Bergoglio. Pero mañana no estará en el Vaticano. “No pensé ir, sentí que lo tenía que acompañar desde aquí, y después me enteré de que había pedido que los argentinos no viajemos, sino que se donara ese dinero a los pobres, y me dije que había tomado una buena decisión de no ir”, explica.

Es la pequeña y se lleva casi doce años con el Papa, así que sus recuerdos de infancia son limitados, teniendo en cuenta que a los 19 años el joven Bergoglio dejó para siempre la casa familiar al ingresar en el seminario. “Era un adolescent­e normal, tenía sus amigos, salían, se divertían; era muy estudioso, la vida normal de un adolescent­e de esa época”, insiste la mujer, que trabajó durante años como administra­tiva y ahora está jubilada.

Esa distancia generacion­al hace que María Elena no conozca muchos detalles de la vida de su hermano, ni sus opiniones sobre muchos temas. Es más, la mujer cita El jesuita, el libro de entrevista­s con el exarzobisp­o de Buenos Aires, para responder algunas preguntas. “Venía a las casas de sus hermanos en ocasiones muy, muy especiales”, cuenta. Ocasiones que no incluían los cumpleaños, aunque telefoneab­a “infaliblem­ente”. La familia iba a sus “misas de Navidad, de fin de año, de Pascua, porque él no se reunía con nosotros y era la forma de estar reunidos”, explica. “En Navidad, estaba con los sacerdotes viejitos de la diócesis, la pasaba con ellos”, añade. Bergoglio estaba casado con el sacerdocio.

Sin embargo, es tajante sobre las acusacione­s contra el Papa. “Sé que no colaboró con la dictadura, al contrario”, indica, aunque reconoce que nunca habló de ello con Bergoglio. “Era muy reservado”, dice y se remite a las recientes declaracio­nes atribuidas a Francisco Jalics, uno de los dos curas que supuestame­nte acusaron al Papa de delatarlos, y que ahora asegura estar en paz con el Papa. “Si el mismo interesado no acusa…”, concluye.

De política y de la fría felicitaci­ón de la presidenta Cristina Fernández a Bergoglio, no quiere decir nada. “De política no vamos a

No quiere hablar de política ni de la presidenta pero dice que su hermano fue peronista

hablar, lo vamos a dejar de lado, hablemos del Papa”, se disculpa. “No tengo la formación adecuada y lo que pueda decir puede llegar a malinterpr­etarse y no me interesa, construyam­os para adelante que eso es lo que importa”, insiste. “Ella (Fernández) lo sintió así, perfecto”, zanja. El Papa recibirá hoy a la presidenta. Al margen, María Elena sí confirma que el Papa fue peronista. “No sé a qué edad empezó a simpatizar, pero sí era simpatizan­te”, sostiene la hermana.

En cambio, esta católica practicant­e sí quiere opinar sobre la aparente revolución que representa su hermano en la Iglesia. “Nuestros padres nos dieron a mamar la fe desde la cuna y nos educaron con el ejemplo”, indica. “Cuando se habla de justicia social, de los pobres, de los sufrientes, se habla de todos, no solo del creyente católico”, continúa. “Que crean o no en Jesús o en la Iglesia, es otra cosa; hay que ser tremendame­nte respetuoso­s de la creencias de cada uno y el cambio se puede dar igual”, añade.

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ROBERT MUR María Elena Bergoglio posa en el comedor de su modesta casa, a las afueras de Buenos Aires

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