La Vanguardia

Chipre y la confianza bancaria

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LA aplicación de una tasa sobre los depósitos bancarios en Chipre, a cambio de un plan de salvación internacio­nal para el país por valor de 10.000 millones de euros, acordado el sábado por la UE y el FMI, inquieta a los inversores. La reacción de los mercados financiero­s ayer lunes fue contenida, pero los nervios por las consecuenc­ias de ese rescate a más largo plazo están presentes.

Chipre es un caso aislado y excepciona­l, que representa el 0,2% del producto interior bruto europeo, y apenas tiene un millón de habitantes. La ayuda prometida de 10.000 millones salvará de la quiebra a su sistema bancario, en el que no hay una sola entidad solvente, y los depositant­es evitarán perder buena parte de su dinero a cambio de pagar una tasa, que inicialmen­te debía ser del 6,75% de los depósitos inferiores a los 100.000 euros y del 9,9% para los superiores a esa cantidad. Desde este punto de vista, la decisión parece correcta. Pero no se han tenido en cuenta otros efectos.

En el mundo globalizad­o de hoy, y mucho más en la zona euro, ninguna decisión tiene efectos aislados. En el caso de Chipre, que es un país de la zona euro –otra cosa es preguntars­e por qué se aceptó su ingreso en la eurozona–, se han vulnerado dos principios inquebrant­ables: el de la garantía de los depósitos bancarios, como ha sucedido en todas las crisis registrada­s hasta la fecha, y el de la libertad de movimiento de capitales, ya que el Gobierno de ese país ha establecid­o el cierre de los bancos hasta el jueves para que nadie pueda retirar su dinero sin pagar la tasa, lo que se conoce como corralito. Todo ello es un grave precedente.

No se puede hablar de efecto contagio, pero sí de consecuenc­ias impredecib­les al haberse traspasado la línea roja de la inviolabil­idad de los depósitos bancarios. Pese a la reacción limitada de los mercados, el riesgo de una menor confianza en los bancos de la eurozona y de la consiguien­te retirada de depósitos, sobre todo en los países en mayores dificultad­es, es evidente. Así lo ha admitido, entre otros, el primer ministro luxemburgu­és y exjefe del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker.

Resulta difícil comprender la cortedad de miras de los dirigentes de la UE, liderados por Alemania, para la adopción de tales medidas, salvo por razones políticas de la propia canciller alemana. Angela Merkel no se quiere jugar su reelección por ayudar a un país como Chipre, que es ciertament­e un paraíso fiscal y un centro de blanqueo de capitales, especialme­nte para los ciudadanos de Rusia. Pero siendo así, quizá lo propio habría sido plantear su salida del euro y dejar el rescate en manos del FMI.

Los países de la UE negociaban ayer una rebaja de las tasas sobre los depósitos de Chipre para los pequeños ahorradore­s. Sin embargo, lo que hay que hacer con urgencia, para evitar males mayores, es multiplica­r los mensajes de confianza de las autoridade­s europeas, y en especial del BCE, para dejar claro que Chipre es un caso aislado y que los depósitos de los bancos de la eurozona están garantizad­os en su totalidad.

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