Química entre depredadores
Messi y Villa afinan una nueva clave ofensiva e intervienen como pasadores o goleadores en todos los tantos del Barça
Messi sirve, Villa marca. O viceversa. Funciona la química entre los dos depredadores y caen los goles como presas indefensas. Se buscan, se encuentran, definen y el equipo adquiere una clave ofensiva de alto valor para la fase definitiva del curso, cuando cazas o te cazan, cuando la línea que separa la euforia de la frustración puede hacerse imperceptible. En la noche heroica del martes la pareja anotó los tres primeros goles de la remontada. Ayer exhibió una compenetración casi conyugal para arruinar cualquier rumor, cualquier montaje sobre sus presuntas malas relaciones. Villa marcó el primero a pase de Messi, que prefirió servirle el gol mascado al asturiano cuando también tenía en sintonía a Alexis, y el Guaje devolvió el favor proporcionando las asistencias para las dianas del crack.
El central ilerdense Jordi Figueras tiene una carrera peculiar. Hace años que no completa una temporada con un mismo equipo. En el Celta, en el Rubin Kazán, el Brujas o el Rayo Vallecano ha hecho las maletas a medio curso. Acumula, en consecuencia, vivencias de trotamun- dos, intensas y variopintas, pero difícilmente podrá olvidar la jugada con la que Messi inició el primer gol. Un túnel en el centro del campo de unas dimensiones descomunales, de los que se clavan como un puñal en el orgullo de un defensor. A veces incluso en la biografía. Y cuando salió del túnel, Leo se aplicó un cambio de ritmo prodigioso que le concedió tiempo para pensar en el pase definitivo. Messi lo fabricó, Villa empaquetó el gol, y el defensor se quedó tirado en la línea del centro del campo.
Con sus dos tantos, Messi suma 42 en la Liga. Nadie, ningún fenómeno salvo él en la temporada pasada, había alcanzado este registro y todavía le quedan diez partidos al torneo para incrementarlo de manera considerable, hasta perfiles históricos. El crack de Rosario suma 18 jornadas consecutivas celebrando goles. Si prosigue en su racha dentro de dos semanas en el campo del Celta habrá completado una vuelta completa de la Liga marcando. Marcando a todos y cada uno de los rivales, sin respiro, como un castigo inexorable.
Después de la extraordinaria subida de tensión del martes, el Barcelona pudo permitirse un reflujo apacible. El Rayo del prestidigitador Paco Jémez prácticamente ha rubricado el gran objetivo de la temporada y no tenía grandes razones para ir a capturar los complementos a un Camp Nou que cada vez aprecia más cercano el tacto metálico del trofeo de la Liga. A la espera del regreso de Vilanova, el equipo ha recuperado algunas de las características que le han convertido en leyenda. En este camino de reconciliación con la identidad, la jornada de selecciones que nos deja sin Liga el próximo fin de semana parece absolutamente inoportuno. Porque acecha el virus FIFA, un virus en cualquier caso menos letal que el Extremis desarrollado por la doctora Maya Hansen, una mala de la película de Iron Man publicitada ayer en la camiseta de un Rayo que jugó sin coraza.
Las ovaciones dedicadas a Messi y Villa fueron directamente proporcionales a la pitada con que fue recibido el ingreso de Raúl Tamudo en el terreno de juego en la segunda parte. El delantero de Santa Coloma ha ocasionado enormes estropicios en el estadio azulgrana, pero ayer se conformó con anotar el primer gol de la temporada en su primer balón. Un tanto que trunca la secuencia de dos partidos del Barça sin encajar.