La Vanguardia

Un ejemplo

- Miquel Roca i Junyent

En cuanto empezó a salir un humo blanco por una vieja y primaria chimenea, toda la plaza de San Pedro del Vaticano empezó a aplaudir y las campanas de Roma y del mundo entero repicaron con alegría. No se sabía quién era el nuevo Papa, ni de dónde venía, ni de qué etnia, ni su edad, y la gente aplaudía. “Habemus Papam”. El sistema ha funcionado, los cardenales se han puesto de acuerdo, esto era suficiente para que los católicos congregado­s en la plaza de San Pedro expresaran su alegría.

Desde un punto de vista laico este hecho tiene mucho y singular significad­o. La Iglesia tiene muchos problemas; la elección del nuevo Papa ha venido después de una crisis sin precedente­s en la vida de la Iglesia. Pero los cardenales han llegado a un acuerdo, rápido, de quién debía hacer frente a esta situación. Gente de procedenci­as muy distantes y, segurament­e, con formas muy diferentes de cómo leer la realidad y de cómo hacerle frente, han hablado y se han puesto de acuerdo. Sin filtracion­es, con secreto, con eficacia y solemnidad han llegado a un acuerdo y se han sometido a él. La gente de la plaza de San Pedro quizá no lo sabía, pero estaban aplaudiend­o la continuida­d de un sistema que descansa en la capacidad de ponerse de acuerdo. Con fe y conviccion­es, seguro; pero superando por el acuerdo las corrien- tes internas, las diferencia­s e, incluso, las enemistade­s.

Desde fuera algunos comentaris­tas denunciaba­n el secretismo, sin entender que lo más importante era el secreto que facilitarí­a el acuerdo. Muchos quedaron sorprendid­os por el resultado, pero no supieron entender que lo más importante era el acuerdo, no el beneficiar­io del mismo. El sistema ha funcionado y la gente estaba contenta. ¿Nos imaginamos que a las ocho de la tarde

Sólo el acuerdo garantiza la estabilida­d, la continuida­d y el progreso; en la plaza de San Pedro lo tenían muy claro

de un día de elecciones, al cerrarse los colegios, la gente empezara a aplaudir? Ya veremos quién ha ganado, pero el pueblo ha decidido, ha hablado; ¡aplaudámos­lo! ¿Nos imaginamos a los perdedores aplaudiend­o al ganador? La gente lo agradecerí­a; el acuerdo se valora más de lo que muchos creen. Pero, en todo caso, sólo el acuerdo garantiza la estabilida­d, la continuida­d y el progreso. Por lo que se ve, en la plaza de San Pedro esto lo tenían muy claro. ¿Tan difícil es ponerse de acuerdo?

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