Los republicanos temen nuevas derrotas si no apelan a los latinos
La derecha de EE.UU. duda si aferrarse a sus dogmas o adaptarse a un país cambiante
La derecha estadounidense todavía vive bajo la resaca de la derrota el pasado noviembre ante el demócrata Barack Obama, y no sabe cómo recuperarse.
El Partido Republicano está dividido entre quienes quieren moderar el mensaje y quienes pretenden endurecerlo; entre quienes sostienen que todo es un problema de comunicación y quienes exigen adaptar el conservadurismo a unos Estados Unidos cambiantes, más diversos.
“Hay que ajustarse más a los cambios demográficos del país y tener más éxito con las minorías”, dice Al Cárdenas, presidente de la Unión Conservadora Americana, que este fin de semana organizó en un hotel cerca de Washington el cónclave anual de los activistas conservadores. “Si hacemos eso, vamos a estar bien”, añadió Cardenas, de origen cubano, en una conversación en los pasillos del hotel.
En un documento inusual por su tono autocrítico, el Comité Nacional Republicano (RNC, en las iniciales inglesas: lo más parecido, en este país descentralizado y sin jerarquías políticas, al órgano central del partido) admitió ayer que, sin una rectificación profunda, “será cada vez más difícil para los republicanos ganar otra elección presidencial en el futuro próximo”. “El Partido Republicano debe dejar de hablar consigo mismo. Nos hemos vuelto expertos en proveer refuerzo ideológico a quienes piensan como nosotros, pero hemos perdido la capacidad de persuadir y dar la bienvenida a quienes no coinciden en todos los temas, y esto ha sido devastador”, añade.
El informe es lo que en Washington se denomina una autopsia. Indaga en las causas de la muerte electoral. Prescribe un acercamiento a la minoría hispana, probablemente decisiva en algunos estados clave. Y, a imitación de la innovadora campaña de Obama, recomienda elaborar bases de datos y sistemas de análisis para llevar a las urnas el máximo de votantes potenciales.
En el congreso conservador del fin de semana, quedó claro que no existe una receta para frenar la tendencia adversa. En el podio, por donde desfilaron desde los principales líderes del partido hasta intelectuales y agitadores radiofónicos, se escucharon casi tantas críticas al Partido Republicano como a Obama.
“Estos son los que en 1964 lucharon contra Barry Goldwater (candidato derrotado por el presidente Lyndon Johnson) y en 1980 contra Reagan”, decía, por ejemplo, Brent Bozell, presiden- te de una organización que pretende controlar el rigor de los medios de comunicación progresistas. Al hablar de “estos”, Bozell no se refería a Obama sino al establishment republicano, a presidenciables en el 2016 como el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, o Jeb Bush, exgobernador de Florida e hijo y hermano de presidentes. Christie y Bush han sido acusados de desviarse de la ortodoxia. Los partidarios de la pureza ideológica, reacios al compromiso con los demócratas, disfrutaron la aclamación de un público joven e ideologizado.
“El Partido Republicano se ha vuelto rancio y mohoso”, dijo el senador por Kentucky Rand Paul, hijo del candidato presidencial Rand Paul y representante del ala libertaria, apegada a la Constitución y favorable a una reducción del Estado a la mínima expresión. Paul, figura emergente de la derecha, se impuso al senador por Florida, Marco Rubio, en un sondeo entre los asistentes.
El sector purista, afín al movimiento Tea Party, sostiene que el pecado del Partido Republicano es haberse apartado de los principios del constitucionalismo y el libre mercado. Romney, un repu- blicano con raíces centristas, es el emblema de esta deriva.
Nadie propone una revisión ideológica, ni un regreso al Partido Republicano más social y moderado, anterior a la revolución reaganiana. Pero, tras la derrota de noviembre, se multiplican los signos de una posible corrección.
Las posiciones en cuestiones sociales (aborto y matrimonio homosexual) espantan a amplios segmentos del electorado. Jeb Bush ha lamentado que “demasiadas personas (crean) que los republicanos son antiinmigrantes, antimujeres, anticiencia, antigais, antitrabajadores”. Rubio, quizá el presidenciable mejor situado, lidera una iniciativa para reformar el sistema migratorio.
“Sin una mejor labor con la comunidad migrante –dice Al Cárdenas, amigo de Rubio y Bush–, en este país no vamos a ganar elecciones presidenciales”.