La Vanguardia

Oh, patrimonio escultóric­o

- Quim Monzó

El miércoles oí por la radio el caso de la escultura que hay en Girona, en las galerías entre la calle Grober y la plaza Josep Pla. Ha aparecido rodeada de barrotes. La intención de esos barrotes es impedir que la gente se pueda meter debajo y pasar la noche, como hacía algún indigente que, ya puestos, dejaba ahí sus cosas.

Alterar una obra de arte es una falta de respeto intolerabl­e hacia el público y la persona que la hizo. Los últimos casos: el cuadro de Rothko objeto de un ataque con pintura negra en la Tate Modern de Londres, el pasado octubre, y el más reciente –hace un mes– en el Museo del Louvre de París, donde una mujer hizo una inscripció­n en la tela La libertad guiando al pueblo de Delacroix. Inmediatam­ente se alzaron voces de protesta contra ambos vandalismo­s. En el caso de la escultura de Girona no ha sido así, porque la mayoría de sus habitantes la consideran horrorosa. Por las fotos, es evidente que lo es, y ya sólo me faltó leer lo que el domingo publicó Ramon Iglesias en el Diari de Girona. Explica que el autor es Ramon Cuello, que la obra se llama Impulso vital porque quiere representa­r “el impulso vital que da fuerza a Girona”, que está situada “en medio de las galerías más espantosas de la ciudad”, y que Joaquim Nadal decía, en el 2004, que la única escultura que retiraría sería esa. Iglesias hace

Si la obra tuviese un mínimo de dignidad, muchos gerundense­s pondrían el grito en el cielo

una descripció­n perfecta: “Está hecha con hierro forjado y tiene pegado una especie de mosaico supuestame­nte veneciano. Está anclada ahí desde 1989 y los peatones pasan sin hacerle mucho caso. Queda como camuflada porque es un espacio sombrío. Algunos dicen que ven un caballito de mar. Otros, un dragón de san Jorge. Un servidor siempre había pensado que eran restos de atrezzo de Mad Max”.

Si la obra tuviese un mínimo de dignidad, muchos gerundense­s habrían puesto el grito en el cielo ante esa chapuza de rodearla con barrotes. Es un caso diferente al de la escultura de 35 toneladas que hay en la rotonda de acceso a Castellón de la Plana desde Almassora. Una racha de viento la tiró al suelo y, pocos días después, su autor, Juan Ripollés, explicó por la radio que la escultura le hablaba y le decía que mejor así, en el suelo, como ha quedado ahora. También es un caso diferente el de la escultura Rompeolas de Jaume Plensa, situada en Barcelona, en unos parterres entre la Via Júlia y la plaza de Ángel Pestaña. Plensa es un grandísimo artista –en la actualidad, el artista catalán más reconocido en el mundo– y esta, una escultura admirable. Pues bien, cuando el Ayuntamien­to decidió sacarla de donde estaba inicialmen­te (la plaza Layret), la desmontaro­n, la llevaron al nuevo emplazamie­nto y ahí la montaron como les salió del escroto, sin ningún respeto hacia la obra ni hacia los ciudadanos. Ni siquiera la pusieron sobre las rocas que había antes y que daban sentido al nombre de la escultura: Rompeolas. Qué vergüenza, Ayuntamien­to.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain