La Vanguardia

375 veces la vuelta al mundo

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La cola para presenciar el tramo final del maratón de Londres empieza en el andén de las paradas de metro cercanas. Allí, conforme se vacían los vagones, la policía ordena la salida de las masas hacia la calle.

En Urquinaona, Jaume I o Drassanes no hay hoy ninguna cola. El barcelonés no se desvive por su maratón ni ha entendido aún que se trata de un acontecimi­ento que proyecta la buena imagen de su ciudad entre los corredores del mundo entero.

Y eso que la organizaci­ón y el Ayuntamien­to han cumplido con su parte al ofrecer un circuito magnífico sembrado de grupos de animación. Hay que ver cómo dan las gracias los atletas a los músicos de rythm and blues que tocan bajo la lluvia en Portal de l’Àngel para entender la necesidad de calor humano que tiene el corredor. A partir del kilómetro 30, el cuerpo exige estímulos externos para no pararse, y la música es droga en vena.

Luego están los atletas. Entre todos, habrán recorrido unos 15 millones de kilómetros de entrenamie­nto para estar hoy a punto. Es decir, 375 veces la vuelta al mundo.

¿No se merecen algo más que unos tímidos aplausos aislados? En Londres o Nueva York, el público va aún más lejos: se implica tanto que hasta abronca a los que dejan de correr en los últimos kilómetros. “¡Go!, ¡Go!, ¡Go!”, les gritan, hasta que los ven trotar. Lo mismo que hacía ayer un animoso grupito junto a la estatua de Colón, ayudándose de los dorsales personaliz­ados: “¡Vinga Marc!”, “Allez Jean Pierre!, “Allison, go ahead!”. Aún son pocos, pero tal vez cundirá el ejemplo.

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