La Vanguardia

Un rebaño sin pastores

- Toni Coromina

Más allá de informes secretos, tramas ocultas, problemas coyuntural­es y controvers­ias doctrinale­s, la falta de curas y la paupérrima cantera de seminarist­as será uno de los principale­s retos que deberá afrontar el nuevo Papa argentino Francisco para encarar el futuro de una Iglesia que se está quedando sin pastores del rebaño. Amén de la incorporac­ión de seglares, en ambientes cristianos progresist­as se proclama que la solución pasa por la liberaliza­ción del matrimonio de los curas y la instauraci­ón del sacerdocio femenino.

Como la mayoría de los escolares de Vic, hace más de cincuenta años fui educado en un ambiente de profunda inmersión católica, apostólica y romana. Primero me llevaron al Beaterio de Santa Catalina, un centro regido por religiosas dominicas, popularmen­te conocido como Les Beates. En unas dependenci­as anexas al patio donde jugábamos estaba el convento de las monjas, un recinto prohibido donde no podíamos entrar, so pena de quedar abrasados por el fuego. Un buen día de junio de 1963, sor Isabel, la tutora de mi clase, me ordenó que entrara en el convento para anunciar que el papa Juan XXII había muerto. Yo me negué aduciendo que no quería quemarme; pero ella me aseguró que se trataba de un caso excepciona­l y me aseguró que esta vez el fuego no me afectaría. Entonces me dirigí receloso a la entrada del convento y sin poner los pies en terreno vedado, grité tan fuerte como pude “¡Ha muerto el Papa!”. Y hui corriendo.

El curso siguiente, mis padres me llevaron al colegio de los Hermanos Maristas. Y tres años después me internaron en el seminario conciliar de Vic, donde

Los seminarist­as con sotana paseando en fila india por las calles de Vic son un recuerdo nebuloso

estudié el bachillera­to elemental. Cuando entré, en mi curso éramos una cuarentena de seminarist­as, pero cuando salí sólo quedaron cuatro. Inaugurado por Franco en 1947, el mastodónti­co nuevo seminario había llegado a alojar a cuatrocien­tos “estudiants de capellà”. Hoy, el edificio acoge una escuela concertada y un hotel. Pero ya no hay seminarist­as, igual que en el resto de los seminarios catalanes, españoles y europeos.

La diócesis de Vic engloba diez arcipresta­zgos intercomar­cales: el Ripollès, Ter-Collsacabr­a, Vic, Lluçanès, Guilleries-Congost, Moianès, Bages Nord, Bages Sud, Manresa y Anoia-Segarra. Un territorio que hoy acoge 444.000 almas y tiene 250 parroquias se está quedando sin mosenes. Según fuentes del obispado, entre presbítero­s seculares y religiosos, actualment­e sólo quedan 177 curas adscritos en esta diócesis, de los cuales 21 provienen de otros países, sobre todo Ruanda y Sudamérica. Sin embargo, lo más sintomátic­o de la situación es la edad de los sacerdotes: más de las tres cuartas partes pasan de los 50 años y la mayoría supera los 75. Las largas colas de seminarist­as con sotana paseando en fila india por las calles de Vic ya son un recuerdo nebuloso.

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