Ahora toca diálogo
Eso que llaman el relato político ha cambiado mucho en Catalunya. Hace dos años, Artur Mas estaba metido de lleno en la defensa de la austeridad. Catalunya iba a demostrar a Europa que su rigor era parangonable al alemán y a Madrid se enviaba el mensaje de que harían bien en imitar las medidas que aquí se tomaran para no acabar como los pobres griegos… CiU apoyó incluso la reforma exprés de la Constitución para incluir el control del déficit.
Pero en el plan previsto figuraban sólo dos años de sacrificio. Después vendrían dos de recuperación y elecciones al final. Esos augurios se fueron al garete y ahora CiU se ha visto obligada a darle la vuelta su relato político como a un calcetín, que diría Pujol. La austeridad ha pasado de ser un jarabe amargo, pero necesario, recetado por Bruselas a convertirse en un laxante en dosis intolerables que nos obliga a engullir el Gobierno del PP.
Ambos discursos se basan en verdades, pero se pone el acento donde más conviene. Porque es cierto que Europa aprieta y que Montoro ha sido más implacable con las autonomías que en su propia casa. Ahora bien, antes se trataba de un mandato ineludible y recomendable, mientras que ahora se nos dice que es “imposible” cumplir y ERC incluso llama a la insumisión pre- supuestaria. ¿Qué ha cambiado? Que la tolerancia social está al límite y que el Govern es más débil, puesto que antes tenía varias opciones de pacto y un aliado estéticamente incómodo pero sin fisuras como el PP y ahora se ve atado a una ERC que no está dispuesta a tragarse según qué sapos.
El relato político de CiU y ERC se ha concentrado en subrayar la inclemencia con que Rajoy trata a Catalu- nya, puesto que recortar los 4.400 millones para alcanzar un déficit del 0,7% sería, en efecto, un suicidio. Ayer, en cambio, el conseller Mas-Colell admitió que Montoro relajará esa meta. Pero lo cierto es que un nuevo recorte llegará seguro. El Govern sabe que en el más halagüeño de los casos Catalunya tendría que llegar al 2%, y eso equivale a un ajuste de 1.800 millones (el presupuesto del 2012 fue de 37.000 millones). Incluso el Gobierno vasco, que goza de los privilegios del concierto, ha aprobado un recorte de 1.000 millones en un presupuesto de 10.500. Por tanto, incidir en la rebelión puede aligerar la presión un tiempo, pero no evita decisiones difíciles.
Esa angustia se evidenció el martes pasado, en el Consell de Govern, cuando los consellers pusieron sobre la mesa sus penurias. Una constatación que dio lugar a la reunión extraordinaria del sábado, en la que Mas llamó a reabrir el diálogo con el Gobierno central. Ahora sólo falta saber dos cosas: primera, si por parte de CiU el diálogo será sincero, perseverante, o sólo una excusa para cargarse de razones y tensar más la cuerda, y segunda, si por parte del PP se evitará la tentación de buscar el hundimiento de Mas y se pensará en los catalanes antes que en prejuicios partidistas. Veremos.