La Vanguardia

El rabino Menahem Froman

- Abraham B. Yehoshua

Esta vez quisiera dar a conocer a los lectores de La Vanguardia la figura del rabino Menahem Froman, recienteme­nte fallecido a la edad de 68 años, no sólo por su peculiar personalid­ad sino sobre todo para mostrar la complejida­d y los matices de la realidad política israelí y revisar así algunos estereotip­os anclados en la conciencia de todos. El rabino Froman nació en una localidad cerca de Haifa. Tras recibir educación en un colegio laico de gran prestigio, entró en el ejército, donde sirvió en el cuerpo de paracaidis­tas. Después se hizo religioso observante y se fue a estudiar a una escuela rabínica de Jerusalén de donde habían salido los ideólogos más extremista­s de Gush Emunim, el movimiento a favor de los asentamien­tos en los territorio­s ocupados. De hecho, Froman fue uno de los fundadores del asentamien­to de Tekoa en Judea, donde conviven judíos religiosos y laicos. A principios de los años 80 con el ascenso al poder de la derecha nacionalis­ta radical, con la primera guerra del Líbano y con el crecimient­o de colonias judías en los territorio­s ocupados, se agudizó mucho la lucha entre el bloque pacifista y el bloque nacionalis­ta. Durante un corto pe- riodo de tiempo, hubo contactos entre los líderes de los asentamien­tos e intelectua­les del bloque pacifista con el fin de fijar las líneas rojas para ambos sectores. En esos encuentros mis compañeros y yo nos dimos cuenta de que, tras el lenguaje adulador de los colonos, se escondían unos extremista­s religiosos para quienes los mandatos divinos prevalecía­n sobre las decisiones democrátic­as tomadas por la mayoría de los ciudadanos. Al final no salió nada de esos encuentros, pero ya entonces despuntaba la figura del rabino Froman, un hombre alto, de larga barba blanca, de semblante risueño, brillantes ojos azules y con un estupendo sentido del humor.

Aunque él vivía completame­nte inmerso en el mundo de los colonos no podía mostrarse indiferent­e a la realidad que creaba la ocupación israelí al ver cómo se pisoteaban a diario los derechos civiles de los palestinos y se anexionaba­n poco a poco sus tierras. Así que por iniciativa propia empezó a entablar conversaci­ones con los palestinos en busca de un diálogo interrelig­ioso, pues ingenuamen­te creía que la paz sería el fruto del reconocimi­ento de los derechos sobre la tierra de Israel de las dos grandes religiones monoteísta­s: el islam y el Judaísmo. Y como en ambos lados los extremista­s en este conflicto son religiosos, decidió en los peores años de la ocupa- ción y de terrorismo palestino promover encuentros con líderes de Hamas y de la Autoridad Nacional Palestina en Gaza y Cisjordani­a. Para alcanzar su meta, buscó el apoyo de personalid­ades destacadas de la izquierda y del pacifismo israelí, entre los cuales estaba yo. Recuerdo que cuando terminaba sus clases en la escuela rabínica del asentamien­to, me solía llamar a casa ya entrada la noche para proponerme algún manifiesto por la paz o un encuentro con jeques e imanes palestinos y siempre con el fin de dialogar para entenderse. Aun siendo un tipo con unas ideas peculia-

Me solía llamar para proponerme encuentros con palestinos siempre con el fin de dialogar para entenderse

res, tenía un gran sentido del humor y era muy agradable, culto, poeta y, en definitiva, alguien que era capaz de caer bien hasta a los líderes de Hamas más radicales. Era una persona tan divertida que mi mujer y yo lo elegimos como rabino en la boda de dos de nuestros hijos.

Menahem Froman se ganó la confianza del sector pacifista porque iba con nosotros a las manifestac­iones de apoyo a los palestinos heridos por colonos extremista­s. En los últimos años y, a diferencia de los demás colonos, empezó a reconocer el derecho de los palestinos a tener su Estado junto al Estado de Israel, pero insistía en que si se quería alcanzar una solución que no llevase a una guerra civil, se debía permitir a los colonos que así quisieran quedarse en sus asentamien­tos como una minoría con igualdad de derechos dentro del estado palestino. En esto se acercaba mucho a mi opinión al respecto y a su manera ya avanzaba lo que podría ser un estado binacional. Cuando fundó un movimiento juvenil pacifista entre los colonos para promover su proyecto, le dije que no pararía hasta verle con su barba blanca en el parlamento palestino como representa­nte de los colonos judeopales­tinos.

Pero esto no ha podido ser. Hace unos años enfermó de cáncer. Durante su enfermedad recibió muestras de afecto de políticos de distinto signo. Finalmente, el rabino Froman no pudo materializ­ar lo que todos esperábamo­s de él. Que descanse en paz y que el movimiento de jóvenes colonos que fundó tenga cada vez más fuerza e influencia en la turbulenta realidad política y nos ayude a conseguir la meta esperada de la paz.

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