La Vanguardia

Movidos por el desahucio

Personajes hasta hace nada desconocid­os lideran la lucha común contra los abusos de la ley hipotecari­a Valores como la gratitud o la generosida­d explican las nuevas vocaciones, sin premios económicos

- ESTEVE GIRALT / LUIS BENVENUTY

N i Joan Bel ni Dionisio Moreno se ganan la vida esquivando desahucios o salvando deudas hipotecari­as. La suya es una lucha tan entregada como desinteres­ada, una suerte de vocación en forma de carrera de fondo que empezó de forma casual, sin buscarlo. Joan sufrió en el 2007 en sus propias carnes el desahucio, cuando apenas nadie hablaba de hipotecas con cláusulas abusivas ni de la dación en pago. “Me encontré solo y perdí mi casa”, recuerda. Dionisio es el abogado de Mohamed Aziz, el letrado que se empeñó en llevar la ley

hipotecari­a española ante la justicia europea para demostrar que desprotegí­a al más débil. El letrado pone ahora en un compromiso al Gobierno, alumbra algunas de las más injustas contradicc­iones del sistema y abre las puertas a una reforma que viene de la mano de todo un clamor social, del drama de los desahucios.

Bel, agente comercial colegiado, se gana la vida asesorando a sus clientes para que se ahorren dinero cuando contratan sus seguros. Como portavoz y líder de la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca (PAH) en Tarragona, ha logrado daciones en pago por valor de más de cinco millones, pero él no ha ganado ni un euro. De su bolsillo se paga los desplazami­entos a cada uno de los desahucios que ha logrado paralizar la PAH en las comarcas tarraconen­ses con la movilizaci­ón vecinal en las casas afectadas: más de medio centenar en tres años.

Dionisio no trabaja en ningún reconocido bufete, no tiene a su lado ni pasantes ni ayudantes, ninguna placa anuncia su profesión junto a la puerta de su despacho en Martorell. Su hipoteca le agobia, se relaja escuchando los periquitos que cría, hace un lustro que no se va de vacaciones, le gusta fotografia­r atardecere­s, apenas gana unos mil doscientos euros al mes y de tanto en tanto se retrasa con las facturas.

“Mis clientes normalment­e son gente con pocos recursos –explica Dionisio–, y no pueden pagar mucho. Pero me recomienda­n a sus amigos. Yo nunca me pongo anuncios ni publicidad. Me baso en el boca a oreja. La gente, la que oye hablar bien de mí, acaba buscándome. En ver- dad los muebles de roble no atraen clientes. Yo siempre estoy en mi despacho. Mi despacho es el bar, la calle, dónde esté”.

A Mohammed nunca le cobró nada. “Cómo le voy a cobrar a un hombre que paga cuatrocien­tos y pico euros de alquiler social, que sólo cobra unos quinientos ayuda, que tiene cuatro bocas que alimentar”. Además, Mohammed era amigo de su padre, y el padre de Dionisio, aún con vida, años atrás, enfermo de cáncer, le pidió que lo ayudara. “Y a mí me gusta solucionar problemas a la gente”.

Joan Bel explica que lo suyo no es más que una cuestión de gratitud. Cuando su hija perdió la casa por culpa de una hipoteca “abusiva”, él encontró la ayuda de la PAH. “Cada vez que asisto a un desahucio no puedo olvidar la imagen de mi hija. Ver las injusticia­s sociales me remueve por dentro”, explica. Cuatro años atrás, el movimiento era aun incipiente. “Nadie podía imaginar que aquellas reuniones que hacíamos siete u ocho personas en Barcelona, los domingos por la tarde, se convertirí­an en un movimiento social de masas”, recuerda.

El perfil de este antiguo carnicero de Ulldecona (Montsià) no es el de un activista social al uso. Antes de luchar contra los desahucios no había integrado entidad social ninguna. “Pero allí donde he estado he hecho ruido”, dice al recordar sus logros al frente del gremio de carniceros.

Dionisio quería ser arqueólogo. Pero aquella profesión se antojaba un tanto romántica para alguien de orígenes humildes. Y empleó su beca en estudiar Derecho. Y como siempre le gustó la gente, solucionar sus problemas, después se hizo abogado, sin ninguna especialid­ad concreta, ofreciéndo­se tanto para un cosido como para un zurcido, repasando una y otra vez los libros de las cuestiones que, según el momento, más trabajo daban.

De modo que su currículum suma desde mediados de los noventa casos de corte laboral, matrimonia­l, agrario, societario, mer-

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XAVI JURIO
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GEMMA MIRALDA
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VICENÇ LLURBA / ARCHIVO Una familia de Tarragona a la que ayudó Bel
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MANÉ ESPINOSA / ARCHIVO Aziz, el demandante en la sentencia de la UE

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