Contragolpe letal
El Barça mantiene su amplia distancia gracias a la endiablada velocidad de Messi y Villa
El contador azulgrana no se detiene. De vuelta a la Liga, el Barça conserva su amplia distancia de 13 puntos sobre el Madrid a falta de diez jornadas. Anoche la victoria no vino por la posesión y la paciencia, sino tras un festival de contragolpes propiciado por la inteligencia del equipo barcelonista, por la descomunal calidad y velocidad de Messi y Villa y por el valiente planteamiento del Rayo, que nunca se rindió pero que no dejó espacios, dejó autopistas. Carreteras hacia la diversión que el Barcelona supo aprovechar para entretenerse y entretener al personal. No hubo la emoción de la Champions, pero sí una función agradable de ver.
Tras el recital apoteósico del martes ante el Milan, el Barça corría el riesgo de destensarse. Para evitar problemas de motivación y para repartir minutos, Jordi Roura determinó cuatro cambios, uno por línea, incluido el obligado de Pinto por la sanción de Valdés. Tenía que ser una noche para Cesc, para Alexis o para Adriano, aunque el brasileño no acabó ni la primera mitad por su enésima rotura fibrilar, lo que agrava los problemas azulgrana en defensa. Sin embargo, los protagonistas del Barça fueron los mismos que en el partido de la Champions, Messi y Villa. Tanto monta, monta tanto, formaron una sociedad eficaz para pegarle dos aldabonazos al partido antes de que llegara el entreacto.
Fueron dos acciones fulgurantes, fugaces, rapidísimas. Dos ejemplos claros de lo que fue el encuentro. Dos contragolpes para mostrar que el Barcelona también sabe pegar por sorpresa, a campo abierto y en un pispás. Ante planteamientos tan osados y abiertos como el del Rayo, meritorio por lo que tiene de buenas intenciones en el trato con la pe- lota, aunque quizá un punto suicida, el conjunto azulgrana leyó el decorado con acierto. Había espacios a la espalda de la adelantada defensa vallecana para dar y regalar. Por lo tanto se trataba de aprovecharlos, de robar alguna pelota en la medular y de lanzar a jugadores como Villa, como Alexis o el propio Messi. El argentino bien pudo inaugurar el marcador. Primero tras un acertado servicio de Cesc pero se entretuvo demasiado, y después en un tiro libre al larguero. No le importó no meter el 1-0 porque lo fabricó él con un fantástico túnel sobre Figueras. A una velocidad de vértigo Leo encontró a Villa, que chutó de primeras a la red. Golazo. En el segundo gol se intercambiaron los papeles. El asturiano recibió un pase largo de Bus- quets, vio venir a a Messi, se la puso bien y el crack también la enganchó sin controlar. Concreto y adentro. Sin arabescos ni zarandajas. Tan práctico como bonito. Y eso que decían que ambos delanteros no se llevaban bien. Comentarios que quedan para la hemeroteca porque ahora parece que se entienden con la mirada.
Para mirada, pero de mal genio, la del técnico del Rayo, Paco Jémez. Su equipo no cambió su planteamiento por jugar contra el Barça y al igual que en la ida en Vallecas se exponía a una goleada. Allí quedaron 0-5 y en el Camp Nou también pudo recibir más castigo, pero nunca perdió su personalidad. Algo que le honra.
Es verdad que, sobre un césped resbaladizo (llovió y regaron antes de empezar y en el descanso), al Barcelona, sin Xavi, le estaba faltando un punto de control y de pausa porque no siempre podía recuperar la pelota rápido ante el toque del Rayo, pero era elogiable la capacidad de los azulgrana de ser verticales contra un oponente que invita a serlo. Había que aprovechar esos boque- tes, porque cuando vienen contrarios que se encierran el Barça los echa mucho de menos.
Por eso se lo pasaron de rechupete los delanteros del Barcelona, que se frotaban las manos ante lo que veían. Aunque lo del tercer tanto fue ya de rizar el rizo porque nació en un córner del Rayo... que terminó en la red pero de la otra portería tras un nuevo pase de Villa a Messi, que cambió de ritmo, cuadró a Arbilla y levantó el balón sobre Rubén. La medicina que tantas veces le han dado a probar al Barça, aplicada por el propio Barça.
En plena fiesta, jaleada por un Camp Nou que no echa de menos a los que ahora no animan, entró Tamudo, abroncado por la grada, para hacer su golito y para envalentonar a un Rayo que comenzó a chutar por tierra, mar y aire. Resistió Pinto. Ahora, a rezar para que no caigan futbolistas lesionados con sus selecciones.