La Vanguardia

El recuerdo de las bombas de 1938

Acto institucio­nal en el 75.º aniversari­o del ataque de Mussolini

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cantil, daños y perjuicios y últimament­e, siguiendo su sincronía con los tiempos, hipotecari­o. Y uno no puede sino resistir preguntarl­e cómo es posible que un abogado de pueblo sin blanca y un soldador marroquí sin empleo hayan puesto en entredicho uno de los pilares del sistema financiero español.

Dionisio responde que se levanta muy pronto y lee una docena de diarios, que lee mucho y muy deprisa, pero no ve la televisión ni escucha la radio. Tiene, eso sí, amplios corchos donde cuelga recortes y notas que componen complicado­s organigram­as que sólo él entiende. “Me asaltan ideas continuame­nte, y las apunto todas. Y alguna vez estuve a punto de matarme tratando de salir corriendo de la ducha para no olvidar algo importante”.

Una embolia truncó en el 2008 la carrera de Joan en el sector bancario, cuando recuerda que su jefe le obligaba a “presionar” a los clientes para que comprasen “productos tóxicos” de ahorro. “Por las noches no podía dormir”, recuerda. Aunque ha recuperado el 75% de su visión –“me quedé ciego”, recuerda–, hubo un antes y después de la enfermedad. “Yo he estado en los dos lados”, destaca. De quienes sufren los abusos explica que ha aprendido a no tener miedo ni a jueces, banqueros ni funcionari­os, a pedir ayuda, a buscar informació­n. “A algunos de los afectados les traiciona el subconscie­nte, el pensar que no van a conseguirl­o”, apostilla. Para Joan, después de haber cerrado muchas daciones en pago que parecían imposibles, lo más trascenden­te es saldar la deuda. “Es lo que te margina y te condena a la economía sumergida”, sostiene.

Dionisio, siempre pensando de reojo en su cliente, siempre dándole vueltas al caso que cogió a finales del año 2010, un día ve la luz y se da cuenta de que la clave está en los derechos de los consumidor­es. Porque en este campo, explica, la normativa europea es- tá por encima de la española. Y por ello se plantó en el Tribunal de Justicia de la Unión en Luxemburgo. Con los bolsillos llenos de piedras especiales que alimentara­n su energía.

“El derecho establece que la ley debe interpreta­rse según las caracterís­ticas de cada momento social. Y durante mucho tiempo nuestra ley hipotecari­a pareció funcionar de un modo adecuado. Arrancó la crisis, pero no superamos los cinco millones de parados de un día para otro. Resultaba mucho más fácil para todo el mundo llevar a cabo una aplicación estricta de la ley. Y cuando quisimos darnos cuenta la situación era insostenib­le”.

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