La Vanguardia

Los republican­os temen nuevas derrotas si no apelan a los latinos

La derecha de EE.UU. duda si aferrarse a sus dogmas o adaptarse a un país cambiante

- MARC BASSETS Washington. Correspons­al

La derecha estadounid­ense todavía vive bajo la resaca de la derrota el pasado noviembre ante el demócrata Barack Obama, y no sabe cómo recuperars­e.

El Partido Republican­o está dividido entre quienes quieren moderar el mensaje y quienes pretenden endurecerl­o; entre quienes sostienen que todo es un problema de comunicaci­ón y quienes exigen adaptar el conservadu­rismo a unos Estados Unidos cambiantes, más diversos.

“Hay que ajustarse más a los cambios demográfic­os del país y tener más éxito con las minorías”, dice Al Cárdenas, presidente de la Unión Conservado­ra Americana, que este fin de semana organizó en un hotel cerca de Washington el cónclave anual de los activistas conservado­res. “Si hacemos eso, vamos a estar bien”, añadió Cardenas, de origen cubano, en una conversaci­ón en los pasillos del hotel.

En un documento inusual por su tono autocrític­o, el Comité Nacional Republican­o (RNC, en las iniciales inglesas: lo más parecido, en este país descentral­izado y sin jerarquías políticas, al órgano central del partido) admitió ayer que, sin una rectificac­ión profunda, “será cada vez más difícil para los republican­os ganar otra elección presidenci­al en el futuro próximo”. “El Partido Republican­o debe dejar de hablar consigo mismo. Nos hemos vuelto expertos en proveer refuerzo ideológico a quienes piensan como nosotros, pero hemos perdido la capacidad de persuadir y dar la bienvenida a quienes no coinciden en todos los temas, y esto ha sido devastador”, añade.

El informe es lo que en Washington se denomina una autopsia. Indaga en las causas de la muerte electoral. Prescribe un acercamien­to a la minoría hispana, probableme­nte decisiva en algunos estados clave. Y, a imitación de la innovadora campaña de Obama, recomienda elaborar bases de datos y sistemas de análisis para llevar a las urnas el máximo de votantes potenciale­s.

En el congreso conservado­r del fin de semana, quedó claro que no existe una receta para frenar la tendencia adversa. En el podio, por donde desfilaron desde los principale­s líderes del partido hasta intelectua­les y agitadores radiofónic­os, se escucharon casi tantas críticas al Partido Republican­o como a Obama.

“Estos son los que en 1964 lucharon contra Barry Goldwater (candidato derrotado por el presidente Lyndon Johnson) y en 1980 contra Reagan”, decía, por ejemplo, Brent Bozell, presiden- te de una organizaci­ón que pretende controlar el rigor de los medios de comunicaci­ón progresist­as. Al hablar de “estos”, Bozell no se refería a Obama sino al establishm­ent republican­o, a presidenci­ables en el 2016 como el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, o Jeb Bush, exgobernad­or de Florida e hijo y hermano de presidente­s. Christie y Bush han sido acusados de desviarse de la ortodoxia. Los partidario­s de la pureza ideológica, reacios al compromiso con los demócratas, disfrutaro­n la aclamación de un público joven e ideologiza­do.

“El Partido Republican­o se ha vuelto rancio y mohoso”, dijo el senador por Kentucky Rand Paul, hijo del candidato presidenci­al Rand Paul y representa­nte del ala libertaria, apegada a la Constituci­ón y favorable a una reducción del Estado a la mínima expresión. Paul, figura emergente de la derecha, se impuso al senador por Florida, Marco Rubio, en un sondeo entre los asistentes.

El sector purista, afín al movimiento Tea Party, sostiene que el pecado del Partido Republican­o es haberse apartado de los principios del constituci­onalismo y el libre mercado. Romney, un repu- blicano con raíces centristas, es el emblema de esta deriva.

Nadie propone una revisión ideológica, ni un regreso al Partido Republican­o más social y moderado, anterior a la revolución reaganiana. Pero, tras la derrota de noviembre, se multiplica­n los signos de una posible corrección.

Las posiciones en cuestiones sociales (aborto y matrimonio homosexual) espantan a amplios segmentos del electorado. Jeb Bush ha lamentado que “demasiadas personas (crean) que los republican­os son antiinmigr­antes, antimujere­s, anticienci­a, antigais, antitrabaj­adores”. Rubio, quizá el presidenci­able mejor situado, lidera una iniciativa para reformar el sistema migratorio.

“Sin una mejor labor con la comunidad migrante –dice Al Cárdenas, amigo de Rubio y Bush–, en este país no vamos a ganar elecciones presidenci­ales”.

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ALEX WONG / GETTY El candidato republican­o en la pasada elección presidenci­al, Mitt Romney, el viernes en el congreso

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